"Privar a la gente de la palabra es caer en un viaje sin retorno"
Javier Garc¨ªa S¨¢nchez (Barcelona, 1955) es uno de los novelistas m¨¢s personales de la narrativa espa?ola de los ¨²ltimos veinte a?os. Periodista, aficionado al ciclismo, trabaja en estos momentos en dos novelas que viven desde dentro sendas ¨¦pocas hist¨®ricas: el periodo del Terror en la Revoluci¨®n francesa y la Alemania nazi. Pregunta. Cada una de sus novelas da la impresi¨®n de conformarse como una apuesta literaria diferente, centradas en ¨¦pocas distantes, con protagonistas que tienen en principio pocos elementos comunes... Respuesta. Y, sin embargo, a m¨ª me parece que todo es la misma novela, lo que no es un t¨®pico. Por ejemplo, La dama del viento sur es un mon¨®logo de amor, 300 p¨¢ginas de un psic¨®pata. Pero muchas veces pienso que es el mismo psic¨®pata que el matani?os de El mecan¨®grafo o el psic¨®pata jabato, el ciclista de El Alpe d"Huez. Tengo dudas respecto a si siempre estamos escribiendo la misma novela. P. En el sentido de que se trabaja alrededor de una obsesi¨®n. R. Cierto. Es verdad que entre la ¨²ltima, Los otros, una novelita m¨¢s liviana, y El mecan¨®grafo, un tocho de 800 p¨¢ginas, hay todo un mundo, pero s¨ª se podr¨ªa apreciar esa especie de placenta que te une al total de la obra. Es decir, creo que las obsesiones no cambian, que a m¨ª nunca me van a interesar determinadas cosas, como, por ejemplo, la realidad. P. ?Cu¨¢les son, entonces, esas obsesiones? R. Cuestiones m¨¢s ligadas a las tragedias griegas de toda la vida: el enga?o, la envidia, los fantasmas de los antepasados que te piden cuentas, esos tipos humanos tan desgarrados que han estado siempre en la historia de la literatura o del teatro. Y supongo que es lo que hay que seguir haciendo, desde mi punto de vista. Respeto todas las opciones, pero creo que para otras cosas ya tenemos el cine, que es (y no me canso de decirlo) el gran enemigo de la novela en esta segunda parte del siglo XX. P. Sin embargo, en estos ¨²ltimos 50 a?os se han escrito grandes novelas. R. Me refiero al da?o que puede estar haciendo en la gente m¨¢s joven, m¨¢s vulnerable, m¨¢s perezosa a la hora de enfrentarse a un libro de 400 p¨¢ginas. El cine ha buitreado mucho talento literario de gente que podr¨ªa haber dirigido su capacidad hacia el mundo de la novela con todo lo que tiene de introspectivo. Esa gente ha canalizado esa energ¨ªa en textos h¨ªbridos que son a la vez novelas y guiones camuflados. Como queda claro con esto que digo, no soy nada cin¨¦filo. P. En su obra, tanto la narrativa como la ensay¨ªstica, late una cierta atracci¨®n por la violencia. R. Es cierto que siempre me ha interesado ese fen¨®meno. En los a?os setenta escrib¨ª algunas cosas acerca de los grupos armados alemanes, franceses o norteamericanos, como aquel Ej¨¦rcito Simbi¨®tico de Liberaci¨®n, que secuestr¨® a Patty Hearst, que, aunque utilizaban esos medios que no comparto, hicieron cosas muy dignas, como repartir comida y dinero entre los pobres. P. ?Hay vinculaci¨®n entre lo que pas¨® en Alemania en los a?os treinta y lo que ocurre ahora en el Pa¨ªs Vasco? R. Te dir¨ªa que no. Pero luego, cuando lees las experiencias de minusv¨¢lidos -c¨®mo ven una agresi¨®n nazi de toda la sociedad, c¨®mo se les rehuye la mirada o se les hace de menos- entonces piensas que en cualquier lugar pueden surgir comportamientos nazis. Como le ocurri¨® el otro d¨ªa a Fernando Savater en el campus de San Sebasti¨¢n: lo ¨²ltimo que se ha de privar a la gente es de la palabra; eso es caer en un viaje sin retorno. Creo que no hay que quitar la palabra a nadie; en todo caso, si se est¨¢ en guerra (y aqu¨ª no se est¨¢ en guerra) hay que fusilarlo. Precisamente a Robespierre lo tumban en una sesi¨®n de la Convenci¨®n impidi¨¦ndole hablar, porque sab¨ªan que si hablaba les iba a convencer. P. En este paseo por personajes tan siniestros, ?hay alg¨²n personaje simp¨¢tico literariamente hablando? R. Tanto Robespierre o Saint Just como Hitler no eran nada simp¨¢ticos. El F¨¹hrer dorm¨ªa a deshoras y justo a la hora de la cena era cuando se despabilaba. Entonces, comenzaba a hablar fren¨¦ticamente, mientras su camarilla se iba durmiendo, con lo que puede suponer dormirse delante de Hitler. La descripci¨®n de esa escena tiene momentos grotescos, que pueden llegar a producir hilaridad. P. ?Se han superado en Alemania y Francia los periodos hist¨®ricos en los que trabaja? R. Creo que en Alemania todav¨ªa tendr¨¢n que pasar varias generaciones para lograrlo, pero en Francia, despu¨¦s de 200 a?os, a¨²n no se ha superado la Revoluci¨®n. Es m¨¢s, es m¨¢s f¨¢cil que se le dedique una calle a Hitler en Alemania que a Robespierre en Francia. Y es que la Revoluci¨®n acab¨® con muchos privilegios.
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