Fotos en el and¨¦n
JOSU BILBAO FULLAONDO Las cuatro nuevas estaciones para trenes de cercan¨ªas que Renfe ha puesto recientemente en servicio colaboran de forma activa en la transformaci¨®n de la fisonom¨ªa de Bilbao. Su dise?o arquitect¨®nico, con una agradecida austeridad castellana, encaja a la perfecci¨®n con el resto de construcciones modernistas que est¨¢n creciendo en la ciudad desde principio de los a?os noventa. Adem¨¢s, ofrecen a los viajeros que proceden de la Margen Izquierda, un recorrido novedoso, abierto a innumerables combinaciones viarias que pueden terminar dej¨¢ndole, con sencillos cambios de anden, en Sevilla o en A Coru?a. Con todo, lo que m¨¢s impacta, cuando se viene de Santurtzi y toca bajar en el anden de Autonom¨ªa, es verse envuelto entre dos lineas de fotograf¨ªas en blanco y negro. Parece ser la antesala de una ciudad que deja abrazarse por las nuevas corrientes art¨ªsticas que en ella afluyen. Una galer¨ªa de exposiciones integrada en el tejido ferroviario para disfrute del viajero curioso. Es un modo acertado de acercar el arte a multitud de personas, y m¨¢s cuando se hace desde un medio tan accesible como la fotograf¨ªa. Son 24 im¨¢genes de formato cuadrado, de 2,5 metros de lado. Repartidas a derecha e izquierda de la estaci¨®n, se dejan observar desde el apeadero central con impecable distancia. La iluminaci¨®n ambiente y un punto de luz espec¨ªfico para cada una de ellas, aunque qued¨¢ndose un tanto corto, ayuda a realzar su contenido. La expresi¨®n se ayuda de una considerable profundidad de campo. Los planos cortos otorgan rasgos de familiaridad a unas formas que en su visi¨®n aproximada pueden adue?arse de cierto halo de abstracci¨®n, pero no dejan escapar su informaci¨®n esencial. La trama se desarrolla en dos vertientes. Por un lado encontramos detalles sobre piezas claves de la arquitectura urbana que a modo de sin¨¦cdoques ic¨®nicas dejan que el espectador termine en su imaginaci¨®n, construyendo incluso sus propias formas, aquello que no se presenta sobre el soporte. En esta linea, los tensores que cuelgan de la estructura superior del Puente Colgante de Portugalete nos llevan inequ¨ªvocamente a una barquilla que ha quedado fuera del encuadre; el ¨²nico carril sobre una traviesa envuelta por piedras ariscas nos hace necesariamente pensar en la segunda v¨ªa, o el retazo de una motocicleta que por si solo deja imaginarla en su exuberante dise?o. En el segundo bloque, relacionado, en mayor o menor grado, con diversas formas de transporte, nos topamos con una premeditada interposici¨®n de escenarios reales y ficticios. Son fotograf¨ªas de estudio, un estudio trasladado al aire libre, donde las tomas descubren el secreto de sus fondos y lo integran dentro de un marco natural como puede ser una playa, una calle cualquiera, la plaza de un pueblo o un garaje de autobuses. En todos estos casos aparecen uno o varios personajes que posan, interpretan el papel indicado por el realizador. Miran al eje ¨®ptico de la c¨¢mara, as¨ª, fuera del momento y lugar, sus ojos persiguen de manera obstinada a los del observador que se interesa por ellos. De esta manera van desfilando una bella autoestopista, un agricultor y su tractor, un aviador cuya mano sostiene la h¨¦lice de su avioneta, una esbelta amazona con gesto arrogante, un ciclista dispuesto a tomar la carretera, dos remeros que sostienen con sus manos la yola de banco m¨®vil, o un coche descapotable escoltado por hombre y mujer invitando al paseo. Es indudable que todas estas fotos denotan una intencionalidad reflexionada. La puesta en escena as¨ª lo evidencia. Los ¨¢ngulos de toma tampoco dudan en manifestarlo. Lo mismo ocurre con la luz que ba?a los modelos. No es azar el retrato de tres surfistas donde s¨®lo el del centro tiene iluminada la cara; los otros, desde la sombra, abren la inc¨®gnita del significado. Un trabajo ejemplar, del que inexplicadamente, all¨ª donde esta expuesto, no se cita el nombre del autor: ?se trata quiz¨¢s de Jes¨²s ?ngel Miranda? Si as¨ª fuese, que seguro lo es, por qu¨¦ no indicarlo claramente.
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