Thieleman recupera el gran estilo
La presentaci¨®n en Madrid del maestro Christian Thieleman al frente de la Philharmon¨ªa de Londres constituye uno de los acontecimientos de la temporada. Thieleman ha sucedido a Fr¨¹hbeck en la ?pera Alemana de la Bismarckstrase y es el tercer berlin¨¦s que desempe?a esa funci¨®n, precedido por Bruno Walter (1925-1929) y Richard Kraus (1954-1961). Con Thieleman, el arte de dirigir recupera muchos valores de la mejor tradici¨®n centroeuropea: fidelidad y libertad, tendencias que, como escribiera Furtwawnglwe, aparecen, y no por azar, en la misma ¨¦poca y determinan lo que con imprecisi¨®n denominamos profundidad interpretativa.
Quiz¨¢ comenz¨® con Mahler y llega a nuestros d¨ªas con Karajan, Celibidache, Giulini, Barenboim y, ahora, Thieleman.
Orquestas del Mundo-Iberm¨²sica
Orquesta Philharmon¨ªa de Londres. Director: C. Thieleman. Solista: A. Haefliger, pianista. Obras de Brahms. Auditorio Nacional. Madrid, 27 de abril.
El ideal equilibrio entre la raz¨®n y la sensibilidad, los valores dif¨ªciles de lo natural y lo simple y la presencia del hombre en la forma de hacer arte: he aqu¨ª todo un breve programa que, nuevamente, ha cobrado vida ante nosotros durante las versiones hermos¨ªsimas del primer concierto pian¨ªstico y la Tercera Sinfon¨ªa de Brahms, propuestas con dominio y madurez por Christian Thieleman.
Pero tan exigentes y trascendentales puntos de vista -la persecuci¨®n, en definitiva, de una m¨²sica total y consciente- est¨¢n exactamente descritos por Furtwaengler en M¨²sica y Verbo (1963). Quiere decirse que algo similar a la consigna de Verdi, en su mundo, "volvamos a lo antiguo y ser¨¢ un progreso", se instala otra vez en un mundo dominado por la espectacular sonoridad, los tiempos veloc¨ªsimos y cuanto hizo de los maestros y directores, meros conductores, con mucha m¨¢s dosis de mando que de persuasi¨®n.
El p¨²blico reaccion¨® clamorosamente y la Tercera Sinfon¨ªa brahmsiana, una de las m¨¢s intensas creaciones del esp¨ªritu y la inteligencia, dej¨® de ser impopular o menos dada al ¨¦xito que sus compa?eras. Y es que la belleza, del brazo de la verdad, convence en todo momento.
Fue colaborador de Thieleman, en el Concierto en re menor, un pianista de imaginaci¨®n sonora y especial sensibilidad, Andreas Haefliger, hijo del c¨¦lebre tenor suizo. Y, como la Philharmon¨ªa, una joya de la corona musical de Inglaterra, todo el programa se hizo un acontecimiento inolvidable. Dados los 40 a?os del maestro, repetible, por fortuna. En suma: una tarde emocionante y esperanzadora.
Babelia
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