LA CR?NICA Un barco en la ciudad PEDRO ZARRALUKI
Si se baja por La Rambla, antes de llegar al mar se deja atr¨¢s un barco varado en la ciudad. Est¨¢ en las Drassanes, frente a la antigua entrada del Museo Mar¨ªtimo. La primera vez que lo vi me qued¨¦ un poco perplejo observando a los carpinteros que trabajaban en el casco y sobre la cubierta. Al final, el otro d¨ªa me decid¨ª a meter las narices. Me recibieron Alba Espargar¨® y Pere Comas, responsable de comunicaci¨®n y administrador del museo, respectivamente. Un poco sorprendidos de que yo no supiera a¨²n qu¨¦ era lo que estaba sucediendo all¨ª, me informaron de que se trataba de un pailebote -o goleta- de tres palos, que llevaba ya un a?o restaur¨¢ndose en aquel lugar. A continuaci¨®n se ofrecieron a ense?¨¢rmelo. Cruzamos las naves repletas de estudiantes. Algunos grupos de becarios reparaban in situ las piezas m¨¢s antiguas. En un patio interior acristalado, los alumnos de Barcelona Activa aprend¨ªan el oficio de restauraci¨®n con una viej¨ªsima barca de pesca. Hab¨ªan pasado muchos a?os desde la ¨²ltima vez que entr¨¦ en las Drassanes. Lo recordaba como un lugar algo polvoriento con bedeles siempre aburridos, de esos que, con voz desconfiada, te gritaban a la nuca cosas del tipo: "?No me toquen nada y no se me demoren!". Pero el Museo Mar¨ªtimo que ve¨ªa aquella ma?ana era un lugar di¨¢fano, lleno de vitalidad. Salimos a las improvisadas atarazanas. All¨ª estaba el barco, imponente, sostenido sobre gruesos tacos de madera y rodeado de andamios. Subimos por unas escaleras muy empinadas. En la cubierta la vista era impresionante: no era el mar lo que nos rodeaba, sino los arcos g¨®ticos del museo, La Rambla y el paseo de Colom. Varios hombres, los que hab¨ªa visto desde la calle, trabajaban el iroko, el roble y el olivo. Me asom¨¦ a una de las escotillas. En la bodega, a¨²n sin restaurar, se apreciaba que aquel barco ten¨ªa casi 100 a?os de vida. Me volv¨ª hacia Alba Espargar¨®. Ella me contemplaba con una alborozada sonrisa, dispuesta a ponerme al corriente de su proyecto. Hac¨ªa tiempo que el Museo Mar¨ªtimo buscaba un barco que extendiera sus actividades al mar y se convirtiera al mismo tiempo en un s¨ªmbolo del puerto. Quer¨ªan que fuera un velero mercante del Mediterr¨¢neo, pero pr¨¢cticamente no quedaban. Muchos hab¨ªan sido dinamitados en las costas baleares, a otros los hab¨ªa utilizado la marina de guerra para pr¨¢cticas de tiro. Localizaron uno en la isla Mauricio. Un segundo apareci¨® en Inglaterra, el Mar¨ªa Assumpta. Cuando estaban negociando su compra, naufrag¨® contra los acantilados de Dover. Finalmente, les lleg¨® un chivatazo desde Cartagena. Un pailebote de 1918, el Carmen Flores, sal¨ªa a subasta en Murcia. Lograron hacerse con ¨¦l. Tras avisar a todas las comandancias de marina por miedo a que se les hundiera por el camino, su ¨²ltimo capit¨¢n lo trajo a Barcelona. Lleg¨® a flote de milagro, desarbolado y cubierto por entero de pr¨®tesis de hierro. La historia se conserva en los objetos que nos acompa?an. El Carmen Flores ha tenido muchas vidas. Apodado El Chulo por lo r¨¢pido que era, hizo la ruta de la sal entre Ibiza y las costas catalanas. En 1921 realiz¨® su primer viaje a Cuba. Luego cambi¨® de nombre varias veces. En los a?os treinta particip¨® en actividades de contrabando y durante la guerra fue utilizado para trayectos suicidas. Tras inacabables vicisitudes, y de forma parad¨®jica dado su estado, se dedic¨® hasta hace poco al rescate de otros barcos. Durante mi visita al museo tuve la suerte de conocer a todos los implicados en este entusiasta trabajo de restauraci¨®n: Enric Garc¨ªa, el historiador encargado de documentar la vida del barco; Alfredo Ja¨¦n, el delineante que hace los planos de todas y cada una de las piezas; la familia Morales -los hombres que trabajaban en cubierta-, quinta generaci¨®n de carpinteros de ribera (o mestres d"aixa), que son de los pocos todav¨ªa capaces de construir un barco de madera. Sal¨ª de all¨ª contagiado de la pasi¨®n con que todo aquel equipo, aunque s¨®lo fuera por una vez, recuperaba las Drassanes para su cometido original. Aunque los trabajos en el pailebote no concluir¨¢n hasta abril del a?o que viene, el d¨ªa 25 de este mes, a las 10.30, el Museo Mar¨ªtimo devolver¨¢ al mar este protagonista destacado de nuestra marina. Ser¨¢ una buena ocasi¨®n para ver de cerca uno de los ¨²ltimos mercantes que navegaron con el viento.
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