Pintadas callejeras
PEDRO UGARTE Uno camina por la calle, tranquilo, sosegado, y encuentra, a cada tanto, algunas cristaleras pintarrajeadas con violencia: son las dependencias, las oficinas o los despachos de las empresas de trabajo temporal. Parece que hay comandos clandestinos que por la noche perpetran un ¨²ltimo testimonio de rebeld¨ªa, garabatean adjetivos como "Explotadores" o "Negreros", y proporcionan a los establecimientos p¨²blicos de estas empresas una inc¨®moda connotaci¨®n negativa, que ninguna campa?a de imagen podr¨ªa contrarrestar. La complicada normativa sociolaboral es una frondosa selva de la que s¨®lo podr¨¢n hablar, fundadamente, solemnes catedr¨¢ticos o esforzados abogados sindicales o patronales. Pero hay que reconocer cierta lindeza, si se permite la expresi¨®n, en los grafitis que mancillan las entradas de las empresas de trabajo temporal: son una especie de ¨²ltimo residuo de sindicalismo libertario, una expresi¨®n terminal de rebeld¨ªa. Los a?os noventa (si no los anteriores) nos hab¨ªan acostumbrado a la resignaci¨®n. Ya nadie aspira a cambiar el mundo (hacer una revoluci¨®n), pero s¨ª a cambiar su vida (hacer un master en econom¨ªa). Si la est¨¦tica de hace veinte o veinticinco a?os era francamente cutre (parec¨ªa necesario declararse marxista, adoptar vestimenta proletaria, abjurar de un pasado burgu¨¦s y acomodado), la est¨¦tica actual, muy al contrario, impone un pijismo exasperante (esgrimir el m¨®vil, aseverar que los parados son tipos que detestan el trabajo, hablar a los peque?os en ingl¨¦s con acento de Oxford, para que vayan marcando sus distancias con la masa). La moda, que es algo pendular, afecta incluso a las ideolog¨ªas. Y, las ideolog¨ªas, por su parte, tambi¨¦n tienen su est¨¦tica: se ha pasado con pasmosa facilidad de la barba descuidada a la gomina. Incluso a veces son los mismos tipos los que han tenido la cintura suficiente como para experimentar en carne propia la metamorfosis: sustituir el hist¨®rico dos caballos por el Mercedes. Todo un prodigio financiero. As¨ª, en medio de los nuevos modos que impone este final de siglo, de pronto aparecen unos tipos que pringan impunemente por la noche las cristaleras de las ETT, como para recordarnos que a¨²n est¨¢n ah¨ª, que a¨²n hay gente dispuesta a practicar un sindicalismo "borroka" en estado de guerra. Es cierto que las empresas de trabajo temporal han adoptado determinadas decisiones, de car¨¢cter estrat¨¦gico, francamente lamentables. Por ejemplo, no son empresas que se escondan en los altos pisos de los edificios de oficinas, sino que apuestan por lonjas a pie de acera (quiz¨¢s porque su negocio es administrar la desesperaci¨®n, y la desesperaci¨®n es tan inmediata que siempre se encuentra a la intemperie). Esa expuesta ubicaci¨®n ha facilitado los gestos rebeldes de las masas: ahora cualquier parado, cualquier beneficiario de un contrato de tornero por tres d¨ªas, puede volcar todo su resentimiento, v¨ªa spray, ante los escaparates de estas empresas, dejando para la ma?ana siguiente un testimonio contundente de disconformidad. Esos insignificantes atentados contra las empresas de trabajo temporal quiz¨¢s sean el ¨²ltimo residuo del pasado. O quiz¨¢s sean todo lo contrario: el principio de lo que est¨¢ por venir, la nueva resistencia ante un mercado laboral cada vez m¨¢s gaseoso. De uno u otro modo, el que escribe se muestra respetuoso con la propiedad privada y denuesta firmemente los atentados contra la misma. Pero no est¨¢ mal recordar de vez en cuando (o que alguien nos recuerde), contra lo que predica el liberalismo triunfante, que en nuestra sociedad a¨²n no todo est¨¢ dicho, y que a¨²n quedan muchas cosas por decir.
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