Remiendos

La corrida sali¨® remendada. Es una forma eufem¨ªstica de decir que la echaron para atr¨¢s. Algunos de esos personajes que componen la afici¨®n oficial -es decir, los que tienen conocimientos en el mundo del toro y se sienten realizados cuando acepta tomarse unas copas con ellos Jean Marie Bourret- no se lo pod¨ªan creer. ?C¨®mo va a enviar a Madrid toros inservibles don ?lvaro Domecq, que es un caballero? Eso -se maliciaban- ser¨¢ por incompetencia de los veterianarios. Bueno pues los veterinarios incompetentes le rechazaron siete toros al caballero don ?lvaro Domecq; y s¨®lo dejaron dos de muestra.La muestra -bien se vio- no val¨ªa un duro. Y pues hab¨ªan de ser seis los toros, el resto consisti¨® en remiendos. Con lo cual la parte remendada era mayor que la materia prima y la corrida resultaba irreconocible.

Mustios o inv¨¢lidos; mansos o aborregados: as¨ª salieron los seis.

Los taurinos se quejan de que los ganaderos han descastado sus explotaciones. "Han echado agua al vino", comentan los cursis. Mas si uno se pone a pensar -ardua tarea- quiz¨¢ acabe por deducir que no es una cuesti¨®n de gen¨¦tica sino de morro.

Mucho morro, suelen decir los castizos de la nueva ola. Pues eso.

Y entonces no es que hagan la selecci¨®n del ganado al rev¨¦s sino que lo distribuyen al rev¨¦s. Desde siempre, los toros de casta brava los mandaban a las plazas de primera y los moruchos a las plazas de talanqueras. Pero como los toros de casta brava no quieren las figuras verlos ni en fotograf¨ªa, les traen las moruchadas de las talanqueras por si puede ser.

Lo maravilloso es que puede ser. Toros al estilo de esta corrida y de tantas otras son los que les valen a las figuras para alcanzar sus triunfos memorables. Toros que est¨¢n m¨¢s tiempo tumbados que de pie; toros que en vez de embestir topan; toros que miran adormilados a los enga?os, que los toman mustios, que, tomados, salen crepusculares de la suerte... Y las figuras, entretanto, una postura, una bravata, una mano en posici¨®n de decir el cante; derechazo que va, pase de pecho empalmado que viene, un estacazo a la culata del toro crepuscular, una pinturer¨ªa, un saludo a la afici¨®n... Total: dos orejas y rabo.

Hay que ser especialista para estos afanes, por supuesto. Y la terna del d¨ªa no alcanzaba, ni de lejos, semejante grado. La terna del d¨ªa procuraba torear. Vano intento en aquel muladar. Intentaba torear Rivera Ord¨®?ez, que con sus mediocridades de fondo y sus ventajillas de forma, lleg¨® a ponerse en el sitio de los toreros, se ech¨® la muleta a la izquierda, aguant¨® sin inmutarse un terrible ga?af¨®n que le lleg¨® al flequillo. Y no hab¨ªa manera: ni los mustios espec¨ªmenes val¨ªan para el proyecto ni la afici¨®n conspicua le pasaba movimiento mal hecho.

Uceda Leal se trajo unas destemplanzas que o no son de su cu?o o mucho ha cambiado en pocos d¨ªas. El depurado int¨¦rprete del toreo excelso, desde que destac¨® un buen d¨ªa de actuaci¨®n feliz, viene convertido en un concienzudo pegapases. Y, sin embargo, mata a los toros por el hoyo de las agujas, ejecutando tan bien el volapi¨¦ que sus estocadas son las mejores de la feria.

El gusto y la torer¨ªa son tambi¨¦n las se?as de identidad de Morante de la Puebla; mas no hechas para sobar borregos, hubieron de quedarse en intentonas y explay¨® alg¨²n aislado detalle, cuando no se le iban las faenas en dudas e inhibiciones. Retales de borra mal zurcidos a precio de fino pa?o ingl¨¦s sacaron en la primera plaza del mundo. Eso fue lo que pas¨®.