Entre el navarrismo y el vasquismo
Navarra se enfrenta a una campa?a electoral marcada de manera indiscutible por la pol¨ªtica vasca
El marco de referencia de la campa?a electoral para la renovaci¨®n del Parlamento de Navarra y la elecci¨®n del nuevo Gobierno de esta comunidad foral va a ser, indiscutiblemente, la pol¨ªtica vasca.Uni¨®n del Pueblo Navarro (UPN), fusionado con el PP, ha gobernado en esta legislatura desde una estrecha minor¨ªa desobedeciendo abiertamente numerosos pronunciamientos del Parlamento y utilizando la amenaza del anexionismo vasco como su m¨¢s rentable bandera electoral.
UPN, que accedi¨® al poder en 1996 por una carambola del destino tras la ca¨ªda del tripartito del PSN-PSOE, Convergencia de Dem¨®cratas de Navarra (CDN) y Eusko Alkartasuna (EA) debido al descubrimiento de la cuenta suiza del ex presidente socialista Javier Otano, ha mantenido desde su nacimiento, en 1979, una esencial se?a de identidad: su radical oposici¨®n a cualquier acercamiento de Navarra a la realidad pol¨ªtica y social del Pa¨ªs Vasco. Y las circunstancias que atraviesa Euskadi engordan ese discurso hasta proporcionarle, seg¨²n las encuestas, un razonable margen de crecimiento sobre los 17 esca?os, de 50, que tiene. A ello contribuir¨¢, parece, el descenso de CDN, la formaci¨®n del ex presidente navarro Juan Cruz Alli, surgida de una escisi¨®n del regionalismo.
En la otra banda, los socialistas, la principal fuerza de la oposici¨®n, han dado fin a su particular traves¨ªa del desierto cerrando definitivamente las p¨¢ginas de la corrupci¨®n, que hizo caer consecutivamente a dos de sus l¨ªderes que fueron, a su vez, presidentes de la comunidad: Gabriel Urralburu y Javier Otano.
Un joven abogado laboralista de 37 a?os, Juan Jos¨¦ Lizarbe, forjado en las filas de la UGT, ha impuesto una dr¨¢stica renovaci¨®n en la direcci¨®n del partido y ha roto una din¨¢mica de apoyo presupuestario a la derecha foral, heredada de Urralburu, para preparar el asalto a los cuarteles de invierno de UPN y recuperar el Gobierno, aunque no sin haber tenido que vencer en ese camino algunas resistencias en el propio PSN y en la c¨²pula del PSOE.
Lizarbe y el socialismo navarro se han visto en la tesitura de tener que demostrar expl¨ªcitamente ante el electorado del centro-izquierda su navarridad para situarse en la cresta de la ola y competir en igualdad de condiciones frente a una derecha v¨ªctima del terrorismo y del acoso de los radicales.
Fruto de esa estrat¨¦gica necesidad de asumir el estandarte de la navarridad surgi¨® la llamada Declaraci¨®n de Navarra, suscrita en Madrid por Lizarbe junto al secretario general del partido, Joaqu¨ªn Almunia, y en la que se esboz¨® su despu¨¦s reiterada promesa de no usar de ning¨²n modo los votos de Euskal Herritarrok (EH) para llegar a la presidencia.
Lizarbe no considera factible pactar con ninguna fuerza nacionalista vasca en las actuales circunstancias para formar un Gobierno progresista y ni siquiera optar¨¢ al proceso de designaci¨®n presidencial si para ello tiene que contar con la abstenci¨®n de los parlamentarios de EH.
En ese mensaje de n¨ªtida apuesta por la singularidad institucional de Navarra y el respeto al marco constitucional, el PSN-PSOE rechaza asimismo repetir el experimento fallido de la creaci¨®n de un ¨®rgano permanente de encuentro con Euskadi, una f¨®rmula de relaci¨®n supracomunitaria que llegaron a aprobar los respectivos Parlamentos con el apoyo del PSOE y que fue la primera iniciativa que paraliz¨® UPN al ocupar el poder en 1996.
La necesidad de prepararse para afrontar una campa?a polarizada en la dicotom¨ªa vasquismo-navarrismo la not¨® tambi¨¦n IU-EB, que, tras unirse en un primer momento a los firmantes de la Declaraci¨®n de Lizarra (Estella), decidi¨® abandonar ese foro y abogar por una imagen propia y diferenciada de Navarra y de la t¨¢ctica de Javier Madrazo en Euskadi.
En este escenario, el mensaje electoral de UPN y Miguel Sanz est¨¢ claro y se basar¨¢ en la amenaza de la anexi¨®n vasca y la presunta debilidad de los dem¨¢s partidos para frenarla y defender la integridad territorial de Navarra.
Desde luego, en su haber tiene logros indudables. Entre ellos, la culminaci¨®n de una bater¨ªa de traspasos del Estado que sit¨²a a la comunidad en un techo competencial dif¨ªcilmente equiparable. Con la asunci¨®n de las pol¨ªticas activas del Instituto Nacional de Empleo (Inem) y de la Administraci¨®n de Justicia suma ya 56 materias transferidas, de las que 16 han sido obtenidas en esta legislatura.
No hay que olvidar tampoco la renegociaci¨®n en 1997 del Convenio Econ¨®mico, que permiti¨® a Navarra ampliar su autonom¨ªa financiera con la gesti¨®n de los impuestos especiales, la reforma de la ley del IRPF, aprobando los tipos m¨¢s bajos de Espa?a, o la acertada y pionera pol¨ªtica expansiva de una verdadera industria de las energ¨ªas renovables.
Sanz tiene adem¨¢s una ventaja a?adida en su carrera hacia la repetici¨®n de mandato. El Amejoramiento del Fuero, el particular estatuto navarro, dise?a un sistema autom¨¢tico de elecci¨®n de presidente que otorga el cargo al cabeza de la lista m¨¢s votada si los dem¨¢s candidatos no obtienen las mayor¨ªas suficientes.
No se puede disolver la C¨¢mara. Toda ella, incluida UPN, coincide en que hay que anular el procedimiento porque, creado para la estabilidad, s¨®lo ha generado Gobiernos de minor¨ªa que no han respondido a la voluntad mayoritaria. Sin embargo, al ser el Amejoramiento una ley pactada con el Estado, hay que negociar cualquier cambio y no ha habido tiempo para ello. De manera que Sanz tiene, en el peor de los casos, la posibilidad de sentarse a esperar la derrota de la oposici¨®n en sus intentos de constituir un Gobierno de coalici¨®n de progreso y volver a formar uno en minor¨ªa que busque el apoyo presupuestario de CDN, por ejemplo, como en la actualidad.
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