La metr¨®polis compacta
Aprender de los errores ajenos es una norma de sabidur¨ªa tan elemental como dif¨ªcil de ejercer. S¨ªrvame frase tan grandilocuente como entradilla para poner en conocimiento del respetable un hecho que comienza a ser popular entre los estudiosos pero que todav¨ªa est¨¢ lejos de pertenecer al acervo de decisores y p¨²blico en general. Me refiero al ya constatado fracaso de la metr¨®polis dispersa, es decir de aquella caracterizada por la dispersi¨®n de los asentamientos urbanos ya sean ¨¦stos residenciales, industriales o terciarios. Es cierto que el desarrollo econ¨®mico, las tendencias del mercado y la mejora de los medios de comunicaci¨®n han provocado desde principios de siglo la aparici¨®n del movimiento centr¨ªfugo que conduce a la difusi¨®n urbana y a la creaci¨®n de ¨¢reas metropolitanas cada vez m¨¢s extensas y de l¨ªmites m¨¢s difusos. De hecho, ya se habla de regiones metropolitanas y no de ¨¢reas metropolitanas y la de Barcelona comprende hoy en d¨ªa m¨¢s de 160 municipios como demuestran recientes estudios de las relaciones de interdependencia. Estamos a un paso de la ciudad-regi¨®n de la que ya se hablaba en nuestro pa¨ªs, por cierto, antes de la guerra civil. Tambi¨¦n es cierto que aunque no hubi¨¦ramos sufrido la mal¨¦fica influencia de una zonificaci¨®n aplicada mim¨¦ticamente siguiendo los principios del urbanismo moderno de la Carta de Atenas, hubiera sido muy dif¨ªcil evitar que el efecto segregador de los precios del suelo y las diferentes necesidades localizativas de los distintos usos urbanos crearan espacios urbanos con altos grados de especializaci¨®n funcional en el que los sufridos usuarios no tenemos m¨¢s remedio que dedicar buena parte de nuestro tiempo a movernos de aqu¨ª para all¨¢: de la residencia, al trabajo, la escuela, la universidad, las compras, el ocio, las gestiones etc... Sin embargo, incluso admitiendo como signo de los tiempos la difusi¨®n urbana y aceptando, no sin cabreo y dudas, esta fractura de la ciudad pomposamente llamada especializaci¨®n funcional, seamos por lo menos m¨ªnimamente inteligentes y no caigamos en la trampa de la dispersi¨®n, caracter¨ªstica ¨¦sta que acaba por hacer definitivamente inhabitable y muy costosa la metr¨®polis moderna. Otros ya se han dado cuenta y valga como ejemplo que en el reino de la dispersi¨®n urbana (le¨¢se los Estados Unidos) existe un verdadero peregrinaje de l¨ªderes de otras comunidades urbanas (all¨ª los l¨ªderes no siempre son, afortunadamente, pol¨ªticos) que viajan a Portland a aprender. Y ello por la sencilla raz¨®n de que en Portland han ido desde principios de los setenta a contracorriente y han conseguido (no sin problemas y conflictos como debe ser) construir un ¨¢rea metropolitana con un downtown o ¨¢rea central din¨¢mica bien conectada mediante el transporte p¨²blico a unas periferias bien cuidadas, evitando el sprawl o dispersi¨®n caracter¨ªstica de las aglomeraciones urbanas de ese pa¨ªs, emitiendo bonos para la adquisici¨®n de suelo para nuevos parques urbanos etc... Una metr¨®polis compacta (al menos relativamente ) en el reino de los ciegos. Se han dado cuenta, en Portland y en otros muchos sitios, que la dispersi¨®n es mala soluci¨®n: multiplica las necesidades de uso del veh¨ªculo privado, consume innecesariamente suelo, encarece el abastecimiento de servicios, maximiza el individualismo, debilita la identidad colectiva etc. Tenemos que intentar volver a agrupar las periferias urbanas en h¨¢bitats de densidad razonable, bien dotadas de servicios y donde funcione el sistema de transporte p¨²blico. Y si hay que separar usos, hay formas y formas de hacerlo (cinturones verdes de separaci¨®n, diferenciaci¨®n de tr¨¢ficos etc). Una relectura de la obra de Idelfons Cerd¨¤, una visita a la exposici¨®n abierta en la Fundaci¨®n Bancaixa hasta el 18 de mayo, nos puede ser de utilidad para repensar el ¨¢rea metropolitana. Repensar nuestra ¨¢rea metropolitana donde siguen proliferando con pasi¨®n suicida urbanizaciones dispersas, pol¨ªgonos industriales, centros comerciales y de ocio sin que nuestros pr¨®ceres se inquieten lo m¨¢s m¨ªnimo. Espero con desconfiada esperanza leer en los ya pr¨®ximos programas electorales alguna propuesta sensata. Sorpr¨¦ndanme, por favor.
Josep Sorribes es profesor de Econom¨ªa Regional y Urbana de la Universidad de Valencia.
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