La tregua
JOSEP TORRENT M¨¢s all¨¢ del respaldo obtenido por Antoni Asunci¨®n en el comit¨¦ nacional de su partido (un rel¨¢mpago despu¨¦s de la tempestad) lo que queda es la firma del armisticio entre los se?ores de la guerra del PSPV, con la exclusi¨®n m¨¢s aparente que real de alg¨²n que otro romerista irredento, de aqu¨ª al congreso extraordinario que tendr¨¢ lugar despu¨¦s de las elecciones generales del pr¨®ximo a?o. El ex ministro del Interior dispondr¨¢, pues, de una tregua de varios meses para consolidar su posici¨®n pol¨ªtica interna y externa desde su puesto de jefe de la oposici¨®n antes de dar el salto a la secretar¨ªa general del PSPV. De qu¨¦, si no, el despliegue medi¨¢tico provocado tras la dimisi¨®n de Joan Romero. Asunci¨®n se juega el ¨®rdago con las cartas descubiertas. Una postura que puede ser tomada bien como una heroicidad, bien como una ingenuidad. Pero como sea que el candidato no tiene un pelo de c¨¢ndido y de h¨¦roe lo estrictamente necesario para el negocio de la pol¨ªtica, habr¨¢ que concluir que el resto con que cubre su apuesta est¨¢ avalado por una inmensa confianza en s¨ª mismo, en sus posibilidades para hacer un papel algo m¨¢s que decoroso en el pulso que le espera desde ya con Zaplana. Con el PSPV no vale la pena llamarse a enga?o, Ciscar (qu¨¦ hiciste en la guerra, papi) busca en la Comunidad Valenciana sus cuarteles de invierno para cuando le vengan, si es que le vienen, mal dadas en Madrid; Lerma nunca le comprar¨ªa un coche de segunda mano a Asunci¨®n y los romeristas sue?an con el d¨ªa de la venganza. Con semejantes mimbres no parece aventurado afirmar que la tregua socialista lleva fecha de caducidad; pero de momento el ex ministro, se mire como se mire, parte con varios metros de ventaja sobre sus supuestos rivales en la carrera hacia la secretar¨ªa general. No s¨®lo ha asumido su papel de patriota de partido, si no que adem¨¢s cuenta con que su trabajo en las Cortes le ser¨¢ reconocido por una sufrida militancia hu¨¦rfana de referentes pol¨ªticos desde hace cuatro a?os. Su trabajo como jefe de la oposici¨®n le elevar¨¢ a los altares o le hundir¨¢. Esa es su apuesta.
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