M¨ªmesis balc¨¢nica
Era inevitable que los bombardeos de la OTAN sobre Yugoslavia fuesen utilizados en Espa?a para proyectar temores y sembrar recelos dentro de la clase pol¨ªtica. En el arranque de la campa?a electoral de junio, los dirigentes populares y socialistas aludieron a la crisis de Kosovo y a las amenazas para la paz en el continente: mientras el presidente Aznar arrojaba la culpa de los males de Europa sobre "los nacionalismos excluyentes y totalitarios", el candidato Borrell denunciaba la pretensi¨®n nacionalista de situar los derechos hist¨®ricos por encima de los derechos individuales. Pero donde las dan las toman: los paralelismos geo-pol¨ªticos entre Yugoslavia y Espa?a han sido devueltos de inmediato al PP y al PSOE como armas arrojadizas. Duran i Lleida, presidente de UDC, censur¨® a populares y socialistas por conjurar "el fantasma de Milosevic"; Anasagasti, portavoz del PNV, declar¨® que Aznar hab¨ªa cometido una "manipulaci¨®n hist¨®rica"; y Huguey, vicesecretario de ERC, dictamin¨® que "la peste serbia ha contaminado a los dirigentes del PP y del PSOE". D¨ªas antes, el diputado de CiU Molins, inmortalizado hace una semana por F¨¦lix de Az¨²a en un memorable art¨ªculo, hab¨ªa trasladado la comparaci¨®n balc¨¢nica desde el sadismo de los verdugos hasta el sufrimiento de las v¨ªctimas al confesar que, en tanto que catal¨¢n, se sent¨ªa albanokosovar. En lugar de proseguir con esa subasta de insultos mutuos, los partidos democr¨¢ticos -nacionalistas o no- deber¨ªan reconocer ante todo las profundas diferencias que separan a Yugoslavia de Espa?a y comprometerse despu¨¦s a defender las instituciones y las reglas de juego que explican la incomparabilidad entre ambas situaciones. Tal vez podr¨ªa resultarles ¨²tiles en esa tarea las reflexiones de Juan Linz, que ha estudiado de forma magistral los casos de sustituci¨®n violenta de un r¨¦gimen democr¨¢tico por un sistema autoritario y de transici¨®n pac¨ªfica de la dictadura a la democracia registrados durante el siglo XX en todo el mundo. En el di¨¢logo con Ignacio Sotelo publicado por la revista Claves de raz¨®n pr¨¢ctica (n¨²mero 16, octubre 1991), el prestigioso acad¨¦mico subrayaba, a la luz de la posterior experiencia de las transiciones en Europa del Este, el acierto de la soluci¨®n dada por la Constituci¨®n de 1978 al problema de las nacionalidades: "No somos conscientes de lo decisivo que fue la forma como manejamos esta cuesti¨®n en Espa?a".
Al igual que sucedi¨® despu¨¦s en la antigua Uni¨®n Sovi¨¦tica, el proceso de democratizaci¨®n de las rep¨²blicas federadas que compon¨ªan Yugoslavia se puso en marcha a finales de los ochenta "sin una previa legitimaci¨®n democr¨¢tica del Estado central". La declaraci¨®n unilateral de independencia de Eslovenia y Croacia fue a la vez causa y efecto de la incapacidad de la estructura jur¨ªdico-pol¨ªtico creada por Tito para sustituir las relaciones autoritarias de poder por un Estado democr¨¢tico plurinacional El resultado ha sido desastroso: programados los nuevos estados-naci¨®n para gobernar sobre poblaciones cultural y religiosamente homog¨¦neas, las minor¨ªas apresadas dentro de sus fronteras (ahora les corresponde ese siniestro turno a los albanokosovares) quedan sometidas a la limpieza ¨¦tnica, expulsadas del pa¨ªs o privadas de sus derechos. Nuestra transici¨®n tuvo ¨¦xito all¨ª donde los yugoslavos fracasaron: "afortunadamente -concluye Linz- en Espa?a se pospuso el tema de las autonom¨ªas a la legitimaci¨®n democr¨¢tica del Gobierno central y a la redacci¨®n de la Constituci¨®n".
El Estado de las Autonom¨ªas es la mejor vacuna contra el virus de los nacionalismos identitarios que se oponen a la pluralidad social, ling¨¹¨ªstica y cultural de las poblaciones incluidas dentro de las fronteras de un marco jur¨ªdico-pol¨ªtico soberano. En Espa?a, los vencedores de la guerra civil impusieron un r¨¦gimen autoritario que neg¨® durante d¨¦cadas a los catalanes y los vascos sus instituciones de autogobierno y su idioma. Una vez recuperada la democracia, la Constituci¨®n de 1978 garantiz¨® las libertades individuales de los ciudadanos y los derechos colectivos de los pueblos: a la vista del drama yugoslavo, cualquier intento de deslegitimar al Estado de las Autonom¨ªas en nombre de un nacionalismo ¨¦tnico, soberanista e irredentista ser¨ªa en Espa?a una aventura criminal, est¨²pida y suicida.
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