Caras
DE PASADAHay caras que lo dicen todo. La convenci¨®n celebrada por los populares el pasado s¨¢bado en C¨®rdoba no fue el ¨¦xito rotundo que esperaban los dirigentes locales del partido. Apenas 1.500 personas acudieron a la sala de barrio de F¨¢tima. El rostro del teniente de alcalde de la Presidencia, Antonio Prieto, con gesto preocupado, era suficiente para saber que no estaban satisfechos. A su cara se un¨ªan constantes idas y venidas, pasillo arriba, pasillo abajo. La gente no llegaba. Treinta minutos se retras¨® el inicio del acto esperando la afluencia de p¨²blico. Del p¨²blico y del presidente del Gobierno, Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar, que se present¨® 45 minutos tarde. Eso s¨ª, lleg¨® y entr¨®. Ni un minuto pudo esperar Aznar para recibir la ovaci¨®n de los asistentes. En pleno discurso del alcalde, el presidente baj¨® por las escaleras del pabell¨®n. De repente. Sin previo aviso. Menuda cara se le qued¨® a Merino, justo cuando hab¨ªa cogido carrerilla. Quit¨¢ndole la palabra de la boca, se baj¨® el volumen a su micr¨®fono y el himno popular atron¨® en el pabell¨®n. Los focos dijeron adi¨®s al alcalde y se centraron en el presidente. El gesto que lanz¨® Merino a alguno de sus colaboradores fue m¨¢s que elocuente. Maldita gracia le hizo la interrupci¨®n, para cinco minutos que ten¨ªa y se los cortan. Eso s¨ª, Aznar subi¨® al estrado y se hicieron la foto juntos. Pese a todo, no le vino mal el corte. Otra cara ten¨ªa Merino el jueves en la inauguraci¨®n de Las Tendillas. Ba?o de masas. La totalidad de los ediles populares estaba presente. Por el contrario, ni un solo miembro de la oposici¨®n acudi¨® al acto: no hab¨ªan sido invitados. La situaci¨®n fue bochornosa. Miles de personas agarradas a una cinta que rodeaba la plaza, esperando para salir corriendo y tocar el agua de la fuente. Vigilando con el rabillo del ojo al vecino, no fuera a ser que tomara la delantera y ocupara alguno de los bancos. A la cabeza de la ciudadan¨ªa, la n¨²mero 14 de la lista del PP, Mar¨ªa Antonia Cuadrado, la suegra de ?lvarez Cascos. Se lo propuso y lo logr¨®. Nada m¨¢s cortar el alcalde la cinta, Marita, como la llaman sus allegados, salt¨® al ruedo y pill¨® un lugar de privilegio en uno de los bancos de la plaza. Cara de inmensa felicidad. ?ste es m¨ªo, debi¨® de pensar cuando asent¨® sus reales sobre el granito negro. No logramos imaginar su gesto si finalmente consigue un asiento en el pleno del Ayuntamiento. ANTONIO FERN?NDEZ
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