El arzobispo de Valencia y el papel del ama de casa en la sociedad actual
EL PA?S public¨® el pasado domingo un editorial sobre la carta pastoral del arzobispo de Valencia, Agust¨ªn Garc¨ªa Gasco, en el que se recog¨ªan entrecomilladas algunas frases que no se corresponden con el original del arzobispo. Para que el lector tenga todos los elementos de juicio, reproducimos ¨ªntegramente la pastoral:
"El derecho a la propia realizaci¨®n, del que nos habla el Santo Padre en el mensaje de la paz, incluye tanto la educaci¨®n como el trabajo. Del trabajo "depende la consecuci¨®n de un digno nivel de vida" por lo que la dignidad de la persona se ve gravemente amenazada ante el fen¨®meno del desempleo, que pone en peligro la consecuci¨®n de "los alimentos, los vestidos, la casa, la asistencia m¨¦dica y tantas necesidades de la vida".Este grave problema nos implica a todos, aunque de modo especial a "los que tienen en sus manos los hilos del poder pol¨ªtico y econ¨®mico". El magisterio social del Papa Juan Pablo II ha acu?ado la expresi¨®n "empresario indirecto", para referirse a esta realidad. La ra¨ªz ¨²ltima del desempleo es cultural, pues muestra una sociedad que no es capaz de organizar la producci¨®n y distribuci¨®n de riquezas de modo que sea posible el crecimiento de todos sus miembros. Urge crear una "cultura de la responsabilidad y de la solidaridad" para que el paro encuentre v¨ªas de soluci¨®n.
Tiene que ser una cultura de la responsabilidad, para evitar un efecto perverso que las situaciones de desempleo duradero producen: la experiencia de sentirse de m¨¢s, de sobra, de ser una carga. Sin duda, son necesarias "intervenciones de emergencia en caso de desempleo, enfermedad o circunstancias que no dependen de la voluntad de cada sujeto", pero es todav¨ªa m¨¢s decisivo "trabajar para que los desocupados puedan asumir la responsabilidad de su propia existencia, emancip¨¢ndose de un r¨¦gimen de asistencialismo humillante".
La responsabilidad ante la propia existencia remite necesariamente a una buena comprensi¨®n de la vida humana en todas las dimensiones. El trabajo humano no tiene s¨®lo una vertiente de "producci¨®n o transformaci¨®n de las cosas". Tambi¨¦n es una aventura interior de crecimiento como personas y una tarea de cuidado por el otro, para que experimente ese mismo crecimiento. Si se tiene una visi¨®n reductiva de lo que supone la acci¨®n humana se entrar¨¢ en un callej¨®n sin salida a la hora de dar sentido a la acci¨®n humana.
Ese trabajo humano que trata con personas deber¨ªa ser el m¨¢s valorado por nuestra sociedad. El modelo de la madre que dedica toda su persona al crecimiento de sus hijos, es el modelo m¨¢s perfecto de sociedad. La tantas veces ignorada, o incluso menospreciada ama de casa es el recurso social m¨¢s necesario para que las personas se vean cuidadas y acogidas en su debilidad, especialmente los ni?os, los enfermos y los ancianos. Ese modelo de generosidad es una interpelaci¨®n para el var¨®n, que no puede quedar indiferente sino que debe apoyar a la mujer en esas tareas, y tambi¨¦n compartirlas. Con ello, el padre experimenta los beneficios de la l¨®gica del don y del cuidado, y permite a su esposa que enriquezca con su calidad humana otros aspectos de la vida social.
Vemos, por tanto, que el problema del reparto del trabajo no se puede separar de la familia y de la relaci¨®n var¨®n y mujer, y comprendemos que no es un puro debate de "pensiones y subsidios", sino toda una interpelaci¨®n a nuestro estilo de vivir. La introducci¨®n del amor en las relaciones laborales pasa tambi¨¦n por una correcta relaci¨®n entre var¨®n y mujer. Lejos de introducir din¨¢micas de luchas y revanchismos entre sexos, es necesario introducir la l¨®gica del amor familiar en el seno de las actividades econ¨®micas.
Por eso, la cultura de la solidaridad que debe ayudar a compartir la creaci¨®n de empleo, pasa necesariamente por ese modelo de acci¨®n humana que se expresa en el cuidado por el otro. Qu¨¦ error m¨¢s grave el de aquellas ideolog¨ªas que quieren liberar a la mujer masculiniz¨¢ndola, favoreciendo que ponga entre par¨¦ntesis su condici¨®n de madre y de esposa, como si estas realidades amenazasen su dignidad. Qu¨¦ disparate m¨¢s dram¨¢tico el de situar entre las propuestas de liberaci¨®n de la mujer el aborto libre y gratuito. Este modo de pensar jam¨¢s podr¨¢ solucionar el problema del paro, pues consagra desde el propio coraz¨®n de la mujer el principio de la prevalencia del fuerte sobre el d¨¦bil.
Si tenemos que ser empresarios indirectos, si tenemos que restaurar una cultura favorable al trabajo humano, volvamos a la verdad del ser humano. Que en Cristo, verdadero hombre y verdadero Dios, a quien contemplamos recibiendo el amor de su madre y las ense?anzas del trabajo en el taller de San Jos¨¦, encontremos la luz necesaria para instaurar sobre bases s¨®lidas una cultura de la responsabilidad y la solidaridad con los desocupados.
Con mi bendici¨®n y afecto,
El arzobispo de Valencia."
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