Un libro de Juan Cruz provoca un debate sobre la popularidad
La mayor¨ªa de los autores rechazan los inconvenientes de la fama
Veinte personajes seleccionados en el libro El peso de la fama (El Pa¨ªs-Aguilar), de Juan Cruz, reflexionan sobre los riesgos de la popularidad. El libro, presentado ayer en Madrid, provoc¨® un debate sobre la fama, la popularidad y el poder. La mayor¨ªa de los autores asistentes rechazaron los inconvenientes de la popularidad. El profesor Emilio Lled¨® se pronunci¨® "a favor de la privatizaci¨®n de uno mismo".
Soledad Gallego-D¨ªaz, directora adjunta de EL PA?S, que present¨® el libro, propici¨® el debate en t¨¦rminos muy claros: "Fama y popularidad son dos conceptos muy distintos, aunque a veces se mezclan. Se puede ser famoso por haber hecho algo y se puede ser popular sin haber hecho nada. Esta relaci¨®n entre fama y popularidad est¨¢ estupendamente recogida en el libro. Juan Cruz ha elegido un m¨¦todo muy period¨ªstico, no a trav¨¦s de interrogatorios agresivos sino de largas conversaciones con los protagonistas de peque?as historias".El peso de la fama re¨²ne 20 personajes como Pedro Almod¨®var, Isabel Preysler, Emilio Lled¨®, Rafael Azcona, Guillermo Cabrera Infante, Charo L¨®pez, Jos¨¦ Luis Sampedro, Julio Llamazares, Antonio Mu?oz Molina, Jos¨¦ Saramago, Mario Vargas Llosa y Fernando Trueba, entre otros.
"Seleccion¨¦ a los entrevistados porque quer¨ªa conocer la opini¨®n de personas que pod¨ªan ser muy conocidas y estaban afectadas por su popularidad y de otras, como Azcona o Llamazares, que no quer¨ªan la fama", dijo Cruz.
Gallego-D¨ªaz se?al¨® que el libro no recoge la opini¨®n del propio Cruz. "Son los otros los que hablan. Es un cap¨ªtulo que me falta. ?C¨®mo se relacionan la fama, la popularidad y el poder? La mayor¨ªa dice que cuando llega a su casa y cierra la puerta su vida es absolutamente normal. No me parece muy sincero". La conclusi¨®n del autor del libro es que "la fama perjudica la naturalidad.Le impide tener una relaci¨®n natural con el entorno. ?Es sincero el famoso cuando dice que no lo quiere ser? Yo creo que s¨ª". Javier Rioyo, que ha colaborado en El peso de la fama con Cruz, afirm¨® que "la fama es dif¨ªcil de llevar. Algunos son famosos a su pesar".
"Famoso de pacotilla"
"Habr¨ªa que ponerle la misma etiqueta del tabaco: la fama perjudica seriamente la salud", dijo Llamazares. "Soy tan vanidoso como cualquiera, pero al poner en la balanza lo que significa la servidumbre de la fama, prefiero la privacidad. Nadie me conoce por la calle, soy un famoso de pacotilla". Pese a ello, el escritor reconoci¨® que la fama ha transtornado su relaci¨®n con los dem¨¢s. "Quita libertad como escritor y como persona"."No me siento ni me he sentido jam¨¢s famoso. Cr¨¦anlo o no. Me es imposible psicol¨®gicamente ser famoso. La inmortalidad me importa un bledo, quiz¨¢ s¨®lo en el sentido de que alg¨²n d¨ªa mi nieto herede las rebabas de mis derechos de autor", se?al¨® Jos¨¦ Luis Sampedro. "Eso s¨ª, gracias a la literatura he conocido a personas que han sido muy importantes para m¨ª".
"El problema de la fama", a?adi¨® Emilio Lled¨®, "es la necesidad honda de socializarse,de que lo que uno hace pueda servir de algo. Cuando por tu trabajo conoces a gente, se sale del ¨¢mbito de la soledad en el que habitualmente trabajamos, se tiene compa?¨ªa. Lo que no est¨¢ bien es ser famatizado".
Manuel Vicent, que asisti¨® al acto, puso la nota de humor. "Yo estoy a salvo de la fama. Me confunden siempre con Adolfo Marsillach o con Luis Carandell y ahora literariamente me confunden con Vicente Verd¨²". Cont¨® divertidas an¨¦cdotas al respecto, como cuando en cierta ocasi¨®n, durante un D¨ªa del Libro en Barcelona, por tres veces Javier Tomeo se refiri¨® a ¨¦l como si fuera Verd¨². "A la tercera me di por vencido. Yo era Vicente Verd¨²".
Otra vez, Vicent tom¨® un taxi y el taxista se lo qued¨® mirando fijamente: "Yo a usted le conozco de algo...". "No le dej¨¦ continuar. Mire, le dije,le doy 500 pesetas de propina si adivina cu¨¢l de estas personas soy: Carandell, Marsillach o Vicent.Tiene hasta el final de trayecto para pensarlo. Cuando llegamos, se gir¨®, me volvi¨® a mirar y afirm¨®: "Ya lo s¨¦: usted es Marsillach". Tiene usted raz¨®n, y le di las 500 pesetas: yo soy Marsillach".
Al acto asistieron tambi¨¦n el director general del Libro, Fernando Rodr¨ªguez Lafuente, y los escritores Vicente Verd¨² y Rosa Reg¨¤s, entre otros.
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