La exquisitez

B¨¢rbara Bonney centr¨® su ¨²ltima actuaci¨®n madrile?a en el romanticismo tard¨ªo, mundo de "nostalgias, melancol¨ªas, viajes divagadores e iron¨ªa como saber de la extra?eza", como afirma Blas Matamoro en un sugerente ensayo incluido en el programa de mano. Es un mundo que Bonney contempla desde el buen gusto, la interiorizaci¨®n y la delicadeza. De Brahms a Wolf, de Grieg a Richard Strauss, la soprano l¨ªrica norteamericana se instal¨® en la exquisitez y de ah¨ª no sali¨®. En Grieg despleg¨® un encanto irresistible y con Richard Strauss alcanz¨® el umbral de la genialidad.Brahms fue el punto de partida de una primera parte que desemboc¨® en seis canciones de Grieg, expresadas por Bonney con naturalidad, gracia sutil y frescura mel¨®dica. Lo popular y lo culto conviv¨ªan en la sencillez. El hechizo del canto intimista se impon¨ªa.

La categor¨ªa del pianista Malcolm Martineau emergi¨® sobre todo a partir de Wolf. Una caracter¨ªstica muy positiva de este ciclo de Lieder es el gran nivel de los pianistas de acompa?amiento.

El dialogo voz-instrumento, palabra-m¨²sica, se multiplica as¨ª con naturalidad. El Wolf de Bonney no est¨¢ excesivamente intelectualizado, pero desprende una sensaci¨®n de cercan¨ªa.

Al o¨ªr un buen strauss, casi como un resorte, surge para muchos espectadores el recuerdo de la soprano alemana Elisabeth Schwarzkopf. No se trata tanto de una comparaci¨®n, en este caso, como de una referencia de leyenda.

B¨¢rbara Bonney canta strauss de forma muy diferente a la Scwarzkopf. El strauss de Bonney roza la perfecci¨®n. Est¨¢ lleno de verdad. Los matices son ricos, el fraseo elegante, el control respiratorio exacto. Posee un desarrollo mel¨®dico y musical que envuelve en una complejidad misteriosa.

Bonney volvi¨® en los bises a Grieg y Strauss, despidi¨¦ndose con Morgen. Lo justo para finalizar una tarde memorable.