Las dos caras de la sociedad se manifiestan ante el Parlamento
Banderas rojas con la hoz y el martillo superaban en una proporci¨®n de seis a uno a las azules, blancas y rojas de la nueva Rusia. Si la suerte de Bor¨ªs Yeltsin dependiese de la opini¨®n de los concentrados ayer frente a la entrada principal del edificio de la Duma, tendr¨ªa que estar haciendo las maletas, ya que el n¨²mero de sus defensores y detractores guardaba relaci¨®n directa con las banderas que enarbolaban.Un intenso tr¨¢fico de veh¨ªculos divid¨ªa Ojotni Riad, la calle a tiro de piedra del Kremlin en la que se encuentra la C¨¢mara baja del Parlamento. La polic¨ªa imped¨ªa el acceso a la acera del edificio y, justo enfrente, ante el hotel Mosc¨², separaba a los manifestantes seg¨²n su color pol¨ªtico.
A un lado, unas 300 personas apenas si ocupaban la mitad del espacio adjudicado, mientras montaban guardia casi silenciosa con banderas y pancartas entre las que destacaba una que proclamaba: "?No a la dictadura nacional-comunista!". Eran pocos, pero a la postre fueron los que pudieron cantar victoria.
Una mujer de unos 50 a?os, que dijo llamarse Irina Vas¨ªlievna y ser profesora de universidad, explicaba por qu¨¦ estaba all¨ª: "Mi padre muri¨® en un l¨¢guer de Magad¨¢n, en tiempos de Stalin, y yo me cri¨¦ sin saber lo que significaba la palabra libertad. La situaci¨®n es muy dif¨ªcil, pero si los comunistas volviesen al poder caer¨ªamos en la tiran¨ªa".
El espect¨¢culo estaba en el otro bloque de manifestantes, en torno a 2.000, que desbordaban el l¨ªmite del hotel y ocupaban las estribaciones de la contigua plaza del Manezh. Pese al intenso ruido del tr¨¢fico, que no se interrumpi¨® en ning¨²n momento, simpatizantes comunistas vociferaron durante horas contra Yeltsin. Lo m¨¢s suave que proclamaban las innumerables pancartas eran lindezas como "?Yeltsin, dimisi¨®n!", "?Culpable!", "?A la c¨¢rcel!" y "?Tirano!". Algunos gritos eran irreproducibles.
Mar de banderas rojas
Entre el mar de banderas rojas se exhib¨ªan decenas de fotograf¨ªas de soldados rusos desaparecidos o muertos en la desastrosa guerra de Chechenia, una "aventura insensata" que Yelena Max¨ªmovna, de 55 a?os, que cobra una pensi¨®n mensual de 600 rublos (apenas 4.000 pesetas), no perdona a Yeltsin: "?l tiene la culpa de la muerte de mi hijo. Se lo llevaron a la fuerza cuando s¨®lo ten¨ªa 18 a?os. Le mataron en Grozni y dejaron que su cad¨¢ver se pudriese en la calle, para que se lo comiesen los perros".
Si hubo un momento en el que la marea roja estuvo al borde de la revuelta fue cuando sali¨® a la calle el ultranacionalista Vlad¨ªmir Zhirinovski, que poco antes hab¨ªa anunciado que su voto rechazaba en bloque la condena a Yeltsin. Le llamaron de todo: ladr¨®n, corrupto, vendido y traidor. Pero ¨¦l ni se inmut¨®. Sonri¨® e incluso salud¨® burl¨®n con la mano a quienes le increpaban.
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