La sombra del Ej¨¦rcito
Obligado por el plante de la oposici¨®n a ser el candidato ¨²nico de unas elecciones presidenciales, Abdelaziz Buteflika se dispone a llegar a la jefatura del Estado debilitado frente al todopoderoso Estado Mayor de las Fuerzas Armadas. No parece que vaya a poder impulsar la reconciliaci¨®n nacional que fue el eje de su campa?a. El hasta ahora presidente, Liam¨ªn Zerual, renunci¨® a completar su mandato el pasado mes de septiembre tras haberse estrellado contra la intransigencia de la c¨²pula del Ej¨¦rcito a su pol¨ªtica conciliadora. A pesar de haber sido elegido con claridad en noviembre de 1995 en unos comicios en los que particip¨® el 75% de los votantes, la ilusi¨®n generada por Zerual entre la poblaci¨®n se desvaneci¨® ante el inmovilismo del r¨¦gimen y la persistencia del terror.
Buteflika no podr¨¢ contar con la fuerza de un triunfo en las urnas frente a candidatos de la talla del socialista Hoc¨ªn Ait Ahmed, el reformista Mulud Hamruch o el proislamista Ahmed Taleb Ibrahimi, surgidos al igual que ¨¦l de la lucha por la independencia de Argelia. La retirada de estos aspirantes, conjuntamente con los otros tres candidatos, le ha dejado s¨®lo ante las urnas y ha puesto en evidencia a un r¨¦gimen que, seg¨²n la oposici¨®n, s¨®lo quer¨ªa blanquear su fachada.
La prensa independiente de Argel y los diplom¨¢ticos daban por sentado desde hace una semana que el "candidato de consenso" Buteflika, favorito de las Fuerzas Armadas y respaldado por cuatro partidos, iba a alcanzar la mayor¨ªa absoluta en la primera vuelta de las elecciones. Se trataba de evitar que el aspirante alternativo en una hipot¨¦tica segunda vuelta pudiese aglutinar todo el voto de protesta contra la inseguridad (m¨¢s de 70.000 muertos en siete a?os) y la crisis econ¨®mica (400.000 despidos en el sector p¨²blico y un paro del 30%).
El ciudadano Buteflika, el que fuera ministro de Exteriores de una Argelia que llevaba la voz cantante en el Tercer Mundo hace 30 a?os, no parec¨ªa estar ayer en condiciones de poder dar ¨®rdenes a unos generales demasiado acostumbrados a marcar el paso a los pol¨ªticos. Tal vez la aparici¨®n de un Adolfo Su¨¢rez argelino, del l¨ªder que emprenda las reformas democr¨¢ticas desde el interior del r¨¦gimen, tenga que esperar una hora mejor.
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