Takeshi Kitano salta de la negrura tr¨¢gica a una apacible comedia
Verd¨² y Maura protagonizan la pel¨ªcula chilena "El entusiasmo"
ENVIADO ESPECIALHab¨ªa curiosidad por ver qu¨¦ rumbo toma el singular¨ªsimo cine del japon¨¦s Takeshi Kitano despu¨¦s de que Hana-Bi lo convirtiese en un cineasta de moda. Su nuevo filme, Kikujiro, hace un regate a esta curiosidad e inesperadamente salta de la negrura tr¨¢gica a una apacible y divertida comedia. Mientras tanto, tuvo lugar la pen¨²ltima presencia espa?ola: la actuaci¨®n de Carmen Maura y Maribel Verd¨² en El entusiasmo, del chileno Ricardo Larra¨ªn.
El chileno Ricardo Larra¨ªn, que prometi¨® mucho hace unos a?os en La frontera, ha tra¨ªdo a la Quincena de los Realizadores un filme poco consistente, El entusiasmo. En ese mismo rinc¨®n de la Quincena fue donde, en 1993, se dio a conocer fuera de Jap¨®n Takeshi Kitano con Sonatine, cuyo ¨¦xito se prolong¨® tres a?os despu¨¦s en El retorno de los muchachos y en 1997 con Hana-Bi, ganadora del Le¨®n de Oro de Venecia. Con esta hermosa tragedia Kitano salt¨® de la complicidad de los cin¨¦filos enterados y enteradillos al gran p¨²blico, y hab¨ªa aqu¨ª curiosidad por ver por d¨®nde iba su cine tras esta obra cumbre. La curiosidad ten¨ªa fundamento. No parec¨ªa posible ir m¨¢s all¨¢ de donde lleg¨® Kitano en Hana-Bi y se esperaba un giro de estilo o de orientaci¨®n argumental en Kikujiro, su nueva pel¨ªcula. Lo hay, pero s¨®lo a medias.Kitano abandona la negrura y la violencia, deja de hacer tragedia y traza un di¨¢fano itinerario de comedia, un relato distendido, apacible y lleno de humor, que sorprendentemente se atiene a las mismas, o muy parecidas, claves formales y reglas de construcci¨®n de todas sus pel¨ªculas anteriores. Nada hay que se parezca a una pel¨ªcula de Kitano salvo otra pel¨ªcula suya, aunque su tono y su entramado argumental sean opuestos. S¨®lo del escritor, int¨¦rprete y director de Hana-Bi y Sonatine puede proceder la tierna Kikujiro, pues s¨®lo Kitano respira y hace respirar el cine de esa manera, tanto da provocando escalofr¨ªos que haci¨¦ndonos re¨ªr.
El otro d¨ªa hicieron en la televisi¨®n una larga entrevista al cineasta japon¨¦s. Dijo all¨ª Kitano: "Hay un demonio c¨®mico dentro de cada escena tr¨¢gica". Esta observaci¨®n radiograf¨ªa su estilo, asustante de puro directo. No hay ning¨²n cineasta en activo que se las arregle para ir al grano de manera m¨¢s r¨¢pida y rectil¨ªnea que Kitano y esto marca con sus huellas dactilares todo el celuloide que filma: se le distingue en cuanto se le ve sin dejar margen para la duda, s¨®lo puede ser obra suya la rara y pegadiza cadencia que desprenden las im¨¢genes de Kikujiro.
En la serena gracia de Kikujiro se percibe el rastro de Hana-Bi y Sonatine, como en la aspereza de ¨¦stas se entreve la delicadeza de aqu¨¦lla. Pueden volverse del rev¨¦s las palabras de Kitano: "Un demonio tr¨¢gico se mueve dentro de la comedia". La m¨¦dula del verbo cinematogr¨¢fico de este singular hombre de cine es la misma cuando causa pesadumbre que cuando crea alegr¨ªa. Hay algo indescifrable escondido debajo de la parte visible de sus im¨¢genes, que son consoladoras cuando hieren y dolorosas cuando acarician. Y ahora, con el respiro de una comedia, Kitano sigue trenzando el mismo hilo que mueve sus tragedias, porque en su poes¨ªa, como en la de Chaplin, Ford y Kurosawa, no hay frontera entre el dolor y el consuelo, son la misma cosa.
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