Tuc¨ªdides, en Kosovo
Un efecto colateral de la guerra de Kosovo es que pone de actualidad a Tuc¨ªdides. El ilustre ateniense ofrece orientaci¨®n en el marasmo de la limpieza ¨¦tnica y de los bombardeos. Muchas de las cosas que dijo hace veinticinco siglos en su Historia de la guerra del Peloponeso conservan tal actualidad, que parece que seguimos guerreando porque las hemos olvidado.Se repite que la de Kosovo no es una guerra por petr¨®leo, ni por territorios, que es una guerra para defender el derecho a la vida de dos millones de albanokosovares. ?Qu¨¦ dir¨ªa Tuc¨ªdides a eso? Desde sus primeras p¨¢ginas, el cl¨¢sico recuerda que ya en la guerra de Troya "Agamen¨®n organiz¨® la expedici¨®n y se puso a su frente porque era el caudillo m¨¢s poderoso de entonces, y no tanto porque los pretendientes de Helena se vieran obligados por el juramento hecho a Tind¨¢reo" (I, 9).
Buscador de lo cierto, Tuc¨ªdides insiste en que una cosa son los argumentos con que se explican las guerras y otra las acciones y los hechos. Es tan as¨ª, que les dio nombres diferentes, llam¨® a los primeros logos, y erga a los segundos. Visto lo cual, c¨®mo no preguntarse si en Kosovo el logos de salvar vidas humanas se corresponde con los erga sobre el terreno.
Interesante a este respecto es que Kissinger, quien inicialmente se mostraba contrario a que Washington enviase tropas a Kosovo en misi¨®n humanitaria, cambi¨® de criterio una vez iniciados los bombardeos y hoy opina que Estados Unidos no puede permitirse perder esa guerra, ya que ahora est¨¢ en juego un "inter¨¦s nacional auto-creado". O, como Tuc¨ªdides dec¨ªa, "...para una ciudad que tiene un imperio nada que le convenga carece de raz¨®n" (VI, 85).
?En qu¨¦ quedamos? ?Qu¨¦ es lo que est¨¢ en juego? ?Seres humanos o poderes mundanos? ?Un imperativo moral o un c¨¢lculo de poder? La duda se acentua m¨¢s cuando O"Shea, el portavoz de la OTAN, explica que no se pueden lanzar v¨ªveres en paraca¨ªdas a los albanokosovares que deambulan por Kosovo, ya que hacerlo conllevar¨ªa un gran peligro para los pilotos.
Sin embargo, nada de esto evita que algo se revele muy dentro al presenciar c¨®mo Milosevic brutaliza a miles y miles de seres humanos. ?Si un Estado maltrata a sus ciudadanos -con lo que deja de cumplir su misi¨®n b¨¢sica, que es defenderlos-, no es de justicia que los dem¨¢s Estados dejen de respetar su jurisdicci¨®n interior? ?No est¨¢ la OTAN ejerciendo un justo derecho de injerencia? Tuc¨ªdides contesta con la advertencia de los atenienses a los melios: "... en el c¨¢lculo humano, la justicia s¨®lo se plantea entre fuerzas iguales. En caso contrario, los m¨¢s fuertes hacen todo lo que est¨¢ en su poder y los d¨¦biles ceden" (V, 89). Corolario, para que la injerencia resulte ser derecho y no ocasi¨®n de abuso, es imprescindible que est¨¦ establecido cu¨¢ndo, qui¨¦n y c¨®mo puede llevarla a cabo. Dos de los estados m¨¢s fuertes, Estados Unidos y China, est¨¢n entre los pocos pa¨ªses que no han firmado la creaci¨®n del Tribunal Penal Internacional, que, cuando funcione, juzgar¨¢ desmanes como los de Kosovo.
Pero tampoco eso acalla esa voz interior que sigue diciendo: ?No se puede esperar para hacer algo al vigor de los tratados! Y la voz de la OTAN le hace coro: ?Por eso hemos intervenido! Entonces, la voz serena de Tuc¨ªdides dice: "... no se consigue la venganza conforme a la justicia por el simple hecho de que responde a una injusticia" (IV, 62). ?Qu¨¦ es lo que esa voz interior reclama? ?Justicia antes que venganza o venganza aunque sea sin justicia? Es justo reparar a quienes han sido injustamente da?ados y no lo es a?adir un da?o a otro limit¨¢ndose a castigar a quien lo hizo. La OTAN insiste: "Intentamos todo hasta que no qued¨® otra posibilidad que la fuerza". Tuc¨ªdides replica: "... tampoco la fuerza es garant¨ªa de ¨¦xito, por el hecho de que alimente buenas esperanzas" (IV, 62). "Las bombas son las bombas y tenemos muchas", apostilla la OTAN.
