El mundo del tren, al detalle
Suena el silbato y la vieja m¨¢quina Aurrera, que pasa del siglo, comienza a moverse lentamente tirando de los vagones Pagoa y Aritza, fabricados en 1925 para el Ferrocarril del Urola por la empresa CAF de Beasain. De repente, la estaci¨®n de Azpeitia retrocede en el tiempo y sus ra¨ªles vuelven a sentir el peso del tren que ven¨ªa desde Zumarraga y llegaba hasta Zumaia, aunque ahora el recorrido se haya reducido hasta la estaci¨®n de Lasao y la frecuencia se limite a dos viajes los s¨¢bados y uno los domingos. Porque ya no se trata de un viaje tradicional, sino la puesta en acci¨®n de una peque?a parte de los efectivos del Museo vasco del Ferrocarril, que recoge la agitada y rica historia de este medio de transporte en todos sus aspectos. Y es que, qu¨¦ mejor que una estaci¨®n de tren para ubicar un museo del ferrocarril. Sobre todo si, como sucede en el caso vasco, cuenta con una serie de elementos propios fundamentales para comprender la evoluci¨®n t¨¦cnica de este medio de transporte. As¨ª, en esta terminal de la localidad guipuzcoana de Azpeitia donde se encuentra el museo se conserva en perfecto estado, por ejemplo, la sala de m¨¢quina-herramienta, lo que era el primitivo taller de reparaci¨®n del antiguo ferrocarril del Urola, el que un¨ªa Zumarraga con Zumaia. Todav¨ªa en funcionamiento, gracias a un simple motor el¨¦ctrico de 18 kilowatios, este completo quir¨®fano ferroviario para una peque?a l¨ªnea comarcal da una idea de la importancia que ha tenido el tren en las comunicaciones de los distintos territorios vascos, como bien refleja este museo, que est¨¢ considerado uno de los mejores de Europa en su especialidad. Fundaci¨®n El Museo vasco del Ferrocarril se fund¨® en enero de 1992, despu¨¦s de que durante seis a?os la estaci¨®n de Azpeitia estuviera abandonada al dejar de funcionar en 1986 la l¨ªnea del Urola. En un principio, el museo acog¨ªa el edificio de la estaci¨®n y el de enfrente, en lo que fueron unos modestos inicios, hasta que el 4 de octubre de 1994 adquiri¨® la mayor¨ªa de edad con la puesta a disposici¨®n del p¨²blico de todas las dependencias de la terminal, en lo que fue una iniciativa de Euskotren, entidad que contin¨²a siendo responsable de toda la exposici¨®n. El recorrido por esta veterana estaci¨®n de Azpeitia recala en todos los componentes vitales del ferrocarril: desde los relojes del maquinista a los aparatos expendedores de aquellos billetes de cart¨®n, similares al que se entrega al visitante en forma de entrada, uno de los innumerables detalles que tiene este centro. Destaca sin duda el mimo que ponen sus responsables en cada una de las dependencias y piezas que conforman este complejo de salas (cuenta con sal¨®n de actos y biblioteca), cocheras, talleres y hasta un puente giratorio para dar la vuelta a los cerca de 40 veh¨ªculos que completan la colecci¨®n m¨¢s llamativa. Ah¨ª est¨¢n, por ejemplo, las veteranas locomotoras de vapor, como la citada Aurerra o la Zugastieta, fabricada en Gran Breta?a por la compa?¨ªa Sharp Steward en el a?o 1888 para la l¨ªnea de v¨ªa estrecha entre Amorebieta y Gernika y que hoy goza del honor de ser la m¨¢quina de este tipo m¨¢s antigua en funcionamiento de Espa?a. Pero esta colecci¨®n no pretende ser un cementerio de viejas glorias, sino un recorrido por la evoluci¨®n hist¨®rica del ferrocarril. As¨ª, a las indestructibles m¨¢quinas de vapor les sucedieron las locomotoras diesel, y a ¨¦stas, las el¨¦ctricas. Los aficionados pueden recrearse con la m¨¢quina que funcion¨® en la l¨ªnea entre San Sebasti¨¢n y Hendaia, el tren conocido como el Topo, y que, dado que pasaba por el centro de la capital guipuzcoana, contaba, adem¨¢s del silbato preceptivo, de campana. Y no pod¨ªa faltar una muestra del transporte urbano por ra¨ªles, el tranv¨ªa, del que tambi¨¦n se ofrece un breve recorrido. Como curiosidad, este apartado incluye uno de los trolebuses que sub¨ªan a Igueldo que, aunque cuenta con neum¨¢ticos en lugar de ruedas de hierro, manten¨ªa la misma forma de tracci¨®n, la el¨¦ctrica, que el tranv¨ªa tradicional. El ¨²ltimo cap¨ªtulo de la historia del transporte por ra¨ªles lo ocupa, c¨®mo no, el metro de Bilbao, ¨²ltima apariencia que ha tomado el caballo de hierro en el Pa¨ªs Vasco. El reloj imprescindible Entre las im¨¢genes que la memoria del tren no puede olvidar est¨¢ la del jefe de estaci¨®n mirando su reloj de bolsillo y comprobando, impotente, que un d¨ªa m¨¢s llega con retraso. El reloj est¨¢ unido indisolublemente a la vida del ferrocarril, no s¨®lo para comprobar la puntualidad, tambi¨¦n para regular el tr¨¢fico. Si este aparato para medir el tiempo es un elemento indispensable en la vida moderna, en los albores del tren supone un componente extravagante m¨¢s en lo que era toda una revoluci¨®n en la forma de entender tanto el espacio como el tiempo. El Museo del Ferrocarril incluye, de este modo, una colecci¨®n de relojes, de estaci¨®n y de bolsillo, que muestran la estrecha vinculaci¨®n entre la vida ferroviaria y la medici¨®n del tiempo. Los relojes de las estaciones del Pa¨ªs Vasco est¨¢n aqu¨ª recogidos, junto a ejemplares procedentes de otros territorios, en lo que ha sido una paciente recopilaci¨®n realizada por Jes¨²s M¨ªnguez, veterano ferroviario de Renfe. Y como colof¨®n de una visita imprescindible, lo que hoy se podr¨ªan llamar los "complementos" del mundo del tren: m¨¢quinas expendedoras de billetes, faroles para el trabajo nocturno o ese equipo para el almuerzo del maquinista, resumen en tres objetos de los rigores que llevaba la vida de los ferroviarios.
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