Inquietante
F?LIX BAY?N De vez en cuando leo en el diario Sur de M¨¢laga noticias sobre las quejas de los fiscales de la Audiencia de esa ciudad. Se lamentan de que deben de compartir despacho entre muchos. Vista la actividad que desempe?an, m¨¢s bien parece que lo que reclamasen fuera un rinc¨®n para rellenar la quiniela con suficiente intimidad o un lugar para hacer la siesta. En los ¨²ltimos a?os vienen pasando cosas muy graves en la Costa del Sol y los no muy sagaces fiscales de la Audiencia no se dan por enterados. Si los fiscales de Chicago hubieran sido as¨ª, hoy Al Capone estar¨ªa en los altares. Cualquiera dir¨ªa que se limitan a cumplir las estad¨ªsticas y que todo lo dem¨¢s va a parar al archivo. Afortunadamente, no faltan yonquis chapuceros que, por falta de conocimiento del C¨®digo Penal, se convierten en candidatos a completar la estad¨ªstica. Lo de estos fiscales no se sabe si es falta de sagacidad, de moral de combate o, simplemente, de moral. Lo cierto es que, hasta que apareci¨® la fiscal¨ªa anticorrupci¨®n, es como si nada hubiera ocurrido en Marbella. La coincidencia del fiscal Castresana y del juez Santiago Torres ha estado a punto de acabar con el sesteo de la justicia en la Costa del Sol. Castresana y Torres han actuado como aut¨¦nticos aguafiestas. Hasta ahora nadie se escandalizaba de que hubiese magistrados que ten¨ªan a sus esposas y a otros familiares desempe?ando cargos a dedo en empresas presididas por Jes¨²s Gil. Tampoco hab¨ªa quien se alarmase por la suerte que siempre acompa?aba a Gil en los juzgados. Pero, con un poco de suerte, pronto volver¨¢n a sestear fiscales y magistrados. El juez Torres puede verse privado de la instrucci¨®n del caso que llev¨® a la c¨¢rcel al alcalde de Marbella si as¨ª lo decide la decana de los juzgados de esta ciudad, Pilar Ram¨ªrez, lo que abrir¨ªa el camino a la declaraci¨®n de nulidad de la instrucci¨®n. Eso si el Consejo General del Poder Judicial no decide antes la recusaci¨®n de la juez. Lo m¨¢s probable es que no lo haga. El Consejo ya archiv¨® hace seis meses un expediente contra ella por considerar que las actividades mercantiles de su padre y de su hermano eran insignificantes. La justicia es misteriosa: robar un radiocasete puede ser grave y, en cambio, es insignificante que el padre de la juez haya hecho convenios con el Ayuntamiento de Marbella de los que -gracias al diario El Mundo- se conoce el pago de al menos un cheque de 50 millones emitido por un banco suizo. Tambi¨¦n es insignificante que el padre de la juez -antiguo secretario judicial- se codee con sospechosos de pertenecer a grupos mafiosos. Tampoco es significante que la juez, de la que depende el reparto de asuntos en los juzgados marbell¨ªes, acumule la inmensa mayor¨ªa de las cuestiones que son conflictivas para el ayuntamiento, ninguna de las cuales ha llegado hasta ahora a prosperar. Ni que pusiera en manos de un empleado de Gil la administraci¨®n judicial de Puerto Ban¨²s, que depende de una empresa que es propiedad de uno de sus m¨¢s importantes rivales. Ni que Gil -acusado de malversaci¨®n en libertad bajo fianza- haya salido estos d¨ªas en su defensa. No me cabe duda -v¨¢lgame dios- de que todo es completamente legal y de que la juez y hasta su padre -a pesar de sus malas compa?¨ªas- son personas honorables. Pero, ?a que resulta muy inquietante?
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