Un cigarrito
ENRIQUE MOCHALES S¨ª, todo esto puede recordar lejanamente al caso de Donald Drusky, de 63 a?os, que decidi¨® demandar a Dios ante la justicia de Estados Unidos culp¨¢ndole de no haber intervenido para remediar sus desgracias. El ciudadano de Pensilvania ped¨ªa al Todopoderoso que le restituyera la juventud, le diera dotes de guitarrista, resucitara a su madre y a la paloma que fue su mascota. Sin embargo, su caso fue desestimado por considerarlo una frivolidad. Al enterarse, Drusky anunci¨® que iba a apelar a "instancias superiores" para ver si su queja prosperaba al menos contra el resto de los imputados: los ex presidentes Ronald Reagan y George Bush, las principales cadenas de televisi¨®n, los gobiernos de los 50 estados norteamericanos, todos los ciudadanos estadounidenses, todos los miembros del Tribunal Supremo y todos los diputados y senadores de los ¨²ltimos veinte a?os, a quienes culpaba, sencillamente, de ser infeliz en la vida. Afortunadamente para las tabacaleras, Donald Drusky no fumaba. Ahora que el ministro ya no nos deja fumar en los aviones, ser¨ªa cuesti¨®n de pensar si es l¨ªcito poner una demanda contra ¨¦l por abuso de prohibici¨®n y por imposici¨®n de la abstinencia, o apuntar si la que tiene la culpa de nuestro mono es Tabacalera, o los mendigos sevillanos que, seg¨²n se dice, inventaron el cigarrillo hace siglos liando con papel las colillas de puro habano que encontraban en el suelo. Ahora que, bien mirado, tal vez la culpa sea del hombre Marlboro -que por cierto muri¨® de c¨¢ncer de pulm¨®n-, de nuestros padres fumadores o de los padres fumadores de nuestros padres, o de los amerindios, o del mismo Dios, que nos hizo v¨ªctimas del libre albedr¨ªo. Lo m¨¢s razonable parece ser juzgar que el culpable es el propio fumador, que prueba, acepta y compra el cigarrillo. A m¨ª me parece una controversia interesante para la sociedad la misma pol¨¦mica, en v¨ªas a que la discusi¨®n nos obligue a reflexionar sobre el consumo de drogas en general. Muchos estamos de acuerdo en que nadie nos obliga a comprar una cajetilla de tabaco, pero ya no parece del todo rid¨ªculo que proliferen las denuncias contra compa?¨ªas tabacaleras, precisamente porque, entre otras cosas, da que pensar un escandaloso informe no lo suficientemente difundido. Seg¨²n este informe, la industria del tabaco internacional no ha querido desarrollar las 57 patentes que aprob¨® para reducir los productos qu¨ªmicos del tabaco que provocan el c¨¢ncer, los ataques de coraz¨®n y el enfisema pulmonar. Dicho informe ha sido elaborado por dos organizaciones norteamericanas para la investigaci¨®n del c¨¢ncer. ?Por qu¨¦ se negaron las compa?¨ªas, presumiblemente, a fabricar cigarrillos "m¨¢s sanos"? Sencillamente por ahorrar. Siempre seg¨²n el informe, las compa?¨ªas de tabaco tienen las claves para producir cigarrillos menos da?inos, pero nunca han desarrollado las patentes, porque resultar¨ªa muy caro. Hacerlo, por otro lado, significar¨ªa admitir que el producto que comercializan en la actualidad es peligroso, y eso equivaldr¨ªa a m¨¢s pleitos perdidos. Y es que, adem¨¢s de la nicotina, que es lo que buscamos los fumadores, tambi¨¦n nos tragamos otros 4.000 compuestos, muchos de los cuales son eliminables. Por supuesto, el portavoz de la Tobacco Manufactures Association, un tipo llamado John Carlisle, ha declarado que la alegaci¨®n de tal informe es insustancial, aunque lo investigar¨¢. Ahora que las grandes empresas tabacaleras deben retirar sus grandes carteles publicitarios de EE UU, yo me pregunto por qu¨¦ no se profundiza de una vez por todas en ese asunto de las presuntas patentes de cigarrillos menos cancer¨ªgenos. ?Cuesti¨®n de dinero, o cuesti¨®n de tiempo? Las empresas tabacaleras, dir¨ªamos que acojonadas, firmaron en noviembre del a?o pasado un acuerdo con 46 estados de EEUU, por el que pagaban 206.000 millones de d¨®lares a las arcas p¨²blicas a cambio de no presentar m¨¢s querellas contra la industria por los gastos m¨¦dicos derivados del consumo del tabaco. ?Un cigarrito, Donald Drusky?
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