LA CR?NICA El viaje horizontal AGUST? FANCELLI
"Era fant¨¢stico notar que se hund¨ªa, tal vez porque por primera vez en su vida sab¨ªa al menos ad¨®nde se dirig¨ªa". No es la mejor frase que uno puede recordar cuando embarca en el buqueb¨²s de Barcelona a Palma de Mallorca. Uno no piensa y siente como Federico Mayol, el nacionalista catal¨¢n ag¨¦ que protagoniza El viaje vertical, de Enrique Vila-Matas. Servidor todav¨ªa es joven y, hasta donde sabe, a su mujer no se le ha ocurrido a¨²n echarle de casa. Adem¨¢s, este viaje no es vertical, sino horizontal. Pasa encima del agua: mayor horizontalidad, imposible. El catamar¨¢n Ronda Marina, de 77,50 metros de eslora por 26 de manga y 3,40 de calado, cuyo motor desarrolla una potencia de 4 por 4.320 kilovatios, espera indolentemente al pasaje frente a las Drassanes. Tiene el aspecto de nave de Star Trek, proa afilada como las orejas de Spok. No es el buque que habitualmente cubre el trayecto, pero se da la circunstancia de que su hermano m¨¢s joven y moderno, el Catalonia, que recorre las 110 millas (200 kil¨®metros) en unas tres horas, est¨¢ en revisi¨®n, en C¨¢diz. El Ronda Marina ha dejado temporalmente la l¨ªnea Algeciras-Ceuta para sustituirle. El embarque de pasajeros y veh¨ªculos se realiza por el mismo port¨®n trasero. Los coches se quedan en la bodega, las personas -alemanes, algunos rusos, nacionales dispersos- subimos a un sal¨®n de dos pisos ubicado en la popa. Los sillones ergon¨®micos, tapizados en tonos pastel, dejan en el centro un espacio libre donde se hallan frente a frente el Globetrotter Caf¨¦ y The Shop, todav¨ªa cerrados. En el piso de arriba hay otra barra, la del Stinger, anunciada con neones retorcidos. La decoraci¨®n combina el referente aeroportuario con la est¨¦tica binguera. Unas m¨¢quinas tragaperras apostadas tras unas mamparas sufren espasmos mel¨®dicos excitadas por un par de jugadores. A las dos y media de la tarde, en perfecto horario, el Ronda Marina se despereza. ?Es el barco que abandona el muelle o la ciudad que ha largado amarras, iniciando, como Mayol, un viaje vertical hacia la aniquilaci¨®n? Una voz femenina da por megafon¨ªa la bienvenida a bordo en castellano corriente, una variante santiagofisasiana del catal¨¢n y un ensayo alfredolandesco de ingl¨¦s. Advierte que est¨¢ prohibido salir a cubierta y que s¨®lo se puede fumar en la plazoleta del Globetrotter y The Shop, los cuales por cierto ya han abierto. En el primero sirven catering envuelto en celof¨¢n y bebida en vaso de porexp¨¢n. En el segundo hay un poco de todo: moda n¨¢utica, perfumes, peluches, llaveros, licores, vinos y prensa, tinta y rosada. No tabaco. El hilo musical divulga el Ave Mar¨ªa de Schubert, Casta diva, el Concierto de Aranjuez, los coros de Nabucco y, a modo de sabotaje, "Voi che sapete", de Las bodas de F¨ªgaro. Por popa, han crecido dos turbulentas estelas que se cierran a lo lejos como un labio blanco. Desde las bordas es casi imposible apreciar la incisi¨®n del agua practicada por las quillas, pues las ventanas herm¨¦ticas impiden la perspectiva. Adem¨¢s, los monitores de televisi¨®n esparcidos por la sala se han puesto a vomitar una pel¨ªcula de Richard Geere en unos prost¨ªbulos chinos a un volumen tal que el ojo clavado en el horizonte acaba por sucumbir a la dictadura del o¨ªdo. Rumbo 180 grados, sur, sur, directo a Sa Dragonera. Hubo un tiempo en que los capitanes de la Transmediterr¨¢nea, como salidos de Zorba el griego, enfilaban alguna vez el estrecho entre el islote y Es Pantaleu, peligrosa roca junto a la costa. La haza?a levantaba aplausos de reconocimiento del pasaje. El Ronda Marina pasa indiferente por fuera del lugar, supera Port d"Andratx y dobla el cabo de Cala Figuera para ir al encuentro del luminoso abrazo de la bah¨ªa de Palma. A las 18.45 horas est¨¢ atracado. Tres cuartos de hora m¨¢s tarde la catedral de Palma pierde su celebrada serenidad para emprender, ella tambi¨¦n, un insensato viaje vertical, mientras el buqueb¨²s enfila el rumbo norte exacto, direcci¨®n a Barcelona. Por el hilo musical se oye ahora Chiquitita. Richard Geere no ha cambiado de actitud, sigue en los prost¨ªbulos chinos. Cae la oscuridad en alta mar y con ella la sospecha de que la traves¨ªa pierde horizontalidad por momentos. A las doce de la noche, uno, que ya no se siente tan joven, est¨¢ en la estaci¨®n mar¨ªtima, buscando desesperadamente un taxi y temiendo que su mujer le haya echado de casa. A veces los horizontes se tuercen. Pero el mar sigue perfectamente horizontal.
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