Una violinista fascinante

En una sala colmada de p¨²blico y con asistencia del pr¨ªncipe Felipe, celebraron las Juventudes Musicales de Madrid los tres lustros de su m¨¢s reciente etapa: la presidida por Mar¨ªa Isabel Falabella. Y a tan feliz conmemoraci¨®n, el arte grande, hermoso y felic¨ªsimo de la violinista alemana Anne-Sophie Mutter (Rheinfelden, 1963), con el sorprendente ensamble noruego Solistas de Trondheim. Una y otros libraron una suerte de batalla de perfecciones en la que hubo pacto de identificaci¨®n, comp¨¢s por comp¨¢s y nota por nota.Tras dos preciosas nost¨¢lgicas y sensibles Melod¨ªas noruegas, de tan delicioso curso arm¨®nico-l¨ªrico y tan refinado aura popular, de Edward Grieg, la Mutter y sus colaboradores hicieron una interpretaci¨®n apabullante de la sonata denominada El trino del diablo, de Giuseppe Tartini, en instrumentaci¨®n del verista Riccardo Zandonai (Sacco, 1883-1944). Nada diab¨®lica de estilo, pero s¨ª bastante de dificultad, la p¨¢gina -fruto de un sue?o del compositor, como reza la leyenda de la que se deriva la subtitulaci¨®n de la Sonata en sol menor- enfila su prosa sentimental hacia lo rom¨¢ntico, direcci¨®n subrayada con inusitada belleza y elegancia por la concertista.

Luego, un best seller de todos los tiempos: Las cuatro estaciones, de Vivaldi, el genial veneciano que pese a los juicios despectivos de Carlo Goldoni, perdura y perdurar¨¢ en el gusto de los p¨²blicos por la suma de gracia y genio, impulso vital y melancol¨ªa cant¨¢bile. La excepcional violinista -?qu¨¦ prodigio de naturalidad, qu¨¦ arco tan interminable, qu¨¦ ligado tan humano!- con el cortejo de los tambi¨¦n virtuosos solistas n¨®rdicos motivaron el entusiasmo de la audiencia. Gran noche de m¨²sica pret¨¦rita, m¨¢s interpretada y gustada hoy que en su tiempo.