Entonces la l¨®gica se enfada con la OTAN. "Menospreciar la fuerza es pacifismo ingenuo, pero creer que la fuerza lo puede todo es la ra¨ªz de belicismo. Adem¨¢s, no creo que bombardear sea el tipo de decisi¨®n a la que puede llegarse por descarte. ?Quisiera saber a qu¨¦ planteamiento ¨¦tico responden los bombardeos?". "Actuamos siguiendo un imperativo moral, las atrocidades de Milosevic no pueden quedar sin respuesta", responde la OTAN. Y la l¨®gica vuelve a la carga: "?Obedecen a su imperativo moral pase lo que pase, sin atender a las consecuencias?". "Actuamos de acuerdo con nuestros valores y convicciones", insiste la OTAN.
"No tienen derecho a actuar as¨ª", se revuelve la l¨®gica, "no pueden obedecer a sus convicciones desentendi¨¦ndose de las consecuencias de sus actos. Eso lo puede hacer un ciudadano particular cuando en su actuar s¨®lo se compromete a s¨ª mismo. Los poderes p¨²blicos, sin embargo, est¨¢n obligados a rendir cuentas de lo que hacen, de todo lo que hacen, incluso de aquello que hacen sin querer, pero que se deriva de sus acciones. Los poderes p¨²blicos deben someterse a la ¨¦tica de la responsabilidad. Las buenas intenciones no bastan para justificar los actos de un poder p¨²blico, y menos que nunca cuando se trata de la guerra.
"Un momento", dice la OTAN, "nuestra actuaci¨®n no s¨®lo responde a la ¨¦tica de las convicciones, tambi¨¦n lo hace a la ¨¦tica de la responsabilidad. En Kosovo actuamos por el respeto que nos merece la vida y el derecho y para conseguir que no se repita m¨¢s lo que all¨ª est¨¢ pasando". La l¨®gica no se deja impresionar y replica: "?Y no se dan cuenta de que su por y su para, es decir, sus convicciones y sus fines, se est¨¢n mostrando incompatibles? Desean salvar vidas, evitar sufrimientos y proteger derechos, pero sus bombas est¨¢n produciendo lo contrario. ?O no?". De nuevo Tuc¨ªdides: "No resulta, en efecto, posible para un hombre controlar al mismo tiempo sus deseos y su suerte" (VI, 78).
La OTAN se acalora: "El responsable de lo que est¨¢ pasando es Milosevic y s¨®lo Milosevic". "?Qu¨¦ m¨¢s quisieran!", le espeta la l¨®gica, "pero saben que no es as¨ª. Si no, ?por qu¨¦ piden perd¨®n cada vez que matan inocentes? Eso les honra precisamente porque muestra que se sienten responsables". "Es cierto que nuestra acci¨®n est¨¢ costando ahora algunas vidas", responde la OTAN, "pero est¨¢ salvando muchas m¨¢s para ma?ana". Y la l¨®gica, rotunda: "Eso no lo sabemos ni usted ni yo. La humanidad hace su historia, pero no sabe la historia que hace. Sobre todo, cuando la hace a bombazos". Y Tuc¨ªdides: "...grandes e incalculables son las alternativas de la guerra, porque ¨¦sta, prolong¨¢ndose, suele las m¨¢s de las veces exponerse a los golpes de la fortuna y de ¨¦sta ambos distamos por igual ..." (I, 78).
En ese momento despert¨¦. Me hab¨ªa dormido leyendo La historia de la guerra de Kosovo, una guerra que s¨®lo se justifica si, al acabar, los albanokosovares est¨¢n mejor que antes de que empezara, pero no si ocurre lo contrario; si al acabar, la injerencia por razones humanitarias se regula en las Naciones Unidas, pero no si se extiende el precedente de que las naciones se autolegitimen para injerir unas en otras a su criterio; si al acabar, los Balcanes encuentran paz y prosperidad, pero no si se balcanizan m¨¢s con una ristra de protectorados inestables (Bosnia, Kosovo, Montenegro,...) que hagan la zona todav¨ªa m¨¢s propensa al conflicto; si al acabar, la cooperaci¨®n con Rusia supera las tensiones a que est¨¢ siendo sometida, pero no si descubrimos que las bombas han sembrado una variante de guerra fr¨ªa.
?Qu¨¦ hacer entonces para acabarla bien? Lo que cuenta Tuc¨ªdides que Herm¨®crates el siracusano dijo a los representantes de las ciudades sicilianas: "... no dejarme arrastrar por un insensato af¨¢n de rivalizar hasta el punto de creerme con capacidad de dominar por igual a la fortuna (sobre la que no dispongo de poder) y a mis propios deseos; antes bien, dispuesto estoy a ceder dentro de unos l¨ªmites razonables ..." (IV, 64).
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.