Foso sanitario
SI ALGO se desprende con claridad del informe anual de la Organizaci¨®n Mundial de la Salud (OMS), dado a conocer estos d¨ªas, es la existencia de un preocupante foso sanitario entre los pa¨ªses ricos y los subdesarrollados o en v¨ªas de desarrollo. El hecho, evidentemente, ya se sab¨ªa, pero cuando se traduce en cifras no deja de impresionar: m¨¢s de mil millones de habitantes de este planeta no pueden beneficiarse de las mejoras sanitarias logradas en el siglo XX y s¨®lo un 10% de las inversiones mundiales en investigaci¨®n sanitaria -p¨²blicas y privadas- se dedica a resolver los problemas de salud del 90% de la poblaci¨®n mundial.Pero el informe de la OMS no se limita a constatar con cifras la profunda y extendida desigualdad sanitaria. Tambi¨¦n hace un diagn¨®stico sobre los principales problemas de salud que afectar¨¢n a los pa¨ªses ricos y pobres en los pr¨®ximos decenios. Mientras los primeros tendr¨¢n que v¨¦rselas con males no contagiosos, como las cardiopat¨ªas, las depresiones o los derivados del tabaquismo, los segundos tendr¨¢n que seguir peleando -y muriendo- con enfermedades contagiosas, como la tuberculosis, el c¨®lera y, sobre todo, la malaria y el sida. Especial gravedad adquiere para la OMS -en muertos y en costes sanitarios- el consumo de tabaco. No es extra?o que la OMS se muestre beligerante frente a una industria empe?ada en compensar el creciente rechazo al tabaco en los pa¨ªses ricos con la invasi¨®n de los subdesarrollados.
La enfermedad es un riesgo inherente al ser humano. Pero no lo es la existencia de desigualdades tan profundas como las que denuncia la OMS para su prevenci¨®n o curaci¨®n. Un reparto equitativo de salud en el mundo exigir¨ªa, en principio, una mayor transferencia de solidaridad de los pa¨ªses ricos a los pobres para prevenir la infecci¨®n de los males -la malaria y el sida, en primer lugar- que diezman a sus poblaciones. Pero sobre todo hace falta una especie de concertaci¨®n sanitaria entre los organismos internacionales de salud y los Gobiernos del mundo, en especial los m¨¢s poderosos, para cuidar de que las poblaciones -tambi¨¦n las que viven en la llamada sociedad de la opulencia- tengan garantizada una cobertura p¨²blica de su salud a resguardo de las leyes del mercado.
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