La crueldad
La crueldad humana es un misterio. Est¨¢ aun por dilucidar en qu¨¦ punto de las entra?as reside ese impulso que obliga a las personas a exterminarse, un raro honor que s¨®lo compartimos con las ratas. El placer s¨¢dico de la tortura, la atracci¨®n festiva de la muerte, el rito religioso instituido en torno a la matanza de seres de la misma especie s¨®lo se da en los humanos. Es una propiedad exclusivamente nuestra. Las ratas tambi¨¦n se autoaniquilan pero, al contrario que los hombres, no toman esa caracter¨ªstica como un hecho cultural o timbre de gloria ni jalonan ese largo camino de sangre, que se llama historia, con estatuas de h¨¦roes y m¨¢rtires. Habr¨¢ que aceptar humildemente que la crueldad humana es algo natural, efecto de una descompensaci¨®n de minerales en alg¨²n bulbo del cerebro. Al parecer la humanidad est¨¢ a medio cocer todav¨ªa y se extermina mutuamente en masa por etnias y creencias, no a causa de la comida, sino por el oscuro deseo de ser reconocidas como distintas, pero cada d¨ªa es m¨¢s dif¨ªcil saber qui¨¦nes son realmente los nuestros. Los soldados romanos se plantaban un plumero rojo sobre el casco para no equivocarse con la lanza en medio del fregado de la batalla. Las tribus salvajes se tiznan el rostro todav¨ªa con signos propios de cada clan, gesto que repiten ahora los hinchas deportivos. La crueldad humana es un misterio que no concede ninguna salida honorable. Llega un momento en que los poetas que persiguen la belleza y los intelectuales que buscan la verdad tienen que definirse frente a ese misterio y entonces se produce un espect¨¢culo deplorable. En derecho penal se ha establecido la eximente de leg¨ªtima defensa. En derecho internacional se ha elaborado el concepto de guerra justa. Son formas aceptadas para salvar la dignidad de la persona ante el escarnio de la barbarie. Pero nunca como en el caso de este ataque de la OTAN contra Serbia se hab¨ªa alcanzado tanta altura m¨ªstica al consagrar el nuevo t¨¦rmino de guerra humanitaria. Los poetas militaristas est¨¢n buscando ahora rosas de sangre entre los escombros de Belgrado. Muchos intelectuales convertidos en estrategas tratan de compaginar los misiles con la misericordia. Todos deploran la guerra, todos lloran ante la tragedia de los deportados, todos maldicen la limpieza ¨¦tnica, todos buscan la soluci¨®n: bombas, bombas, m¨¢s bombas. La crueldad humana es insondable. Las ratas no tienen estatuas.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.