La madre
En estos d¨ªas, un festivo anuncio en la radio define a la madre como aquel ser humano que se encarga de poner lentejas, pone alerta el o¨ªdo al ascensor despu¨¦s de las diez y media, saca la ropa de verano, conoce siempre d¨®nde se encuentra la caja del bel¨¦n, sabe doblar las camisas para las maletas, cose el bot¨®n, frota la mancha y es la primera en traer la mercromina o sacar el term¨®metro. La madre es, adem¨¢s, la persona a la que se dirigen todos a la hora del desayuno cuando se ha acabado el az¨²car, a la que se mira cuando la sopa est¨¢ rara, a quien se le pide explicaciones si se estropea el microondas, no hay m¨¢s entremeses o el agua sale fr¨ªa del termo. Pero tambi¨¦n a la que se busca como refugio y confidente, o como apoyo vital sin horario ni condiciones.Viendo todo esto, algunas mujeres modernas tratan de que no sea precisamente as¨ª, pero no si¨¦ndolo es raro que aparezca o se invente un fuste masculino capaz de reemplazarla. La madre es el ama de casa en sentido total, no importa si la han nombrado ministra; y no hay buen relevo a esa figura. Bien podr¨ªa hacer el hombre algo similar a la mujer o incluso tareas m¨¢s arduas para pagar sus virtuales culpas, pero no es ni parecido el estilo con el que el hombre hace y ama. Si queremos muy distintivamente a la madre no es s¨®lo por el cari?o que nos da, el esmero que concentra en sus cuidados o por lo bien que guisa. Se la quiere de esta manera incomparable porque se trata de una mujer y no se le habr¨ªa de querer igual estando en su puesto un hombre o cualquier cosa por el estilo. Puede ser que la madre, en un futuro de implantes, clonaciones, dom¨®ticas y falsos feminismos se convierta en otra figura. Pero, para entonces, seg¨²n el progreso, acaso no habr¨¢ por qu¨¦ prestar mayor inter¨¦s a la maternidad y todos seremos, al fin, desapasionadamente equivalentes, y celulares.
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