Flecos
La guerra es una instituci¨®n catastr¨®fica que contin¨²a generando efectos perversos retardados (y el nacionalismo es uno de los m¨¢s nefastos) mucho tiempo despu¨¦s de haber terminado. Por eso las guerras carlistas y la guerra civil siguen estando vivas entre nosotros. Y a esta especie de ley hist¨®rica no ha escapado ni siquiera la guerra fr¨ªa, que con excesivo optimismo dimos todos por concluida en 1989. Pues bien, probablemente nos equivocamos. Cabe sostener la hip¨®tesis de que muchos de los conflictos actuales, si es que no todos, son en realidad flecos procedentes de aquella tensi¨®n bipolar entre Oriente y Occidente, que solo acab¨® a costa de resolverse en falso. Pensemos en el caso de ETA entre nosotros, en el de Argelia al sur del Mediterr¨¢neo, en Pinochet o Castro. Y miremos sobre todo las guerras abiertas en caliente: Ir¨¢n, Irak, Bosnia y ahora Kosovo. Todos estos recientes conflictos se atribuyen a intereses econ¨®micos o razones ideol¨®gicas, como el nacionalismo y el integrista choque de civilizaciones. Pero en realidad son secuelas de la guerra fr¨ªa, como revela el hecho de que se den en los mismos frentes locales abiertos durante aquel equilibrio del terror: frentes cruentos que no se cerraron desde entonces o que hoy se reabren porque apenas se amortiguaron.
La potencia hoy dominante contin¨²a defendiendo en p¨²blico al mundo libre, aunque en privado sostenga un c¨ªnico aislacionismo interesado. Por eso se piensa que cuando decide intervenir como gendarme lo hace por mero af¨¢n de lucro. Pero si es as¨ª resulta un p¨¦simo inversor, pues siempre apuesta por caballos equivocados. Esto demuestra que el intervencionismo estadounidense es selectivo, como en el caso de Turqu¨ªa o Israel. Pero su selectividad no es economicista, ni humanitaria mucho menos, sino mero reflejo autom¨¢tico de los compromisos adquiridos con la pol¨ªtica de alianzas de la guerra fr¨ªa.
Y los dem¨¢s actores que toman parte en estos conflictos tard¨ªos, ya sea en la retaguardia medi¨¢tica o en primera l¨ªnea de fuego, tambi¨¦n lo hacen no en su propio inter¨¦s o por principios, sino con una l¨®gica de alineamiento heredada de la guerra fr¨ªa: proamericanos contra prosovi¨¦ticos, en cuyo bando seudoprogresista figuran los compa?eros de viaje disfrazados de no alineados. Nada nuevo bajo el sol.
Y en la escena espa?ola pasa exactamente igual. ?C¨®mo explicar que IU (la marca electoral del PCE) haya ingresado en el pacto de Lizarra? Evidentemente, no por inter¨¦s electoral, sino por una fijaci¨®n compulsiva que le ha hecho confundirlo con el pacto de Varsovia. Y lo mismo sucede con su actitud ante la guerra de Kosovo, llamando genocida a Solana para encubrir al aut¨¦ntico genocida Milosevic por una mal entendida complicidad de camaradas. Pero tampoco resulta demasiado digna la postura de los intelectuales progresistas, que con atrevido diletantismo condenan sumariamente a la OTAN. No se sabe qu¨¦ lamentar m¨¢s, si su demagogia pacifista de seguro ¨¦xito entre los cr¨¦dulos o su exhibicionista af¨¢n por posar de irreductibles ante los focos. Aunque quiz¨¢ se deba todo a su orfandad de guerra fr¨ªa, comport¨¢ndose como perros de Pavlov que se dejan arrastrar por los reflejos condicionados de un pueril y fr¨ªvolo antiamericanismo visceral.
Con esto no pretendo disculpar el bombardeo yanqui, que como sostuve en p¨²blico cuando empez¨®, me parece rechazable sin paliativos: no s¨®lo es ilegal, sino que adem¨¢s es un error, pues refuerza al d¨¦spota Milosevic. Pero lo peor es su car¨¢cter contraproducente, al multiplicar sine die el genocidio. De ah¨ª la irresponsabilidad de una decisi¨®n que se tom¨® tarde y mal, de acuerdo a la proverbial miop¨ªa de Washington. La conclusi¨®n escarmentada es que la guerra fr¨ªa no ha terminado a¨²n, por lo que sigue siendo preciso tomar partido. Igual que hay que elegir entre Ermua y Lizarra, tambi¨¦n hay que elegir todav¨ªa entre Washington y Mosc¨². Pues bien, aunque sea con las manos sucias y la nariz tapada, yo elijo Washington y Ermua, pues no quiero ser c¨®mplice por omisi¨®n de ning¨²n criminal absolutismo pol¨ªtico.
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