El fin
Que hayan declarado al doctor Kevorkian culpable de asesinato, y que pueda ser condenado dentro de unos d¨ªas a m¨¢s de diez a?os de c¨¢rcel, constituye una verg¨¹enza para el mundo. Este septuagenario que ha ayudado a morir a 130 enfermos desesperados no es sino un pionero de la medicina m¨¢s compasiva y de un nuevo y m¨¢s sensato criterio legal frente a la muerte, criterio que sin duda se establecer¨¢ dentro de muy poco en todas partes.El desarrollo de la tecnolog¨ªa ha llenado el planeta de angustiados y deteriorad¨ªsimos ancianos que no pueden morirse, de enfermos terminales mantenidos entre atroces sufrimientos durante largo tiempo, de tetrapl¨¦jicos que antes habr¨ªan fallecido en el accidente y ahora sobreviven en el infierno de sus vidas a?o tras a?o. Hemos llegado a la paradoja de que los avances m¨¦dicos est¨¢n torturando a millones de personas, y esta barbaridad hay que reequilibrarla. Aunque s¨®lo fuera por esto, el trabajo de Kevorkian es necesario.
Pero adem¨¢s es que el suicidio, esto es, la posibilidad de escoger una muerte digna, me parece uno de los principales derechos del ser humano. Y reivindico esta posibilidad no como una huida o una cobard¨ªa, como dice el t¨®pico, sino justamente como el atributo de una existencia plena. Porque la vida puede ser muy hermosa y, sobre todo, posee una fuerza maravillosa, el luminoso y embriagador empe?o de la vida por vivirse, por seguir siendo y existiendo. Y as¨ª, hay ancianos enferm¨ªsimos que siguen disfrutando de la mera hermosura de respirar, y parapl¨¦jicos que ahora son m¨¢s felices que cuando estaban sanos (conozco al menos a uno), y personas, en suma, que en apariencia no deber¨ªan querer vivir y sin embargo quieren. Pero tambi¨¦n hay muchas otras que desean el fin, y est¨¢n en su derecho. Saber que puedes controlar tu propia muerte no resta nada: s¨®lo nos a?ade dignidad y sosiego.
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