La gran bestia
MANUEL PERIS Se acaba de abrir un Museo de Ciencias Naturales y confieso que me da miedo volver a ver a la "gran bestia", que no otra cosa quiere decir megaterio. Me refiero al gigantesco f¨®sil de la colecci¨®n Rodrigo Botet del antiguo Museo Paleontol¨®gico que, por fin, vuelve a mostrarse al p¨²blico. Mi miedo es ese temor afectivo a desfigurar, uno de los recuerdos de la infancia que la memoria atesora. No he vuelto al Paleontol¨®gico desde que fui al Almud¨ªn de la mano de mi padre, pero fue una visita que me impresion¨® para siempre. Adem¨¢s del megaterio, recuerdo una urna en la que aparec¨ªan los huesos de una mujer primitiva con el esqueleto de un feto. La imagen es m¨¢s borrosa que la del gigantesco herb¨ªvoro y supongo que no es la superposici¨®n del recuerdo de alguna pel¨ªcula. Pero por encima de todo, estaba el megaterio: sus dos metros de altura y los seis metros de largo se hac¨ªan infinitos desde la mirada infantil. Ahora ser¨¢ distinto. Cuando un hombre regresa a la casa de su infancia, dec¨ªa Mark Twain, siempre resulta que se ha encogido; no hay ninguna casa que sea tan grande como uno la recuerda. Por eso, para evitar el cambio de escala y conjurar el tiempo, ir¨¦ con mi hijo y har¨¦ el esfuerzo in¨²til de intentar verlo desde la altura de sus ojos, intent¨¢ndome contagiar de su maravillosa capacidad de sorpresa. Tampoco s¨¦ muy bien c¨®mo puede ver un ni?o de hoy semejante f¨®sil, con lo mucho que saben de dinosaurios y la cantidad de tiranosaurios, velociraptores y diplodocus con los que han jugado. ?Sabr¨¢n apreciar la diferencia cualitativa entre el f¨®sil real y la realidad virtual de los parques jur¨¢sicos y otras pel¨ªculas? Supongo que s¨ª. En cualquier caso la reapertura del paleontol¨®gico es, sin m¨¢s, una buena noticia. Aunque tampoco puede ocultar la incuria que durante tanto tiempo ha padecido la colecci¨®n. Porque durante estos a?os en que no se ha podido contemplar el megaterio, muchos ni?os han dejado de serlo y jam¨¢s podr¨¢n recuperar esa mirada de fascinaci¨®n ante los huesos de la bestia. Al fin y al cabo, el megaterio depende de ese otro "enorme monstruo que parece caminar sin cabeza" que es la administraci¨®n en palabras de Tocqueville. Aunque en el caso de los museos, a veces da la impresi¨®n de que m¨¢s que regidos por un bicho sin sesera est¨¦n al albur de un monstruo pluric¨¦falo en el que cada cabeza tirara para s¨ª: Ayuntamiento, Diputaci¨®n y Generalitat. Ya pasaba con los socialistas cuando gobernaban en las tres administraciones y el problema persiste ahora, multiplicado, durante la hegemon¨ªa del PP. Tal vez porque unos y otros saben que en el estado laico los museos son templos en los que ante una cultura sacralizada se redimen muchos parroquianos y ning¨²n sant¨®n de la pol¨ªtica quiere renunciar a tener sus propios santuarios. Porque ?para qu¨¦ transforma el Ayuntamiento el Paleontol¨®gico en un peque?o museo de ciencias naturales cuando la Generalitat a¨²n no ha definido la gigantesca Ciudad de las Ciencias? ?qu¨¦ hace la Diputaci¨®n con una sala de arte moderno, emparedada entre el Museo de Prehistoria y el de Etnolog¨ªa, a dos pasos del IVAM? ?y el Museo de Historia de la ciudad no deber¨ªa enlazar con la "coda" romana del Museo de Prehistoria? Pero en fin, nos queda el megaterio de Don Jos¨¦ Rodrigo Botet, que no es poca cosa.
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