Reflexi¨®n sin auto XAVIER BRU DE SALA
A menos espacio para circular, menos tr¨¢fico. Sea o no sea d¨ªa sin autom¨®viles. Ya se sab¨ªa desde que empez¨® la cosa de las calles peatonales, se confirm¨® con la supresi¨®n de carriles de la calle de Arag¨® y se certific¨® el jueves: en Tarragona y en Madrid, donde no se cortaron calles, apenas disminuy¨® el n¨²mero de veh¨ªculos. En Lleida y en Reus se cort¨® por lo sano y los coches se quedaron quietos. Ergo no es pr¨¢ctico suponer que los conductores cotidianos ensayen sistemas alternativos si no se ven empujados por la Administraci¨®n con medidas disuasorias. Por lo menos en nuestras latitudes. Visto al rev¨¦s, s¨®lo prueban lo de la alternativa los que no tocan el auto. As¨ª que el ¨¦xito o el fracaso de tal diada debe medirse en la proporci¨®n de usuarios de coche que han saboreado otro sistema. Una cuarta parte es un buen resultado. S¨®lo una porci¨®n de ellos, se supone que minoritaria, llegar¨¢ a la conclusi¨®n de que le conviene coger el transporte p¨²blico o ir en bici o dar un paseo. El resto ver¨¢ confirmadas las suposiciones de que lo m¨¢s apetecible sigue siendo llevar detr¨¢s un tubo de escape privado. Algo se habr¨¢ ganado. Siguiendo con el razonamiento cartesiano, si el objetivo de la auto-reflexi¨®n es el ensayo de las alternativas, cuantas m¨¢s calles se corten, mejor para el objetivo final de contar con una proporci¨®n mayor de usuarios del transporte p¨²blico o el privado no contaminante (aunque sin llegar al l¨ªmite de colapsar las ciudades impidiendo el movimiento interno, lo que equivaldr¨ªa a decretar una jornada festiva adicional). Para consuelo del esp¨ªritu anarquista catal¨¢n, poco propenso a aceptar otras injerencias de la Administraci¨®n que las imprescindibles, podr¨ªa recordarse, por ejemplo, que si se suprimieran muchos sem¨¢foros y prohibiciones de giro, el tr¨¢fico rodado mejorar¨ªa, con la condici¨®n de que se incrementara la disciplina viaria de los conductores. As¨ª que no vale quejarse de las prohibiciones cuando son el resultado de la escasa predisposici¨®n ciudadana a regularse por su cuenta con eficiencia. Quien no lo crea puede convencerse y¨¦ndose a vivir un tiempo a Londres. Experimentar¨¢ el placer de conducir por una ciudad con pocos sem¨¢foros y menos giros prohibidos. Aprender¨¢ que una peque?a r¨¢faga de luces o un toquecito de claxon equivale siempre a una invitaci¨®n a pasar, lo contrario del "qu¨ªtate t¨² que me pongo yo" usual entre nosotros. Comprobar¨¢ que todav¨ªa tenemos mucho que aprender, y que si lleg¨¢ramos a aprenderlo, ahorrar¨ªamos en plantilla de la Guardia Urbana: un buen ciudadano no s¨®lo cumple, adem¨¢s hace cumplir al aprovechado. All¨ª huelgan agentes. Y eso que en el invierno londinense no hay motocicletas, y menos bicis. Tambi¨¦n hay atascos en Londres, claro, pero el transporte p¨²blico es tan ejemplar como popular entre todas las capas sociales. Como no hay que desaprovechar el espacio con un p¨¢rrafo que nos recuerde lo atrasados que andamos en kil¨®metros de metro y en conexi¨®n de transporte p¨²blico entre Barcelona y sus coronas, pasaremos directamente a la alternativa menos contaminante y, para muchos, la m¨¢s pr¨¢ctica, aunque no lo hayan descubierto todav¨ªa: la bicicleta. Barcelona cuenta con una ventaja evidente, el clima, y la desventaja de la inclinaci¨®n en su mitad superior. Desde la l¨ªnea Diagonal-Travessera de Gr¨¤cia-Sant Antoni M. Claret-Maragall al mar, la inclinaci¨®n es perfectamente soportable a cualquier edad. De ah¨ª hacia arriba, la cosa cambia. La bicicleta cuenta con una ventaja adicional, el ahorro en gimnasio mejorando la salud, y con un par de inconvenientes m¨¢s, la peligrosidad y la falta de espacio donde aparcar el artefacto cuando no se usa (una bicicleta no puede dormir en la calle y es un engorro en el domicilio, adem¨¢s de resultar inc¨®moda en el ascensor). El peligro disminuir¨ªa con el uso sistem¨¢tico del casco, el respeto de los conductores hacia el m¨¢s d¨¦bil, especialmente por parte de los taxistas que se dedican a espantar a los ciclistas para que dejen libre el carril que antes fue suyo y no se resignan a perder. Alternativamente, con la segregaci¨®n de dichos carriles. La falta de espacio se resolver¨ªa en buena parte apoyando o instigando desde el Ayuntamiento la instalaci¨®n de sencillos colgadores de pared en los vest¨ªbulos de los edificios. Por ¨²ltimo, o¨ª por la radio que el candidato de ERC propon¨ªa paliar el inconveniente de la subida de ciertas arterias mediante remontadores, propuesta que luego no vi reflejada en otros medios de comunicaci¨®n. Si la cosa va en serio, y a pesar de que estoy contra el independentismo por razones pragm¨¢ticas, voy sabiendo a qui¨¦n votar¨ªa en las municipales. Con estas y otras medidas, Barcelona puede multiplicar por mil el actual n¨²mero de ciclistas. Casi viene a cuento, por ¨²ltimo, recordar una obviedad a Oriol Bohigas. El urbanista m¨¢s importante de Barcelona desde Cerd¨¤ sosten¨ªa el pasado martes en este espacio una posici¨®n contraria al cubrimiento del lugar donde la Gran Via se convierte en v¨ªa r¨¢pida. Si no fuera porque le encanta descolgarse con argumentos atrabiliarios, se dir¨ªa que chochea. ?C¨®mo se entiende si no que confunda una autopista con una calle? ?Propone paneles antirruido despu¨¦s de comparar dicho tramo con la calle de Muntaner! ?Alguien se imagina paneles entre las aceras y la calzada de la calle de Muntaner? La alternativa razonable a cubrirla ser¨ªa elevarla y convertirla en calle, suprimiendo los engorrosos puentes, pero es evidente que lo primero es m¨¢s pr¨¢ctico para el tr¨¢fico y para los vecinos. Se ganar¨ªa en zona verde y en carril bici.
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