El d¨ªa de la victoria
Lo recordamos como fin de la guerra civil, que es una denominaci¨®n neutra pues s¨®lo dice que una guerra ha terminado; pero siempre se celebr¨® como d¨ªa de la victoria, que es otra cosa, pues indica que alguien triunf¨® y alg¨²n otro fue derrotado; que la guerra de Espa?a no termin¨® por una mediaci¨®n internacional, por una paz negociada, por un armisticio y ni siquiera por el marcial y solemne acto de rendici¨®n de un ej¨¦rcito ante otro con la firma de un papel que reconociera a los vencidos su derecho a la existencia. Aunque se evoque hoy como el d¨ªa en que termin¨® la guerra, el 1 de abril de 1939 fue en realidad el d¨ªa de una victoria.De que as¨ª se recordara a?o tras a?o se encargaron los vencedores por medio de una pedagog¨ªa implacable. Desde aquel 1 de abril, decenas de miles de espa?oles, j¨®venes, mujeres, adultos, fueron juzgados y condenados a muerte por el delito de rebeli¨®n o de ayuda a la rebeli¨®n, un sarcasmo de figura delictiva aplicada por los rebeldes a los leales; otros cientos de miles fueron encarcelados o atravesaron la frontera en condiciones penosas, muchos de ellos para nunca m¨¢s volver; millones de familiares de leales a la Rep¨²blica fueron sometidos a vejaciones y condenados durante a?os sin fin al silencio y a la exclusi¨®n. Todav¨ªa en 1952, un conocido catedr¨¢tico de la Universidad de Sevilla, Jes¨²s Arellano, celebraba la guerra civil como el acontecimiento que elimin¨® a "una generaci¨®n heterodoxa y sectariamente anticat¨®lica, destruy¨¦ndola como unidad vital operativa de la vida espa?ola", mientras otra generaci¨®n, la suya, reconstru¨ªa "el aut¨¦ntico ser de la sociedad espa?ola haciendo del catolicismo y de la ortodoxia su sistema de ideas y de vida".
No podr¨ªa definirse mejor el aut¨¦ntico sentido del 1 de abril: negativamente, destruir todo lo que no hiciera del catolicismo y la ortodoxia un sistema de ideas y de vida; positivamente, construir la naci¨®n sobre una mezcla de militarismo, clericalismo y fascismo que aspiraba a poner en pie, sobre una sociedad moral y materialmente en ruinas, un Estado totalitario proyectado m¨ªticamente a los tiempos de los Reyes Cat¨®licos. Nada mejor para comprenderlo que acompa?ar a los vencedores en el gran festejo que sirvi¨® de marco a su triunfo: pocos d¨ªas despu¨¦s del primer desfile de la victoria, el 20 de mayo de 1939, se celebr¨® en la iglesia de Santa B¨¢rbara de Madrid una ceremonia medievalizante en la que el Caudillo de Espa?a, de camisa azul bajo el uniforme de capit¨¢n general, depositaba su espada victoriosa a los pies del Santo Cristo de Lepanto con estas palabras: "Pr¨¦stame, se?or Dios, tu asistencia para conducir este pueblo a la plena libertad del Imperio para gloria tuya y de tu Iglesia".
?se fue el fin de la guerra como victoria. Hubo otro fin, como derrota. No de la revoluci¨®n obrera y campesina que hab¨ªa sido la consecuencia de la rebeli¨®n militar: aunque hoy cueste trabajo creerlo, la coalici¨®n triunfadora ten¨ªa al socialismo, el comunismo y el anarquismo -a los tres indistintamente- como abortos del liberalismo y de la democracia. Los abortos deb¨ªan ser, claro est¨¢, extirpados; pero hab¨ªa que rajar el vientre de la madre y raspar el mal desde la ra¨ªz. El comunismo era, por supuesto, una creaci¨®n sat¨¢nica; pero la democracia y el liberalismo eran algo peor, pues atentaban desde dentro contra el ser de la naci¨®n espa?ola. La derrota supon¨ªa, por tanto, la negaci¨®n de toda la historia desde el comienzo del siglo XIX. Se impuso as¨ª una violencia sin l¨ªmites para desviar a la naci¨®n de su curso, para borrar las tradiciones que no fueran nacionalcat¨®licas, para abolir el tiempo.
Hasta que, cuando hab¨ªan pasado cerca de veinte a?os del fin de la guerra, la sociedad se puso otra vez en movimiento. Significativamente, las nuevas generaciones llegadas a la vida p¨²blica a mediados de los a?os cincuenta comenzaron a definir la guerra como una in¨²til matanza fratricida y pensaron que no hab¨ªa nada que celebrar el d¨ªa 1 de abril. Gracias a ellos, los que vinieron detr¨¢s pudieron "olvidarse" de la guerra, de su catastr¨®fico final, de la profunda mordedura que infligi¨® al cuerpo de la naci¨®n. Y como resultado de tan duro aprendizaje, una lecci¨®n para el futuro: que sobre los escombros de la guerra, siempre vivos en la memoria, era imposible construir un marco de convivencia democr¨¢tica. En este sentido, aquel 1 de abril que durante a?os sirvi¨® para festejar una victoria no pasa de ser hoy un d¨ªa para el olvido.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.