Yeltsin manda se?ales que anuncian la pr¨®xima destituci¨®n de Primakov
El primer ministro ruso, Yevgueni Primakov, sufre estos d¨ªas la amarga experiencia de comprobar en carne propia la escasa distancia que media entre estar en la cumbre y ser borrado del mapa. Hace apenas un mes, el ex ministro de Exteriores era considerado todav¨ªa como el aut¨¦ntico hombre fuerte y m¨¢ximo aspirante a sustituir a Bor¨ªs Yeltsin en el Kremlin. Ahora, sin embargo, ve impotente c¨®mo el presidente, apenas recuperado de su en¨¦sima crisis de salud, da a entender que piensa deshacerse de ¨¦l.
Yeltsin tiene un sentido de lo teatral que, con la torpeza de expresi¨®n y movimientos a que le reducen sus numerosos achaques, bordea con frecuencia el rid¨ªculo. El espect¨¢culo que protagoniz¨® el mi¨¦rcoles, con las c¨¢maras de televisi¨®n por testigos, ten¨ªa, pese a todo, un objetivo claro: demostrar que conserva el bast¨®n de mando e inquietar a Primakov.Ante el patriarca ortodoxo, Alejo I, y el propio primer ministro, el presidente se detuvo, mir¨® en torno, frunci¨® el ce?o y dijo tras 15 segundos que se hicieron eternos: "Est¨¢n sentados de forma incorrecta. Sergu¨¦i Stepashin es el primer viceprimer ministro. C¨¢mbiate de sitio". Y dicho y hecho: coloc¨® al lado de Primakov al titular de Interior, que estaba bastante m¨¢s lejos y que es un incondicional suyo ascendido hace unos d¨ªas. La cara del jefe de Gobierno era todo un poema.
El incidente constituy¨® un indicio m¨¢s de que Primakov, que ha logrado en los ¨²ltimos meses una estabilidad sin precedentes, ha cometido el "error" de hacerse demasiado popular, hasta el punto de que todas las encuestas le sit¨²an como el favorito ante las presidenciales del 2000. Todav¨ªa ayer, Oleg Sis¨²yev, vicejefe de la administraci¨®n presidencial, aseguraba, cumpliendo probablemente ¨®rdenes, que "ning¨²n primer ministro es imprescindible, incluyendo a Primakov".
Proceso de "impeachment"
La crisis tiene en el proceso de impeachment otro factor clave. A finales de la pr¨®xima semana, la Duma (C¨¢mara baja) debe debatir la destituci¨®n de Yeltsin, al que se acusa de "delitos" como desencadenar la guerra de Chechenia, bombardear el Parlamento o destruir el Ej¨¦rcito.Aunque 300 diputados (dos tercios) voten contra Yeltsin, ¨¦ste seguir¨¢ en el Kremlin, y ser¨ªa muy dif¨ªcil que tuviese ¨¦xito el proceso, que incluye el paso por el Consejo de la Federaci¨®n (C¨¢mara alta) y los tribunales Supremo y Constitucional.
Hace unos d¨ªas, cuatro analistas coincidieron en estos puntos:
1. Si Primakov es destituido, el impeachment ser¨¢ aprobado.
2. Si no hay cambio de Gobierno, tampoco prosperar¨¢ el juicio contra Yeltsin, ya que a la Duma no le interesa la inestabilidad que provocar¨ªa a siete meses de las elecciones legislativas.
3. Si cae Primakov, la Duma rechaza al relevo que proponga Yeltsin y ¨¦ste disuelve la C¨¢mara, la victoria electoral de los comunistas y sus aliados ser¨ªa a¨²n m¨¢s amplia de lo esperado.
As¨ª las cosas, es dif¨ªcil comprender los motivos que puede haber para destituir ahora a Primakov, lo que, con el impeachment por medio, suscita adem¨¢s riesgos de conflictos constitucionales. Otro peligroso efecto colateral ser¨ªa impedir que la Duma aprobase las leyes necesarias para cumplir las condiciones del Fondo Monetario Internacional al conceder los cr¨¦ditos vitales para evitar el colapso financiero. Pero hay que tener en cuenta dos factores: el caprichoso car¨¢cter de Yeltsin, que no consiente que nadie le haga sombra, y el inter¨¦s de su entorno m¨¢s inmediato (y que m¨¢s puede influir sobre ¨¦l) por colocar en la presidencia a quien no amenace sus intereses. Y Primakov no es ese hombre.
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