Estado com¨²n
VICENT FRANCH Precisamente cuando se abre la carrera para las tres citas electorales del 13 de junio, y adelant¨¢ndose a los tres tenores de turno, o a los bar¨ªtonos sustitutos o a los bajos por estrenar, el ex presidente del Gobierno Gonz¨¢lez, marca las pautas de su ausencia de modelo para resolver los problemas que presenta la demanda de una segunda transici¨®n esgrimida con insistencia por los nacionalismos vasco y catal¨¢n para superar el modelo dual de dependencia/chantaje en el que han de moverse y que tantas energ¨ªas resta a la democracia espa?ola y a las propias de Euskadi y Catalu?a. A ese prop¨®sito cobra mayor entidad el planteamiento esgrimido recientemente por Miguel Herrero de Mi?¨®n en el libro Derechos Hist¨®ricos y Constituci¨®n, cuando expone la disyuntiva entre mantener un modelo siempre en construcci¨®n, basado en la resistencia de los Gobiernos de Espa?a hacia las demandas de los nacionalismos vasco y catal¨¢n (al que suma el gallego) o bien, acceder a uno nuevo donde el Estado espa?ol pasar¨ªa de ser el tutor y vigilante de una soberan¨ªa ¨²nica a configurarse como Estado com¨²n plurinacional mediante la asunci¨®n de la tesis de los Fragmentos de Estado (que teoriz¨® Jellinek en el siglo pasado), que constituyen las naciones de Catalu?a, Euskadi y Galicia. Porque las acusaciones de Gonz¨¢lez hacia los nacionalismos democr¨¢ticos y hacia el propio PP (por su pasividad frente a ellos) se mueven en el terreno del inmovilismo, un handicap que habr¨ªan sufrido tambi¨¦n aquellas Comunidades Aut¨®nomas gobernadas todav¨ªa por el PSOE al comprobar que no importa cu¨¢l sea el signo del Gobierno de Espa?a, pues perviviendo el modelo de dependencia/chantaje, cuando los votos del partido que gobierna en una comunidad aut¨®noma no son necesarios para sostener al Gobierno estatal, desaparece la capacidad de chantaje, y la dependencia obliga o al silencio o a situaciones de abierta desobediencia, incomunicaci¨®n o, a provocaciones al hilo de una deficiente clarificaci¨®n legal de las competencias de unos y de otros. La ausencia de un verdadero modelo superador de ese dato an¨®malo que es mantener la incertidumbre sobre el destino de la articulaci¨®n del poder pol¨ªtico en el Estado que demandan los nacionalismos con ¨¦xito electoral, aboca a hip¨®tesis que podr¨ªan constituir verdaderas cat¨¢strofes pol¨ªticas: suponiendo, por ejemplo, que los votos del nacionalismo catal¨¢n o del vasco no fueran necesarios para dotar de mayor¨ªa solvente a los gobiernos de Espa?a, a la dependencia de las comunidades aut¨®nomas con gobierno de diferente signo al estatal deber¨ªaunirse una presi¨®n mucho m¨¢s fuerte de los primeros, con el consiguiente riesgo de inestabilidad y crispaci¨®n pol¨ªticas. Caminar, pues, hacia un modelo de Estado com¨²n y plurinacional no s¨®lo resolver¨ªa el delicado asunto de la permanencia arm¨®nica y coadyuvante de las naciones hist¨®ricas en el seno de Espa?a sino que ayudar¨ªa a fijar un marco definitivamente estable para la articulaci¨®n de todas las comunidades aut¨®nomas en ese futuro Estado. D¨¢divas sin generosidad, chantajes o dependencias s¨®lo convienen a quienes creen que la Constituci¨®n es un dogma, o un evangelio, y no un instrumento al servicio del conjunto de los pueblos de Espa?a. El nuevo modelo de financiaci¨®n que propone Zaplana, el entusiasmo de Pujol con el mismo, los disgustos de Gonz¨¢lez y los plantes de Rodr¨ªguez Ibarra, dejar¨ªan de tener sentido si hab¨ªa un nuevo pacto constitucional para llegar donde la l¨®gica pide. Vicent.Franch@uv.es
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