Otra vuelta al elogio de lo peque?o
No hay que buscar pretextos prendidos con alfileres para emprender de nuevo (una vez y otra y otra son siempre pocas ante la terca inclinaci¨®n a fabricar pel¨ªculas grandes, gruesas, costosas) el elogio de lo peque?o. Proporciona para ello pretextos fundados y s¨®lidos la simple observaci¨®n de lo que ocurre, y sale, sin forzarla, de esta ojeada la idea de que est¨¢n ah¨ª cerca, a mano, y a veces se hacen, otras pel¨ªculas m¨¢s grandes y mucho menos costosas, pero m¨¢s vivas y parad¨®jicamente hechas con una pobreza m¨¢s provechosa, incluso en cuanto negocio, que la segregada por la abundancia de aqu¨¦llas. Y otro pretexto para volver a tirar de este f¨¦rtil hilo del elogio a lo peque?o nos lo est¨¢ dando la pel¨ªcula Solas, de la que en los dos ¨²ltimos meses se ha hablado mucho, aunque la tinta y la saliva no han hecho m¨¢s que comenzar a verterse a su alrededor. Comenz¨® esta hermosa pel¨ªcula pobre su cuesta arriba comercial en marzo, y arranc¨® casi tan a escondidas como se hizo. Cuando fue convocada en febrero por la zona marginal del festival de Berl¨ªn, s¨®lo algunos peri¨®dicos andaluces hab¨ªan dicho algo de su existencia, pero, que yo sepa, nadie aventur¨® un juicio de valor sobre ella. Los cuatro o cinco cr¨ªticos de cine espa?oles que est¨¢bamos all¨ª nos encontramos ante el deber de pronunciarnos a bote pronto sobre la calidad de una pel¨ªcula que nos concern¨ªa, pero que desconoc¨ªamos por completo. El festival finalizaba y los dos filmes espa?oles elegidos para desfilar en la pasarela del concurso (Entre las piernas y La ni?a de tus ojos) hab¨ªan desaparecido engullidos por las tragaderas del cine de consumo, el que acude a los festivales s¨®lo en busca del util¨ªsimo escaparate del lujo gratuito; y si sue?a que adem¨¢s aspira a significar algo en la evoluci¨®n del lenguaje y el arte cinematogr¨¢ficos, hay que decirle que es tan libre de hacerlo como el miope creer que naci¨® con las gafas puestas. Eran parte de ese cine grueso y costoso que siempre cubre gastos (ahora es rara la pel¨ªcula que arruina: nacen financiadas sin el empuj¨®n y la lija del riesgo, lo que explica sus deficiencias, pues s¨®lo el riesgo fuerza el pleno esmero) o duplica o triplica lo invertido en ¨¦l, estupenda carambola bancaria que enriquece a unos cuantos, pero que poco o nada tiene que ver con el cine.
Cuando el festival terminaba, fuera del concurso, en un rinc¨®n cin¨¦filo, ocurri¨® Solas, y con ella, en quienes contemplamos su abundancia desde la escasez que la precedi¨®, lleg¨® la perplejidad de una evidencia: de haber concursado esta peque?a pel¨ªcula, al cine espa?ol no se lo habr¨ªa tragado all¨ª el silencio. Su fugaz presencia en Berl¨ªn permiti¨® a Solas cosechar un pu?ado de elogios emocionados y urgentes a lo peque?o, y que ¨¦stos le abrieran un camino a su derecho a una pantalla. Tengo entendido que comenz¨® a exhibirse en un par de salas peque?as, con cuatro copias en circulaci¨®n. Exhibidores que conocen su oficio la aguantaron en pantalla, a la espera de que se produjera el tir¨®n, el reguero de p¨®lvora de la sugerencia de boca a o¨ªdo, y lo peque?o creciera. Ahora, dos meses despu¨¦s, me cuentan que la llamada Solas ya no es un hilo acoquinado de voz y que hay mucha gente que pide verla a gritos: les han dicho que en ella se ver¨¢ a s¨ª misma o a una sombra cercana. Y que las escurridas copias iniciales se han convertido en 40, y que su n¨²mero crecer¨¢. Cost¨® muy poco, 100 millones, y ya tiene al alcance multiplicarlos por 10, me siguen contando. Sin m¨¢s publicidad que la emoci¨®n de las cinco o seis personas que la vieron en Berl¨ªn y lo contaron, su verdad se fue abriendo paso por su capacidad de contagio y porque invita a los espa?oles a mirarse en espejos muy distintos del que habitualmente compramos a la madrastra de Blancanieves. Y es que todav¨ªa, con m¨¢s abundancia de lo que parece, hay quienes en el cine buscan la vieja ventana del conocimiento hacia dentro, que sigue abierta.
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