La oposici¨®n pide explicaciones a Jospin por el atentado atribuido a polic¨ªas en C¨®rcega
El atentado cometido presuntamente por polic¨ªas de ¨¦lite de la Gendarmer¨ªa francesa en C¨®rcega ha puesto en aprietos al Ejecutivo de Lionel Jospin, adem¨¢s de socavar seriamente la credibilidad de la pol¨ªtica de restablecimiento del orden en la isla tras el asesinato, el 11 de febrero de 1998, del prefecto Claude Erignac. Salvadas sus contradicciones iniciales, los cuatro agentes detenidos contin¨²an aferr¨¢ndose a una versi¨®n que la Fiscal¨ªa juzga incre¨ªble, mientras los simpatizantes del terrorismo corso festejan la crisis abierta en el seno del Estado.
Los nacionalistas de la Cuncolta, escaparate legal del FLNC-Canal Hist¨®rico (Frente de Liberaci¨®n Nacional Corso), distribuyen estos d¨ªas en las calles de Ajaccio una vi?eta en la que un grupo de terroristas r¨ªe a mand¨ªbula batiente ante el comentario de otro de los encapuchados: "Esos biso?os necesitan unas lecciones". Pese a la manifiesta torpeza de su comportamiento -los acusados de haber incendiado el restaurante Chez Francis se retiraron con un hombre herido por graves quemaduras y abandonaron en el terreno una capucha ensangrentada, un walkie-talkie y dos bidones de gasolina- no puede decirse que estos agentes integrados en los muy selectos Grupos de Pelotones de Seguridad (GPS) sean precisamente unos principiantes. Todos ellos, desde el coronel Henri Maz¨¨res, jefe m¨¢ximo de la Gendarmer¨ªa en C¨®rcega, hasta el agente de menor grado, el adjunto Eric Moulie, pasando por el capit¨¢n Norbert Ambrosse y el teniente Denis Tavernier, poseen un largo historial profesional en un cuerpo, el de la Gendarmer¨ªa, que se precia de hacer de la obediencia ciega al mando una regla de oro.
La pregunta de a qui¨¦n obedec¨ªan estos agentes sit¨²a en el centro del esc¨¢ndalo al pol¨¦mico actual prefecto de C¨®rcega, Bernard Bonnet, toda vez que fue ¨¦l quien propuso y obtuvo la creaci¨®n de este cuerpo especial al que Matignon, sede del primer ministro, otorg¨® unos medios excepcionales de escuchas, seguimiento y vigilancia s¨®lo al alcance de los servicios secretos. La duda es si los agentes de los GPS obtuvieron, junto a esos medios, las licencias inconfesables que en su d¨ªa facilitaron los episodios de guerra sucia, desde el caso Rainbow Warrior (la voladura en julio de 1985 en el puerto neozeland¨¦s de Auckland del barco ecologista que trataba de impedir las pruebas nucleares francesas), hasta el espionaje y otros asuntos mucho m¨¢s turbios practicados por la denominada c¨¦lula del El¨ªseo en los tiempos del presidente Fran?ois Mitterrand. El asunto resulta particularmente embarazoso para Lionel Jospin dado que el primer ministro ha mantenido a Bernard Bonnet contra viento y marea, con una convicci¨®n superior incluso a la del ministro de Interior, Jean-Pierre Chev¨¨nement, recept¨¢culo natural de las quejas contra el prefecto vertidas por los otros cuerpos policiales. Jospin vivi¨® ayer una jornada particularmente dif¨ªcil.
Tras el consejo de ministros, el presidente Jacques Chirac se sum¨® expresamente a las voces de la oposici¨®n que claman por el esclarecimiento de los hechos. Por la tarde, Jospin tuvo que comparecer ante la Asamblea para responder a los grupos parlamentarios de la derecha, que le interpelaron con la escopeta cargada aunque revestida de sentido de Estado, dentro de un tono general de responsabilidad y prudencia.
Un asunto del Estado
Puede decirse que el primer ministro hil¨® bastante fino -dijo que lo sucedido en Ajaccio es "un asunto del Estado, no un asunto de Estado"-, y que tampoco se parapet¨® en la investigaci¨®n judicial en marcha. De hecho, anunci¨® la puesta en marcha de dos investigaciones administrativas simult¨¢neas, uno en el Ministerio de Interior y la otra en el propio cuerpo de la Gendarmer¨ªa, y afirm¨® que en funci¨®n de esas pesquisas el Gobierno adoptar¨¢ las correspondientes sanciones y se plantear¨¢, incluso, la disoluci¨®n de los GPS. A t¨ªtulo preventivo, los cuatro implicados han sido suspendidos de sus puestos y sustituidos. Tanto Jospin como Chev¨¨nement respaldaron a Bernard Bonnet, que se ha declarado completamente ajeno al presunto comportamiento de los oficiales a su cargo. Aunque es pronto para calibrar el alcance de este respaldo, el prefecto se incorpor¨® ayer a su puesto en C¨®rcega, aparentemente dispuesto a continuar desafiando las cr¨ªticas, ahora redobladas, que su actuaci¨®n suscita en la isla. El prefecto parece haber encontrado en la lectura de Shakespeare el punto filos¨®fico necesario para afrontar estos d¨ªas dif¨ªciles. "Hay una marejada en todo acto humano. Yo invito a todos a la prudencia", dijo, citando un pasaje de La tempestad.
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