Un respeto para el PNV
En 1729 -es decir, hace la friolera de 270 a?os- un erudito vasco escribi¨® un libro sobre la traducci¨®n del euskera cuyo t¨ªtulo era El imposible vencido: arte de la lengua vascongada. Tanto tiempo despu¨¦s, la pregunta que se hacen la mayor¨ªa de los espa?oles es si empiezan a darse las condiciones para divisar en el horizonte que otro imposible -la salida del terrorismo- resulte superado. Ese s¨ª ser¨ªa un aut¨¦ntico r¨¦cord digno de figurar en el Guinness.La interpretaci¨®n de que la tregua de ETA no es m¨¢s que un subterfugio y que, a fin de cuentas, ha conseguido alinear a los nacionalistas tras su bandera siempre tendr¨¢ argumentos a su favor, dados los antecedentes. Pero cualquier observador equilibrado y con deseo de entender lo que sucede en el Pa¨ªs Vasco debiera admitir que tambi¨¦n los tiene otra. De acuerdo con ella, ETA, por una mezcla de cansancio, de impacto de la evoluci¨®n del conflicto irland¨¦s, o de la reacci¨®n popular en Euskal Herr¨ªa y de la receptividad de los otros nacionalistas, ha evolucionado en un sentido positivo, a¨²n con muchas contradicciones y posibilidades de retorno. No es la primera ocasi¨®n en que un grupo de estas caracter¨ªsticas lo hace. Recu¨¦rdese el caso de Menahem Beguin, capaz de protagonizar el terrorismo sionista y, luego, de hacer la paz con los ¨¢rabes. A fin de cuentas, los partidos socialistas y cat¨®licos a comienzos del siglo XX fueron conquistados por el liberalismo parlamentario, mundo al que no pertenec¨ªan en su origen.
Si esta interpretaci¨®n es la correcta -y s¨®lo lo descubriremos con el tiempo- al nacionalismo vasco le habr¨ªa correspondido la tarea "valiente y arriesgada", seg¨²n expresi¨®n de Dur¨¢n i Lleida, de atraer a los violentos hacia el redil de la democracia. Si tratamos de olvidar sus rudezas dial¨¦cticas, los nacionalistas democr¨¢ticos en el plazo de un n¨²mero excesivo de meses, habr¨ªan hecho una contribuci¨®n importante a la desaparici¨®n del terrorismo y de los disturbios callejeros. Claro est¨¢ que el resultado, de momento, es un alineamiento aparente en dos frentes inconciliables, pero es dif¨ªcil imaginar qu¨¦ otra soluci¨®n hubiera sido posible para la reconducci¨®n hacia la paz. Suponer que la soluci¨®n policial o la simple volatilizaci¨®n del sentimiento nacionalista iban a resolver una cuesti¨®n tan grave y duradera, no pasa de ser un caso de optimismo recalcitrante que la evidencia emp¨ªrica previa desautoriza.
El PNV y EA merecen cuanto menos un respeto por cuanto est¨¢n tratando de hacer, entre otros motivos, porque ellos van a ser los principales sujetos pacientes de cualquier descarrilamiento. ?ste puede llegar en un determinado momento por ese g¨¦nero de agresiones que consisten en colocar a terroristas en las listas electorales, pero tambi¨¦n por otros motivos que parecen m¨¢s plausibles y prosaicos. El contenido del acuerdo parlamentario, y el lenguaje empleado por la propia ETA, es prueba de una impregnaci¨®n del lenguaje e ideario democr¨¢ticos. El problema consiste en que estamos muy al principio de un proceso largo que puede abocar al Gobierno vasco a la par¨¢lisis y la ineficacia, o conducir a los nacionalistas a un peligroso ejercicio de autismo. El PNV debiera recordar que, dentro de su tradici¨®n hist¨®rica, no s¨®lo existe una l¨ªnea sabiniana, que hoy representan Arzalluz y Egibar, sino tambi¨¦n otra, nacida con Sota y Aguirre y reencarnada en Atutxa, Ardanza e Ibarretxe. Ahora, en un segundo paso, el PNV debe pensar en los vascos espa?olistas y en los espa?oles que no son vascos.
Y la actitud correcta en el PP y en el PSOE habr¨ªa de ser la de una expectativa, aun todo lo vigilante que se quiera. Se comprende la posici¨®n de Redondo en el Parlamento vasco y la de Mayor en Madrid asegurando que el PNV ha trocado el fin de la violencia por la reclamaci¨®n de soberan¨ªa. En cambio, aun aceptando lo justificada que pueda ser por procedimientos pasados, no se entiende la actitud de algunos militantes vascos del PP. Dec¨ªa Camb¨® que se puede ser anarquista pidiendo lo imposible o retrasando lo inevitable. A base de pretender la volatilizaci¨®n espont¨¢nea del nacionalismo o negarse a una reclamaci¨®n, incluso metaf¨®rica, de una cierta autodeterminaci¨®n, esos pol¨ªticos pecan de ambas cosas a un tiempo. Y ¨¦ste tambi¨¦n resulta un r¨¦cord digno de Guinness.
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