La econom¨ªa de EE UU: ?modelo o futuro previsible?
Todav¨ªa no hab¨ªan cesado de trabajar los procesadores de textos para celebrar la llegada del Dow Jones a los 10.000 puntos cuando Wall Street se hab¨ªa encaramado a los 11.000 un mes despu¨¦s. Los primeros d¨ªas de mayo nos han tra¨ªdo luego otra serie de noticias sobre la econom¨ªa de Estados Unidos que convendr¨ªa no pasar por alto. Los beneficios de las compa?¨ªas siguen creciendo, haci¨¦ndole a Casandra o¨ªdos de mercader. El PIB de los tres primeros meses se ha incrementado a un ritmo anual del 4,5%, algo espectacular tras una expansi¨®n que entra ya en su noveno a?o, justo cuando deber¨ªa comenzar un viaje hacia el Sur. Llueve sobre mojado. En 1997, el crecimiento del PIB fue del 3,8%, y en 1998, de otro 4,9%. Las cifras de paro se mantienen por debajo del 4,5% (4,2 en marzo, 4,3 en abril), pero la inflaci¨®n no aumenta en forma significativa. As¨ª queda hecha trizas la famosa curva de Phillips y su cuate la NAIRU, que nos han tenido en un grito por m¨¢s de una d¨¦cada cada vez que el n¨²mero de parados bajaba del 6%, porque ven¨ªa la Reserva Federal con la rebaja. Por contraste, al otro lado del Atl¨¢ntico, por hablar s¨®lo de los grandes, el desempleo alem¨¢n lleva ya tiempo sin bajar del 10% y el crecimiento econ¨®mico sigue melindroso.Los coyunturalistas no dan demasiada importancia a estos n¨²meros. Son gratos, pero no como para descorchar el champ¨¢n. En definitiva, la ¨²nica novedad es que Estados Unidos se est¨¢ beneficiando de una situaci¨®n excepcional. Los precios de las commodities han ca¨ªdo, hay deflaci¨®n en Jap¨®n y otros pa¨ªses asi¨¢ticos, el d¨®lar est¨¢ alto, Wall Street sigue desafiando a Newton, los trabajadores estadounidenses han ajustado sus expectativas salariales a la baja. Tan pronto var¨ªe una o m¨¢s de esas circunstancias ins¨®litas, las aguas volver¨¢n a su cauce y USInc. tornar¨¢ a su anterior estado de madurez, sin crecer m¨¢s all¨¢ del 2,5% anual.
Hay otra forma de interpretar las cosas. La curva de Phillips se adaptaba bien a una situaci¨®n en la que la productividad de la econom¨ªa americana crec¨ªa a paso de tortuga: su media desde 1973 hasta 1991 ha estado en torno al 1,1%. Pero, indudablemente, si las magnitudes de equilibrio hubiesen cambiado, el PIB podr¨ªa crecer a mayor ritmo, como lo mostraron los espectaculares a?os cincuenta y sesenta. La verdad es que los datos m¨¢s recientes sobre productividad parecen ir en ese sentido. En 1996 subi¨® un 2,4%; en 1997, vuelta a un escaso 1,2%; en 1998 ha llegado de nuevo al 2,2%. El crecimiento en el primer trimestre de 1999, reci¨¦n anunciado, ha alcanzado el 4%. En estas condiciones, no es una sorpresa que los salarios aumenten sin que se encabrite la inflaci¨®n, ni que los americanos sigan consumiendo como si no hubiera futuro. Esto ¨²ltimo encocora mucho a los moralistas de todo pelaje, pero de seguro que los males que nos anuncian hubieran sido mucho m¨¢s duros y reales si en el verano de 1998 los estadounidenses hubiesen reaccionado a la crisis financiera internacional con tasas de ahorro japonesas.
Algo importante ha pasado en los ¨²ltimos a?os en la econom¨ªa americana, como lo subraya de nuevo un reciente informe de Alan Greenspan (The Wall Street Journal, 6 de mayo de 1999). El presidente de la Reserva Federal es un hombre prudente y no anuncia nuevas eras econ¨®micas. Por supuesto, no cree que la inflaci¨®n est¨¦ definitivamente derrotada. Pero el innegable aumento de la productividad no parece cosa pasajera. Se debe a la r¨¢pida incorporaci¨®n a la producci¨®n y a la distribuci¨®n de las tecnolog¨ªas de la informaci¨®n (IT, en ingl¨¦s) o, con frase de James Galbraith, al crecimiento del sector K (por la inicial de knowledge) de la econom¨ªa.
De qui¨¦n es la raz¨®n en este debate es algo que la ciencia triste nos dir¨¢ dentro de tres o cinco a?os, cuando ya tenga menos acuidad el debate. As¨ª son las cosas. Sin embargo, quienes apuestan por la sensatez de Greenspan tienen que hab¨¦rselas ya hoy con un interrogante m¨¢s general. ?Ser¨¢ esta econom¨ªa high-tech el modelo para que otros agentes econ¨®micos en el mundo -por ejemplo, la Uni¨®n Europea- abandonen su presente letargoso y vuelvan a crecer con vigor? Quienes se oponen a ello apuntan cosas razonables, como que la reciente expansi¨®n en EE UU ha venido marcada por una creciente desigualdad en la distribuci¨®n de las rentas y una reducci¨®n de la red de protecci¨®n social, algo por lo que los europeos no est¨¢n dispuestos a pasar.
Otros, tal vez m¨¢s pesimistas, nos preguntamos si eso de un modelo econ¨®mico que se puede tomar o rehusar a voluntad es la mejor descripci¨®n de la realidad. Por un lado, las desigualdades salariales europeas son menores s¨®lo por la convenci¨®n de que los numerosos parados no aparecen en las estad¨ªsticas. Por otro, las IT que est¨¢n haciendo crecer la econom¨ªa americana meten una creciente cu?a entre los trabajadores del sector K y el resto peor educado, al tiempo que la famosa globalizaci¨®n est¨¢ extendiendo esa pr¨¢ctica por el ancho mundo (F. Cairncross, en The Economist, 8 de mayo de 1999). Sin embargo, si las gentes terminan por confiar en quienes les proponen un crecimiento acelerado, como ha solido ser el caso hasta la fecha, tal vez lo m¨¢s sensato sea abandonar el debate sobre modelos, pensar que, m¨¢s bien, lo que pasa en Estados Unidos es el futuro previsible y prepararnos para lo que viene, no sea que, de otro modo, nos llegue a pillar el toro.
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