San Isidro
Por decir que san Isidro estaba bien elegido como patr¨®n de Madrid, pues no daba ni golpe, se soliviant¨® un lector. Me escribi¨® una larga carta en la que dec¨ªa: "El vago lo ser¨¢s t¨², porque aqu¨ª, los madrile?os, trabajamos". Estaba furioso y sospecho que, si llega a encontrarme, me da. Fui un incomprendido, francamente. Pues mi intenci¨®n no era sino manifestar la admiraci¨®n que siempre me ha producido este santo var¨®n, castellano donde los haya, justamente elevado a los altares, de cuyos milagros no se encuentra precedente alguno en la hagiograf¨ªa de la Iglesia. Un santo que realiza el milagro de que le hagan los bueyes las labores agr¨ªcolas para las que ha sido contratado mientras ¨¦l permanece quieto (quiz¨¢s a la sombra) dedicado a p¨ªas meditaciones no existe en el santoral, salvo este magno san Isidro, patr¨®n de Madrid. Quiz¨¢ de ah¨ª les venga a los madrile?os (no todos, obviamente) la vocaci¨®n de contemplar c¨®mo trabajan otros. All¨¢ donde hay obreros metidos en faena se forma siempre un amplio corro de viandantes atentos a su trajinar, y no es raro que alguno someta a cr¨ªtica su capacitaci¨®n y su diligencia e incluso le d¨¦ por corregirles la tarea.Hubo otros milagros de san Isidro que son reveladores de su privilegiado raciocinio. Especialmente significativo es el milagro del pozo, inmortalizado en una pintura del mismo nombre que se conserva en el Museo Municipal de Madrid. Ocurri¨® que el hijo de san Isidro y su esposa, Mar¨ªa Toribio, se cay¨® a un pozo profundo y ya pod¨ªan darle por muerto cuando se produjo el milagro. Cualquiera de los miles de santos existentes habr¨ªa hecho que un ¨¢ngel bajara a por el ni?o, lo acogiera amorosamente en su regazo y lo depositara en la superficie. Pero san Isidro no necesitaba de nadie y procedi¨® con l¨®gica terrenal: mediante una oraci¨®n pronunciada con intenso fervor consigui¨® que manara agua en el fondo del pozo y subiera de nivel con el ni?o flotando, hasta devolverlo a los brazos de sus padres sano y salvo. Estos prodigios y el reconocimiento de la piedad que llevaba el matrimonio produjeron que se les venerara ya en vida, de manera que, al morir, los dos fueron canonizados: primero Isidro el labrador, luego Mar¨ªa Toribio, con el nombre de santa Mar¨ªa de la Cabeza.
El s¨¢bado pr¨®ximo, Madrid celebrar¨¢ por ¨²ltima vez en el milenio la festividad de su santo patr¨®n, y la singularidad de la fecha deber¨ªa dar pie a unos fastos muy superiores a los habituales, que, en realidad, nunca tuvieron demasiada relevancia. Los mun¨ªcipes organizan actos, hay verbenas, quiz¨¢ pongan puestos de churros donde adem¨¢s vendan agua, azucarillos y aguardiente para dar color, y suenen piezas de zarzuela o alguna tonadilla castiza. Pero no es suficiente homenaje para los merecimientos y la significaci¨®n de san Isidro Labrador. Si no fuera por la feria taurina que lleva su nombre, ni se notar¨ªa que Madrid arde en fiestas. La feria taurina s¨ª tiene disposici¨®n y raigambre. La llamada Feria de San Isidro es, en su ¨¢mbito, el acontecimiento m¨¢s importante del mundo. Aqu¨ª unos festejos de nunca acabar; aqu¨ª unos carteles con lo m¨¢s granado del toreo activo y de la ganader¨ªa de bravo. Y aqu¨ª -en contrapartida- tambi¨¦n el acab¨®se y la desconcatenaci¨®n. Porque durante casi 30 d¨ªas -o los 30, si hubo aplazamiento de alguna corrida por lluvia- la barriada de Las Ventas se convierte en un hervidero humano, en un garaje inmenso, en un caos circulatorio, que deja el vecindario a merced de todas las incomodidades, sin posibilidad de resolverlas, y sumido, por tanto, en la desesperaci¨®n.
Esa hermosa calle de julio Camba, recientemente ampliada, queda reducida a un angosto pasillo porque muchos de quienes van a los toros estacionan sus coches en doble o triple fila; y menos mal, pues, si les dejaran, seguir¨ªan conduciendo hasta el mism¨ªsimo tendido. Cierto que a veces los agentes municipales les impiden dejar all¨ª el coche, pero a cambio permiten el aparcamiento de los enormes autocares que llevan turistas, tambi¨¦n en doble o triple fila, y entonces circular resulta imposible, salvo milagro.
El jueves ser¨¢ cuando empiece esta feria de fama mundial. El jueves ser¨¢ cuando vuelva el caos a la barriada de Las Ventas, sin que nadie est¨¦ al quite. San Isidro, no; y el Ayuntamiento, tampoco.
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