Preg¨®n taurino
BEGO?A MEDINALa primera manifestaci¨®n de opini¨®n p¨²blica en Sevilla tuvo lugar el d¨ªa del estreno de la plaza de toros de La Maestranza, donde la colectividad tuvo desde entonces poder para obligar a los toreros a esforzarse y arriesgarse. Eso dijo Pedro Romero de Sol¨ªs en el Teatro Lope de Vega en su Preg¨®n Taurino. Trataba dicho preg¨®n sobre la historia de los comienzos de la cr¨ªa del ganado bravo como negocio, all¨¢ por el siglo XVIII, cuando Felipe V levanta la prohibici¨®n de la fiesta taurina y los nobles maestrantes abandonan el arte del toreo y se dedican a satisfacer la demanda de toros adecuados para las corridas, sobre todo en Sevilla. Uno de los detalles interesantes y curiosos de la conferencia es que esa dedicaci¨®n la ejerc¨ªan con un concepto nobiliario de la vida, esmer¨¢ndose en conservar y mejorar la raza mediante un procedimiento an¨¢logo al que practicaban como pol¨ªtica matrimonial de alianzas de sangre con sus propias familias. El fortalecimiento de la casta se consigue impidiendo el apareamiento libre, seleccionando -para las vacas y para el toreo- a los ejemplares favorecidos con las cualidades exigidas entonces para el combate, como el valor la fiereza y la bravura, y desechando para el matadero a las reses desprestigiadas con la deshonra de la duda y la cobard¨ªa. Ha pasado mucho tiempo desde entonces; los nobles maestrantes ya no pueden controlar como antes la vida de sus hijos ni tienen ej¨¦rcitos ni caballos ni creo que queden muchos ganaderos entre ellos. La bravura de los toros ha disminuido, los ¨ªdolos de nuestra sociedad no son h¨¦roes de las batallas sino de las revistas del coraz¨®n y, sin atreverme a opinar sobre las preferencias de las vacas bravas, a la mayor¨ªa de las mujeres ya no nos gustan los hombres guerreros y mucho menos, fieros. Los maestrantes sevillanos tienen ahora buenos pregones y buenos carteles, la generosidad de invertir los beneficios econ¨®micos de su plaza de toros en actividades sociales y culturales y el valor de continuar teniendo, en su palco, a los hombres separados de las mujeres y los ni?os por una reja rematada en puntas de lanza. Algunas cosas son m¨¢s dif¨ªciles de cambiar, pero todo se anda con el tiempo.
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