La huelga
KOLDO UNCETA La huelga general convocada por los sindicatos del Pa¨ªs Vasco para el pr¨®ximo d¨ªa 21 constituye una importante novedad en el panorama reciente de las reivindicaciones laborales. No se trata esta vez de reclamar incrementos salariales, ni tampoco de oponerse a reformas del mercado de trabajo decididas por el Gobierno. Lo que los convocantes proponen, de manera clara y contundente, es la reducci¨®n de la jornada laboral hasta las 35 horas semanales. No cabe duda de que el debate sobre el tiempo de trabajo y, m¨¢s all¨¢ incluso, sobre el propio concepto del trabajo es, en este tormantoso final de siglo y de milenio, una de las grandes cuestiones que centran la atenci¨®n de numerosos intelectuales, movimientos sociales, y agentes econ¨®micos. Durante los ¨²ltimos a?os se han escrito miles de p¨¢ginas sobre el empleo y el trabajo, sobre su reparto social, sobre la supresi¨®n de las horas extraordinarias y, de modo general, sobre la necesaria b¨²squeda de f¨®rmulas que permitan incrementar el ocio de algunos, facilitando al tiempo la integraci¨®n de otros en el mundo laboral. Se han realizado incluso conferencias y congresos en los que destacados estudiosos del tema han aportado sus puntos de vista, o mostrado las experiencias llevadas a cabo en otros lugares, sobre todo en Europa. El debate, con todo, apenas hab¨ªa trascendido hasta ahora a los centros de trabajo o a la calle. Dir¨ªase que mientras las c¨²pulas sindicales discut¨ªan sobre el reparto del empleo y la reducci¨®n de la jornada laboral con pol¨ªticos e intelectuales, las bases de esos mismos sindicatos -y la mayor¨ªa de los mortales- segu¨ªan levant¨¢ndose todas las ma?anas con la esperanza de un aumento del salario, aunque ello fuera a costa de trabajar m¨¢s horas al d¨ªa. La discusi¨®n sobre estos temas ha venido estando, adem¨¢s, salpicada de c¨¢lculos y especulaciones sobre la capacidad de generar empleo que tendr¨ªan las medidas reductoras del tiempo de trabajo. Los patronos, en general, han cerrado filas en torno a la idea de que tales medidas apenas tendr¨ªan efectos positivos sobre el empleo, mientras que podr¨ªan dar lugar a p¨¦rdidas de productividad. Los sindicatos y un buen n¨²mero de expertos han incidido en los argumentos contrarios. Nada de esto es nuevo, pues la historia se ha repetido cada vez que se han planteado reducciones de jornada. Y a la postre, poco a poco se han ido abriendo nuevos espacios al ocio, a la cultura y al esparcimiento sin que ello supusiera ning¨²n terremoto en el funcionamiento econ¨®mico, sino al rev¨¦s. Por ello, a mi entender, la clave de la cuesti¨®n no est¨¢ en los efectos inmediatos que tales medidas pudieran tener sobre el empleo -que sin duda, pocos o muchos, los tendr¨ªan- sino el reconocimiento de que se trata de una reclamaci¨®n en sinton¨ªa con la b¨²squeda de un mayor bienestar y una evidente mejor distribuci¨®n de todas las oportunidades. Ahora bien, ?en qu¨¦ medida existe suficiente debate sobre todo ello? ?Cu¨¢nto se est¨¢ discutiendo sobre el tema en cuesti¨®n en la mayor¨ªa de los centros de trabajo en los d¨ªas previos a la huelga convocada? ?Servir¨¢ esta movilizaci¨®n para avanzar en un nuevo consenso social sobre el tiempo de trabajo? Ser¨ªa una l¨¢stima que los sindicatos, ampar¨¢ndose en la justicia de esta reclamaci¨®n, desperdiciaran la oportunidad para avanzar en ese camino. El mayor o menor ¨¦xito de la huelga no deber¨ªa dilucidarse en las guerras de cifras sobre su seguimiento -el cual, como es sabido, puede responder a factores muy diversos- sino, fundamentalmente, en la utilidad que su convocatoria haya tenido para avanzar en una nueva propuesta y una nueva cultura sobre el trabajo y su reparto. De ello depender¨¢, en ¨²ltimo t¨¦rmino, el respaldo a las futuras negociaciones sobre el tema.
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