El se?or en su fortaleza
Francisco Cacharro, el presidente de la Diputaci¨®n de Lugo, es el amo de la provincia y hasta Fraga se somete a su autoridad
,A alg¨²n jocoso le dio en Lugo por inventar un nombre para una especie de daiquiri local. Le llaman Cacharro Pardo, como el presidente de la Diputaci¨®n y del PP provincial, y se compone de ron Cacique y cualquier bebida de lim¨®n, cuya mezcla forma un compuesto pardusco. Francisco Cacharro sabe bien que para mucha gente encarna la quintaesencia del viejo uso caciquil, pero no parece que le importe demasiado. En los m¨ªtines de las elecciones auton¨®micas de 1997 extend¨ªa sus brazos, colocaba las manos en paralelo, como quien traza el dibujo de un surco, y exhortaba a los suyos: "Hay que canalizar los votos hacia las urnas".Baqueteado por los avatares de la pol¨ªtica nacional, Manuel Fraga decidi¨® en 1989 optar a la presidencia de la Xunta de Galicia. Su intenci¨®n era encabezar la lista del PP por Lugo, su provincia natal. A Cacharro no le gust¨® la idea y el fundador del partido prefiri¨® no provocar su c¨®lera. Fraga tuvo que encontrar acomodo en la de A Coru?a. Una d¨¦cada despu¨¦s, el le¨®n de Vilalba ha encadenado tres mayor¨ªas absolutas, pero Cacharro sigue en Lugo haciendo y deshaciendo a su antojo: quita y pone alcaldes, decide el destino de las inversiones, supervisa las candidaturas y, si se tercia, es capaz de echar un pulso al propio patr¨®n.
Cacharro naci¨® en noviembre de 1936, a los cuatro meses de estallar la guerra civil, que, como a tantos otros, le marc¨®. Su padre era un maestro republicano que fue represaliado y desterrado a Ja¨¦n, donde ¨¦l vino al mundo. Al terminar el conflicto b¨¦lico, la familia regres¨® a Lugo y se estableci¨® en A Fonsagrada, un hermoso, inh¨®spito y g¨¦lido lugar de la monta?a. Vivi¨® una infancia de privaciones, pero su determinaci¨®n para escapar de la pobreza venci¨® todos los obst¨¢culos. Estudi¨® magisterio y se hizo inspector de educaci¨®n, puesto desde el que forj¨® su gran capital pol¨ªtico: conoci¨® la provincia y estableci¨® una duradera red de contactos.
En contra de los ideales de su padre, se afili¨® a AP. En las primeras elecciones democr¨¢ticas fue, junto al actual ministro de Exteriores, Abel Matutes, uno de los dos ¨²nicos senadores que Fraga logr¨® en toda Espa?a. Tras una breve estancia en la Xunta como consejero de Educaci¨®n, alcanz¨® en 1983 la presidencia de la Diputaci¨®n de Lugo. Desde ella fue deshaci¨¦ndose de sus rivales dentro del partido, pol¨ªticos con mucho m¨¢s pedigr¨ª y trayectoria que ¨¦l, como el ex ministro franquista Antonio Carro o la familia Ros¨®n. Y ya nunca ha bajado del 50% de los votos.
Nadie como ¨¦l sabe manejar los fondos p¨²blicos en beneficio propio. Favorece a los alcaldes que le rinden pleites¨ªa y en los escasos ayuntamientos donde no gobierna el PP -s¨®lo seis de 67- crea instituciones paralelas para repartir inversiones entre los vecinos. Controla la provincia con mano de hierro y lapida a cualquiera que le haga sombra - el actual alcalde de Lugo, Joaqu¨ªn Garc¨ªa D¨ªez, estaba alcanzando una popularidad excesiva y le ha impedido presentarse a la reelecci¨®n-, pero la disciplina de partido no va con ¨¦l: en 1985 cambi¨® antes de llegar a la Junta Electoral las candidaturas aprobadas por la direcci¨®n regional y elimin¨® a los partidarios del entonces presidente del Parlamento auton¨®mico, Antonio Ros¨®n. Uno de los pocos que le ha plantado cara ha sido el fiscal jefe de la Audiencia Provincial, Jes¨²s Garc¨ªa Calder¨®n, quien se atrevi¨® a acusar de corrupci¨®n a varios alcaldes del PP y tuvo que acabar pidiendo amparo a la Fiscal¨ªa General del Estado ante las descalificaciones de Cacharro.
Pero, pese a que ha prestado su nombre a un dudoso c¨®ctel, Cacharro sigue manteniendo un aura de hombre misterioso. "S¨®lo puedo decir tres cosas de ¨¦l", comenta un antiguo rival pol¨ªtico: "Que no conf¨ªa en nadie, que nunca olvida y que es in¨²til tratar de definirlo".
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