La inferioridad pol¨ªtica de la superioridad t¨¦cnica
El hombre occidental est¨¢ pillado en una contradicci¨®n: quiere mandar sin correr excesivos riesgos. La realidad de lo que est¨¢ ocurriendo en Yugoslavia le puede llevar a querer mandar menos o, m¨¢s probablemente, a tener que arriesgar m¨¢s. Tras 50 a?os de vivir de la disuasi¨®n, la Alianza Atl¨¢ntica, ampliada ahora al Este, ha tenido que anular los festejos de su aniversario, inmersa por vez primera en una guerra, en Yugoslavia, en la que se juega la vida de miles de hombres y mujeres, y tambi¨¦n su credibilidad. Henry Kissinger, quien se ha equivocado tan inteligentemente en tantos de sus an¨¢lisis y pron¨®sticos desde la ca¨ªda del muro de Berl¨ªn, esta vez s¨ª parece estar en lo cierto cuando afirma que "la OTAN no puede sobrevivir si ahora abandona la campa?a sin alcanzar sus objetivos de parar la matanza ". Cabe preguntarse si tales objetivos van a resultar suficientes.Si la OTAN ha cambiado en profundidad, m¨¢s lo han hecho los aliados que la integran. Cuando eran imperialistas, estas mismas potencias, para mandar estaban dispuestas al sacrificio de la guerra. Recientemente, tambi¨¦n, cuando estuvo en juego su alimento vital, el petr¨®leo definitorio de nuestra civilizaci¨®n, cuando Irak invadi¨® Kuwait, si bien se hizo lo posible para minimizar las bajas de la alianza internacional contra Sadam Husein. En la guerra por Kosovo, Occidente sigue sin querer arriesgar demasiado en t¨¦rminos humanos. Milosevic, y antes que ¨¦l Sadam Husein, han comprendido, y aprovechado, esta situaci¨®n; este intento de ruptura entre la guerra y el sacrificio humano, como han apuntado algunos analistas, que hace que a la intr¨ªnseca superioridad de la defensa en toda guerra hay que a?adir ahora la inferioridad de la parte cuya prioridad es minimizar sus bajas. Pues piensa: "?Ya escampar¨¢!". Esta vez, sin embargo, puede que no escampe.
Hay explicaciones para tal actitud que en muchos aspectos, mas no en otros, puede resultar positiva en el final de un siglo tan sanguinario. En Kosovo no est¨¢ en juego el territorio nacional de ning¨²n aliado, ni la seguridad de Europa occidental sino la seguridad en Europa, como se ha dicho. Los conflictos europeos de la primera mitad de siglo, la guerra fr¨ªa, las descolonizaciones violentas o, para EE UU, el trauma de Vietnam o de la operaci¨®n en Somalia, han contribuido a conformar tal actitud. Pero sobre todo est¨¢ la desmesurada confianza en la tecnolog¨ªa y en la superioridad occidental en este campo, que ha llevado a creer que s¨®lo con bombas se pueden solucionar asuntos sumamente complejos y quebrar voluntades. Algo de lo que ya hablaba en 1921 el general italiano Guilio Douhet cuya obra sobre el poder¨ªo a¨¦reo ejerci¨® durante numerosas contiendas posteriores una nefasta influencia.
As¨ª, la excesiva confianza en la tecnolog¨ªa puede convertirse en una debilidad pol¨ªtica. Para Milosevic, como para Sadam Husein, el ataque a¨¦reo, pese a su amplitud, debe reflejar una falta de voluntad de comprometer tropas de combate en tierra. Sin embargo, la evoluci¨®n de la situaci¨®n puede hacer tal despliegue necesario, lo que marcar¨ªa una nueva divisoria de aguas. El objetivo ser¨ªa claro: defender a la poblaci¨®n albanesa que queda en Kosovo y recuperar terreno, adem¨¢s de proteger a pa¨ªses vecinos y contribuir a la ayuda humanitaria. Con la conciencia de que mientras Milosevic siga en Belgrado no habr¨¢ soluci¨®n estable posible para la zona, pues, en terminolog¨ªa de Clausewitz, Milosevic es el centro de gravedad de esta guerra, porque as¨ª lo define pol¨ªticamente no el que ataca, sino el atacado. La ocupaci¨®n de Serbia, sin embargo, no est¨¢ en los planes plausibles.
aortega@elpais.es
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