La neurona l¨ªrica
Ernesto P¨¢ramo Sureda, un gallego de 40 a?os, casado, padre de un hijo, director desde 1995 del museo m¨¢s visitado de Andaluc¨ªa, el Parque de las Ciencias de Granada, tiene, entre otros raros m¨¦ritos, el de haber sido la primera persona que introdujo una iguana en el Ayuntamiento granadino. P¨¢ramo lleg¨® un d¨ªa con un terrario y lo coloc¨® junto a la entrada del sal¨®n de plenos. Ahora, transcurrido el tiempo, la iniciativa parece temeraria. Era a comienzos de los noventa, en unos a?os en que menudeaban entre los pol¨ªticos las acusaciones de percibir "fondos de reptiles". Y P¨¢ramo apareci¨® en el Ayuntamiento con una urna con un fondo rocoso en el que sesteaban los lagartos. Nadie, sin embargo, se dio por aludido. En realidad fue un ¨¦xito, acaso por el aire burocr¨¢tico que tienen las iguanas, siempre inm¨®viles, como si esperaran la llegada de una instancia. La introducci¨®n del terrario en el Ayuntamiento formaba parte de una larga estrategia concebida por P¨¢ramo desde que en 1985 vio en Holanda el Evaluon, una especie de platillo volante montado por la multinacional Philips en cuyo interior se mostraban diferentes experiencias cient¨ªficas, y decidi¨® que quer¨ªa montar algo semejante en Granada. Si es dif¨ªcil convencer a un pol¨ªtico para que deposite dinero y confianza en alg¨²n proyecto ordinario, atraerlo para que respaldara un museo cient¨ªfico exig¨ªa un esfuerzo y una imaginaci¨®n formidables. Y eso es lo que despleg¨® P¨¢ramo, adem¨¢s de toneladas de paciencia. No menos ardua fue la tarea de desvelar a los pol¨ªticos qu¨¦ era el p¨¦ndulo de Foucault. Sus esfuerzos se vieron recompensados en 1995, cuando se inaugur¨® por fin el Parque de las Ciencias. Ernesto P¨¢ramo est¨¢ convencido de que si Leonardo da Vinci viviera volar¨ªa en parapente. ?l, de hecho, vuela en parapente y toca el viol¨ªn. P¨¢ramo siempre ha complementado el asombro cient¨ªfico con la emoci¨®n human¨ªstica, la neurona con la l¨ªrica, hasta difuminar las fronteras. Hace poca m¨¢s de una semana logr¨® el prodigio de reunir a 600 personas de casi todos los campos del conocimiento para hablar por primera vez en Espa?a de ciencia y comunicaci¨®n. Miembro de una familia numerosa, P¨¢ramo naci¨® en Vigo pero pronto se traslad¨® a A Coru?a donde estudi¨® en el colegio de los jesuitas. Entre sus profesores estaba Ram¨®n N¨²?ez, actual director de la Casa de las Ciencias. All¨ª comenz¨® la carrera de Derecho, aunque su inclinaci¨®n era hacia la pedagog¨ªa. De hecho organiz¨® y particip¨® activamente en los a?os finales del Bachiller en novedosas experiencias educativas, al par que colaboraba con los movimientos de los cristianos de base. Cuando le faltaba un a?o para concluir Derecho decidi¨® trasladarse a Granada ?Qu¨¦ le atrajo de esta ciudad? Estudiar la asignatura de Filosof¨ªa del Derecho con Nicol¨¢s L¨®pez-Calera. Ten¨ªa 23 a?os y una vez que concluy¨® la licenciatura opt¨® por quedarse en Andaluc¨ªa. Para trabajar eligi¨® una profesi¨®n que le permitiera desarrollar sus inquietudes creativas. As¨ª, durante doce a?os fue director del Centro de Innovaci¨®n Educativa Huerto Alegre, en la Sierra de la Almijara, una escuela muy especial en contacto con la naturaleza. Durante todos esos a?os vivi¨® a caballo entre el medio urbano y el rural. P¨¢ramo es un extraordinario viajero. En especial le fascina Inglaterra y, en concreto, Totnes, cuya escuela ha visitado en diferentes ocasiones. En uno de esos viajes fue cuando descubri¨® en Holanda el platillo volante que desat¨® el deseo imparable de construir el primer museo cient¨ªfico de Andaluc¨ªa. No estaba dispuesto a rendirse con facilidad. Se arm¨® de paciencia y empez¨® su largu¨ªsimo trato con los alcaldes de Granada. Primero fue con Antonio Jara, de quien consigui¨® que antes de marcharse consignara en el presupuesto una partida inicial para construir el parque. Luego Jes¨²s Quero e incluso Gabriel D¨ªaz Berbel, el m¨¢s remiso de todos, fueron capitulando ante el empe?o y la constancia de este hombre en el que palpita la curiosidad. Los ingenios que hoy utilizan miles de ni?os en el Parque de la Ciencia son fruto de horas de antesala y discretas lecciones de ciencia pr¨¢ctica impartidas a pie de despacho. Y del ¨¦xito de la exhibici¨®n de una iguana junto al sal¨®n donde se guardan los estandartes de los Reyes Cat¨®licos, la espada de Fernando de Arag¨®n y el pend¨®n de Castilla
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