Una faena malograda
Tore¨® como los ¨¢ngeles al tercer toro Vicente Barrera y de poco termina la faena como el rosario de la aurora. A veces hay comportamientos que merecen un cap¨®n. La actuaci¨®n de Vicente Barrera iba a ser la mejor de cuantas se le han visto en Madrid y, sin embargo, acab¨® escuchando pitos, saliendo a mendigar las cuatro palmas que sonaron en medio de un menudeo de protestas.Lo dicho: el cap¨®n.
Toro pastue?o tuvo Vicente Barrera en primer lugar. As¨ª cualquiera, se dir¨¢. Pero no est¨¢ tan claro. Toros pastue?os salen muchos y lo habitual es que les peguen una manta de derechazos. M¨¢s bien deber¨ªa decirse de otro modo: los toros pastue?os tambi¨¦n descubren a los toreros. Y eso fue lo que sucedi¨®.
Flores / Ponce, Barrera, Abell¨¢n
Toros de Samuel Flores (uno, devuelto por inv¨¢lido), y 2?, 3?, 5? (sobrero) y 6?, de Manuel Agustina L¨®pez Flores: bien presentados, flojos, en general descastados, dificultosos los dos primeros; 3?, pastue?o.Enrique Ponce: tres pinchazos y otro hondo (silencio); media estocada ca¨ªda (pitos). Vicente Barrera: aviso antes de matar y bajonazo (escasa petici¨®n y vuelta con algunas protestas); bajonazo (divisi¨®n y arrecian las protestas cuando sale a saludar). Miguel Abell¨¢n, que confirm¨® la alternativa: primer aviso antes de matar, pinchazo a toro arrancado, estocada corta atravesada ca¨ªda -segundo aviso- y dobla el toro (silencio); estocada trasera, recibiendo un palotazo (silencio). Plaza de Las Ventas, 20 de mayo. 12? corrida de feria. Lleno.
De repente, con el toro pastue?o, Vicente Barrera demostraba al p¨²blico de Madrid que atesora la virtud del temple, que sabe torear hondo desde la naturalidad, que puede vibrarle un coraz¨®n torero. Dotadas de estas gracias le resultaron dos tandas de redondos y luego se ech¨® la muleta a la izquierda.
Mejor que lo hubiese hecho antes: la izquierda dec¨ªan los antiguos que era la mano de los billetes, no por nada sino porque es la mano de la verdad. Dos tandas de naturales lig¨® Vicente Barrera.
Dos tandas de naturales instrumentados con largura y templanza, obligando al pastue?o toro a seguir el semic¨ªrculo de los recorridos cabales. Abrochadas las series con los oportunos pases de pecho, se calentaron las ovaciones y hab¨ªa consenso en la plaza de que se estaba produciendo el toreo aut¨¦ntico.
Otra tanda m¨¢s y ya estar¨ªa la faena hecha, el toro dominado, el ¨¦xito conseguido. Pero habr¨ªa sido demasiado pedir...
Junto al temple, la hondura y el coraz¨®n torero Vicente Barrera atesora una irrefrenable vocaci¨®n pegapasista, de la que tiene hecha militancia. De manera que se puso a pegar derechazos. Debe ser cosa de vicio. Fue como si todo lo anterior no tuviese nada que ver; como borr¨®n y cuenta nueva. Y dio curso a una segunda faena basada en los derechazos, meti¨® unos circulares absurdos, a?adi¨® de matute unas manoletinas, escuch¨® un aviso -justo castigo a su pesadez- y perpetr¨® un bajonazo.
Ya no levantar¨ªa cabeza Vicente Barrera. En lugar de un sitio en el Parnaso, donde le hab¨ªan invitado a entrar los ¨¢ngeles, prefiri¨® meterse en ese vag¨®n de tercera donde se hacina la mayor parte de la torer¨ªa -figuras incluidas- y andar con ellas de farra cont¨¢ndose chistes de sal gorda.
No necesit¨® correr mucho. All¨¢ junto quedaban sus compa?eros de fatigas que iban a hacer lo mismo. Y lo hicieron. Lo hizo Miguel Abell¨¢n, que ven¨ªa a confirmar la alternativa -acontecimiento crucial en su carrera- y exhibi¨® una vulgaridad supina. Ni con el capote -que sol¨ªa ser su fuerte- logr¨® brillar, pese a que intervino en quites. Torp¨®n e inseguro, sin gusto interpretativo, escaso de ese arranque propio de los toreros que vienen a por todas, no pudo con el toro de la ceremonia, en el que escuch¨® dos avisos, y el descastado que sali¨® sexto tampoco le dio oportunidad de mejorar su empresa. Se fue y dejaba hecho jirones el buen cartel que hab¨ªa tra¨ªdo. Paradigma de las mediocridades y de los trucos, Enrique Ponce se comport¨® con absoluta fidelidad a su particular concepto del arte de torear. Un concepto que, de entrada, excluye el arte -y as¨ª no enga?a a nadie-. Y se desarrolla corriendo por ah¨ª principalmente en el toreo de capa; supliendo con cantidad lo que es incapaz de resolver con calidad. Eso en el toro boyante, que hizo cuarto. Pues en el dificil segundo valent¨ªa tuvo para aguantar sus coladas, pero no el sentido lidiador que deber¨ªa darse por descontado en una figura del toreo.
Los pegapases -aun figuras- son as¨ª. Los pegapases proliferan por doquier, constituyen una cat¨¢strofe ecol¨®gica que est¨¢ convirtiendo en un erial el planeta de los toros. Debe ser por el efecto invernadero.
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