Los refugiados dejan su tierra a culatazos y sin saber cu¨¢l ser¨¢ su destino
ENVIADO ESPECIALLa historia es a veces una m¨¢quina ciega que hace trizas de los seres humanos y las arroja al viento. Varios miles de personas fueron extra¨ªdas ayer de los atroces barrancos de Macedonia, a culatazos en algunos casos, y embarcadas en aviones cuyo destino ni siquiera conoc¨ªan. Los refugiados de Kosovo pod¨ªan ser enviados a Turqu¨ªa, Noruega o Alemania: en los primeros vuelos, todo depend¨ªa del azar. No quer¨ªan irse, pero daba igual. El drama alban¨¦s comienza a esparcirse por el mundo. Las puertas del infierno quedaron abiertas en Blace. El barranco en el que 50.000 personas se han hacinado durante d¨ªas empez¨® a vomitar en la madrugada personas que esperaban turno para subir al autob¨²s.
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Los refugiados son obligados a dejar su tierra y su familia sin saber siquiera ad¨®nde van
Viene de la primera p¨¢ginaLos veh¨ªculos se dirig¨ªan al campo de tr¨¢nsito instalado por la OTAN unos 10 kil¨®metros al sur, junto a la carretera de Brazda. Desde ese punto, deb¨ªan proseguir por aire un ¨¦xodo que iniciaron hace varios d¨ªas en tren o a pie.
El campo que dejaban atr¨¢s estaba alfombrado de trapos, basura y excrementos. Chaquetas, pantalones, ropa demasiado sucia como para utilizarse, colgaban de las vallas que hab¨ªan encerrado a la multitud en esa tierra de nadie. Grupos de voluntarios albaneses provistos de mascarillas hac¨ªan hogueras con todos aquellos restos y un humo negro y espeso hac¨ªa el ambiente irrespirable. El barranco contiguo a la frontera de Blace empezaba a vaciarse pero, m¨¢s all¨¢, hacia Kosovo, una multitud innumerable -40.000, 50.000, quiz¨¢ 70.000 personas- segu¨ªa encerrada y vigilada por la polic¨ªa macedonia, que se ayudaba de perros para controlar a los refugiados. Un nuevo tren serbio descarg¨® descarg¨® otros 5.000 espectros fatigados a media ma?ana.
La evacuaci¨®n del campo era expeditiva. La polic¨ªa espabilaba a culatazos a quienes se rezagaban. Algunos agentes re¨ªan, encantados de librarse de los albaneses. Un miembro de la Cruz Roja Internacional hablaba por tel¨¦fono: "Hay que vigilar los casos de hepatitis, manda a alguien ah¨ª, al fondo". "Las enfermedades se expanden deprisa", coment¨® Visar Dida, un joven de 20 a?os provisto de una identificaci¨®n de la Organizaci¨®n para la Cooperaci¨®n y la Seguridad en Europa (OSCE). Visar, estudiante de farmacia, trabajaba para la OSCE en Kosovo, la regi¨®n en la que vivi¨® hasta el pasado viernes. Lleg¨® a Blace en tren, como la mayor¨ªa de los refugiados, pero su acreditaci¨®n -inv¨¢lida en realidad en Macedonia- le permiti¨® salir pronto del infierno. "La polic¨ªa serbia nos dio 15 minutos para hacer las maletas e irnos de casa. Pero la polic¨ªa macedonia", explic¨® Visar, "nos ha mantenido aqu¨ª en condiciones inhumanas. Mi padre, que ense?aba qu¨ªmica en la universidad y tiene 60 a?os, tuvo que permanecer horas y horas en el barro, enfermo y humillado. Nunca lo superar¨¢. Creo que la polic¨ªa macedonia es peor que la serbia, y le aseguro que no lo olvidaremos".
Visar estaba instalado en el campo de tr¨¢nsito de la OTAN. Lo que fue un peque?o destacamento log¨ªstico brit¨¢nico se hab¨ªa convertido en un horizonte de tiendas blancas que crec¨ªa hora a hora para acoger a m¨¢s y m¨¢s refugiados. El campo de Brazda era casi el para¨ªso. Hab¨ªa agua, espacio y comida, hab¨ªa letrinas, hab¨ªa incluso algunas duchas para quienes tuvieran la paciencia de esperar horas en la cola. Quienes carec¨ªan de ropa pod¨ªan conseguir nueva vestimenta, por pintoresca que fuera. Zelo, por ejemplo, hab¨ªa obtenido una vistosa chaqueta roja, unos pantalones militares de camuflaje y una camiseta publicitaria de las islas Canarias.
En el aeropuerto de Petrovec, una columna de desarrapados cruzaba el arco detector de metales y marchaba hacia un avi¨®n comercial de MAT, las l¨ªneas a¨¦reas macedonias. Los polic¨ªas se proteg¨ªan con mascarillas y guantes. "?D¨®nde nos llevan?", pregunt¨® una mujer. "A Turqu¨ªa", le respondi¨® una traductora albanesa que acompa?aba a un periodista. Un periodista macedonio se encar¨® con ella: "No hace falta decirles d¨®nde van, son albaneses, en cualquier lugar estar¨¢n mejor de lo que se merecen". "?No quiero irme! ?Mi marido y mis hijos se han quedado en un campo de Tetovo!", grit¨® otra refugiada. Un polic¨ªa la empuj¨® y la mujer se dej¨® llevar mansamente, como los dem¨¢s, hacia el avi¨®n. Los vuelos del ¨¦xodo a¨¦reo despegaron durante todo el d¨ªa. Por la tarde, cada media hora. Poco a poco, las cenizas del incendio kosovar se esparcieron por el mundo.
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