Los palos y los polos
En la factor¨ªa de Sant Vicent del Raspeig, donde Helados Alacant desarrolla toda su producci¨®n conviven las ¨²ltimas tecnolog¨ªas productivas con el recuerdo. Abajo chirrian y resoplan las m¨¢quinas que envasan las cremas y los t¨²neles de congelaci¨®n por amoniaco e hidr¨®geno. Arriba, el Museo del Helado rememora el tiempo en que los heladeros eran h¨¦roes estivales para los ni?os de los pueblos de la Espa?a rural. Los fondos del museo provienen de aportaciones de los socios, y son muchos los que no pueden reprimir la emoci¨®n al ver tras la vitrina los artilugios que empleaban sus abuelos para hacer la horchata o poner el palo a los polos. Unas instant¨¢neas recuerdan el car¨¢cter transhumante de la primitiva venta de helados. Muchos heladeros ten¨ªan tienda en los eriales de Castilla y Extremadura o en las playas norte?as y pasaban all¨ª los meses de la primavera y el verano. En los retratos aparecen camiones y carritos con nombres tan elocuentes como Helados El Valenciano en Valladolid o Avil¨¦s. Reciben al visitante unas alforjas con las que un animal de carga descendi¨® con barras de hielo envueltas en paja desde uno de los pozos de nieve de la monta?a alicantina. La imaginaci¨®n supl¨ªa a la t¨¦cnica: pinzas de la ropa manten¨ªan firmes los palos mientras los polos se congelaban, cilindros de metal horadados irregularmente hac¨ªan las veces de molde. El barquillo se tostaba en planchas sobre un manto de carbones encendidos. Al fondo de la sala de exposici¨®n sonr¨ªen a la c¨¢mara unos trabajadores del Ibi de principios de siglo mientras manejan las heladoras manuales que manten¨ªan el hielo granizado.
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