Ram¨®n Barea
No es que Ram¨®n Barea (Bilbao, 1949) haya buscado la complicidad celestial en su bautismo como director cinematogr¨¢fico. Sus monjas pecaminosas distan mucho de los c¨¢nones habituales de instrospecci¨®n o histrionismo que se utilizan mayoritariamente en el cine. Ram¨®n Barea, cocinero antes que fraile, ha preferido guiarse por los ojos de estas monjas particulares que mirar a los suyos (cosa m¨¢s habitual) en esta transgresi¨®n de la norma que supone Pecata minuta, su primer largometraje. Ram¨®n Barea ha preferido dejarse guiar en busca de la otra mirada para ver el mundo exterior. La propuesta es ingeniosa, una consecuencia del ingenio natural de este actor-director que disfruta de su primera pel¨ªcula, hecha con el coraz¨®n y la cabeza y confiada al boca a boca de los espectadores. Comentaba hace algunos a?os un ilustre guionista -entre otras cosas- que el actual dise?o de producci¨®n del cine espa?ol garantizaba con el estreno el equilibrio de una pel¨ªcula sin desmanes econ¨®micos. Sea esto cierto o no, Ram¨®n Barea ha sabido trabajar con discreci¨®n su primera aportaci¨®n al cine largo, el que llega a la sala de proyecci¨®n, ya que el cortometraje se ha convertido en un asunto minoritario al que no se le encuentra una estancia en la clase. Desgraciadamente, el corto parece m¨¢s un master, algo as¨ª como el living suntuoso que hab¨ªa en edificaciones de los setenta; esa d¨¦cada que ahora ha categorizado ?lex de la Iglesia hasta convertirla en objeto de culto con la visi¨®n sincera y radical de Muertos de risa. Porque algo tiene que ver Ram¨®n Barea con ?lex de la Iglesia, que le ha requerido al actor que fuera y quiz¨¢ siga siendo. Mirando un poco m¨¢s atr¨¢s, Ram¨®n Barea se inici¨® como actor en C¨®micos de la Legua, un colectivo singular que aport¨® la frescura necesaria a la funci¨®n teatral en el Pa¨ªs Vasco. En Karraka, continuidad de lo anterior, se vivi¨® un nuevo escal¨®n m¨¢s profesionalizado, aunque pr¨¢cticamente equiparable en frescura. Pero Ram¨®n Barea iba m¨¢s lejos (o m¨¢s cerca, que eso siempre es relativo) y comenz¨® a combinar su carrera, sus ambiciones , sus inquietudes. Actor de reparto habitual en pel¨ªculas de cierto ¨¦xito (?lex de la Iglesia, La Cuadrilla) y en series televisivas, y, por fin, el cortometraje. Con Adi¨®s, Tobi, adi¨®s y Muerto de amor no s¨®lo se fogue¨® en la especialidad, sino que incluso consigui¨® ser seleccionado para el Festival de Cannes. Todo un s¨ªntoma para alguien que chequeaba la posibilidad de dirigir un largometraje. Y lleg¨® Pecata minuta, una pel¨ªcula peligrosa: de bajos coste y centrada en el otro lado de la la clausura de una monjas en fuga. Hollywood tiene categorizado los asuntos de inter¨¦s (siempre circunstanciales) que garantizan o incomodan el ¨¦xito de una pel¨ªcula, m¨¢s all¨¢ de su bondad o su debilidad. Ahora ni?os, ahora aventura, ahora ciencia ficci¨®n, ahora latigazo moral. En el pa¨ªs de la estad¨ªstica, el cine no pod¨ªa ser ajeno a tal imperio. Ram¨®n Barea ha elegido un tema complejo. Unas monjas que deciden cometer el pecadillo de la huida para ver el mundo que abandonaron en la adolescencia. Una cuesti¨®n sugerente, en clave de comedia, con la picard¨ªa natural de la observaci¨®n que transmite el propio Barea en su imagen cinematogr¨¢fica. Su fisonom¨ªa le permite la polivalencia. Como director, no se ha encasillado. Sus cortometrajes hurgaron el cine negro y el valleinclanismo cinematogr¨¢fico. Ahora encuentra la comedia en Pecata Minuta, rodada en el Pa¨ªs Vasco y Burgos, en lo que fueron conventos de monjas contemplativas, con algunos datos previos como bagaje y la inspiraci¨®n y la imaginaci¨®n como elementos prioritarios. El golpe ya est¨¢ dado. Su pel¨ªcula ha recibido el benepl¨¢cito de la cr¨ªtica y algunos reconocimientos nacionales, principalmente provenientes del juicio del p¨²blico (acaba de recibir, entre otros, el premio popular del Festival de Murcia). La pel¨ªcula gusta, convence, justifica de sobra el precio de la entrada y autentifica las dotes creativas de un director que se suma a la larga lista de creadores nacidos en el Pa¨ªs Vasco que ilustran el cine espa?ol. Desde aquel cine vasco en el que Ram¨®n Barea particip¨® como actor -La fuga de Segovia, La conquista de Albania, Ehun Metro (Cien metros)- hasta la cosecha de autores vascos, algo ha cambiado en el cine. Y en la vida. Y En el Pa¨ªs Vasco. Y en los gustos. Y en Ram¨®n Barea, aunque siga siendo el mismo.
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