Kinesia
ENRIQUE MOCHALES Cuando durante una partida de p¨®ker, por ejemplo, se dilatan las pupilas del adversario, uno puede estar seguro de que tiene una buena mano. Esta introducci¨®n sirve para ilustrar la idea de que, a menudo, el cuerpo es el mensaje. Los gestos como rascarnos la nariz por duda o cruzarnos de brazos para protegernos est¨¢n en el l¨ªmite de la inconsciencia. Son peque?os correos enviados al universo de las percepciones. De todo ello se ocupa una ciencia llamada kinesia, que explora el lenguaje del cuerpo. La kinesia se muestra ¨²til para un escritor, para un psic¨®logo, para un jefe de personal o incluso para un vendedor a domicilio de aspiradoras, por citar los primeros ejemplos que se me ocurren. Cabr¨ªa plantear una pregunta para animar este planteamiento: ?tiene la duraci¨®n de una mirada algo que ver con su significado? Por ejemplo, si desviamos la mirada mientras nos hablan, puede significar que no estamos de acuerdo con lo que nos dicen. Si, por el contrario, somos nosotros los que la desviamos mientras hablamos, es posible que no estemos seguros de lo que estamos diciendo. Son simplificaciones acerca de gestos cuyas causas pueden ser, desde luego, muy complejas, y no es cuesti¨®n de enumerar casos y m¨¢s casos del probable significado de una mirada. Pero es que el cuerpo es el espejo del alma. Superficialmente, podr¨ªamos referirnos a las posturas del cuerpo en general: la forma de sentarse, la forma de mover las manos al hablar, la forma de relajarse en pie, etc. Un aut¨¦ntico lenguaje del cuerpo que nunca pasa desapercibido, a pesar de que a veces no logremos interpretar su significado. Un lenguaje casi universal, pues tras un experimento con personas ciegas de diferentes partes del mundo, qued¨® patente que ten¨ªan un registro de gestos muy parecido, casi innato a toda la humanidad. ?Sucede esto con nuestros pol¨ªticos? Me pregunto si los pol¨ªticos se habr¨¢n entrenado bien para que parezca que son lo que quieren ser. A muchos pol¨ªticos ni siquiera la total oscuridad les permite quitarse la m¨¢scara. Se mueven como un hipot¨¦tico experto en kinesia les aconseja. Su ciencia en elecciones es la ciencia de convencer, propiamente la del charlat¨¢n. Aprenden por s¨ª mismos, se lo hacen de autodidactas, y disfrutan de su ¨¦nfasis ret¨®rico, de su karma, de su bagaje de gestos a la hora de afrontar lo cotidiano. Se estudian a s¨ª mismos para interpretarse mejor. Y a¨²n as¨ª, es posible que haya buenos pol¨ªticos que fracasan porque no convencen a nadie. Todos actuamos en mayor o en menor medida, pero la vida p¨²blica de un pol¨ªtico es, por lo visto, de las m¨¢s parecidas que hay a la de un actor o la de un presentador de concursos televisados. Y adem¨¢s lo del pol¨ªtico es muy duro, porque debe ser ¨ªntegro y encarnar la autenticidad, la sinceridad, la honestidad intachable. Mientras el pol¨ªtico se lo tome con calma, y con la naturalidad que otorga la experiencia, todo va bien. Pero es que hay pol¨ªticos a los que su propia personalidad kin¨¦sica les desborda, y nos encontramos ante Reyes-sol. A pesar de que la mayor¨ªa acaba adaptando, como buenos int¨¦rpretes, su registro de inflexiones y muecas a su cartera de experiencias, muchos no terminan de bordarlo de cara al p¨²blico. Supongo que al final, inevitablemente, el kinesista que todo pol¨ªtico lleva dentro corre el riesgo de diluirse en sus propios pliegues cerebrales, cuando ¨¦ste ya ha depurado las t¨¦cnicas y ha adquirido la experiencia necesaria para gesticular sin miedo. Ahora ya sabe que no ha de mover las manos m¨¢s de lo necesario durante los discursos, que ha de respirar profundamente en los coloquios, que no debe parpadear rebatiendo indirectamente a un contrincante durante una entrevista, o que da un resultado b¨¢rbaro enfatizar las propias palabras mostrando bien alto el dedo ¨ªndice al tiempo que eleva su tono de voz. En ese momento la distancia p¨²blica ya es la adecuada, y el aprendiz de l¨ªder va en camino de ser un adulto, pol¨ªtica e interpretativamente hablando. Aun as¨ª, tal vez no haga un buen papel en su vida.
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