Una experiencia est¨¦tica ¨²nica
Entre todas las realizadas hasta este momento en el Museo Guggenheim de Bilbao, no hay duda de que esta exposici¨®n monogr¨¢fica dedicada al escultor estadounidense Richard Serra, con obra suya de los tres ¨²ltimos a?os, es la m¨¢s pertinente, o si se quiere, la ¨²nica totalmente pertinente. Esta afirmaci¨®n no significa que las dem¨¢s no merecieran la pena por cualquier otro motivo -espectacularidad, ¨¦xito popular, inter¨¦s art¨ªstico o simple necesidad de rellenar con urgencia un hueco-, sino que, en efecto, ¨¦sta de Richard Serra es, museogr¨¢ficamente hablando, la m¨¢s pertinente. Lo es por varios motivos que conviene rese?ar: en primer lugar, el valor art¨ªstico y el sentido emblem¨¢tico de Richard Serra como uno de los mejores escultores actuales; en segundo, por la relaci¨®n que hay entre su obra y, todav¨ªa m¨¢s, su obra de los a?os comprendidos en la presente muestra, con la identidad est¨¦tica del edificio Guggenheim de Nueva York, dise?ado por Wright, y el de Bilbao, por Frank Ghery, ambos de orientaci¨®n barroca; en tercer lugar, porque Serra es uno de los artistas mejor representados en la todav¨ªa incierta colecci¨®n permanente de Bilbao, y, en cuarto, por la casi continua presencia de Serra en Espa?a y, espec¨ªficamente, en Bilbao, desde hace 17 a?os.En este sentido, aunque la muestra ha estado antes en Los ?ngeles y tiene previsto marchar despu¨¦s a G?ttingen, no creo que en ninguno de estos lugares tenga tanta raz¨®n de ser como en Bilbao, ciudad en cuyo Museo de Bellas Artes ya expuso Serra a comienzos de los ochenta por iniciativa de Leopoldo Zugara, entonces responsable de la instituci¨®n. Por otra parte, Carmen Gim¨¦nez fue en aquella ocasi¨®n y ahora tambi¨¦n la comisaria, con lo que se redondea la significaci¨®n del evento.
Di¨¢logo est¨¦tico
Pero, al margen de estas convergencias en el tiempo, creo, como antes he apuntado, que la obra reciente de Serra es ideal para establecer un di¨¢logo est¨¦tico con el edificio del Guggenheim de Bilbao, con lo que no me cabe la menor duda de que la presente instalaci¨®n de sus piezas all¨ª generar¨¢ una positiva dial¨¦ctica con m¨²ltiples y estimulantes experiencias espaciales intransferibles. Por lo dem¨¢s, se hace cada vez m¨¢s evidente la relaci¨®n de Serra, no s¨®lo con la arquitectura barroca de Borrimini, sino espec¨ªficamente con su caracter¨ªstica forma de contraer y desestabilizar el espacio. En realidad, Borrimini y Serra comparten una misma concepci¨®n del espacio como un hecho emp¨ªrico y existencial, aunque el americano, igualmente ag¨®nico, despoje esta experiencia de significaci¨®n simb¨®lica. Los amantes del arte pueden estar ciertamente de enhorabuena con esta singular iniciativa, donde no hace falta mucha imaginaci¨®n para intuir lo que puede dar de s¨ª un di¨¢logo arquitectura-escultura tan fecundo y apasionante, puesto que compromete desde materiales, colores y texturas hasta el m¨¢s variado repertorio de tensiones espaciales contrapunt¨ªsticas en un mutuo desaf¨ªo sin fin. Estoy convencido, por tanto, de que esta exposici¨®n nos ofrece una experiencia est¨¦tica ¨²nica y, como tal, irrepetible e insuperable.
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