Mil espejos RAFAEL ARGULLOL
El ¨²ltimo libro de ensayos de Juan Goytisolo, Cogitus interruptus (Seix Barral), es una excelente lecci¨®n para comprender el pasado hist¨®rico como aprendizaje de los tiempos futuros. Nada mejor, en efecto, para evitar la estrechez de miras, pero asimismo los t¨®picos al uso, que aventurarse en el car¨¢cter necesariamente inacabado del presente desde la aceptaci¨®n m¨²ltiple y m¨®vil de las distintas tradiciones culturales. En este sentido hay que agradecer a Goytisolo que su militancia contra la limpieza de sangre de la civilizaci¨®n occidental se vea sabiamente acompa?ada por su capacidad de indagaci¨®n en las literaturas cl¨¢sicas, poniendo de relieve la simbiosis entre los distintos pensamientos. Sus trabajos acerca de La Celestina o san Juan de la Cruz son, en esta perspectiva, complementarios de sus opiniones pol¨ªticas. Bajo los dictados de la actualidad tendemos a habitar un presente puro, parad¨®jicamente cerrado en s¨ª mismo, en el que cada momento es una c¨¢psula aislada. De ah¨ª que el reclamo de un cosmopolitismo tolerante acabe convirti¨¦ndose en una proclama tan vac¨ªa como los presupuestos sobre los que se asientan los particularismos. ?nicamente la percepci¨®n de la territorialidad siempre inacabada del presente, de su obligada impureza, permite, por el contrario, descubrir que nuestros prop¨®sitos de tolerancia futura se fundamentan en las fecundas ¨®smosis del pasado. Si podemos concebir, aunque sea en nuestras fantas¨ªas, un mundo sin fronteras es porque las grandes ideas nunca las tuvieron. A este prop¨®sito resulta especialmente oportuno que tras la edici¨®n de la obra de Juan Goytisolo se haya producido la reedici¨®n del libro de Juan Vernet Lo que Europa debe al islam de Espa?a (El Acantilado), un texto extraordinario que no s¨®lo introduce al lector en las decisivas aportaciones de la ciencia ¨¢rabe a la civilizaci¨®n de Occidente, sino que confirma, en un tramo nuclear de la historia, la cadena de prestaciones sobre la que se sustenta toda creaci¨®n cultural. El desd¨¦n hacia lo ajeno -lo ex¨®tico, lo ¨¦tnico, lo decadente- acostumbra a ser el olvido, m¨¢s o menos consciente, de la pasada intimidad con el intruso. Vernet, uno de los grandes arabistas de este siglo, demuestra con una enorme profusi¨®n de datos el impacto de la cultura isl¨¢mica de la Pen¨ªnsula Ib¨¦rica en las corrientes que confluyen en el Renacimiento, traz¨¢ndose as¨ª una poderosa l¨ªnea de continuidad que se remite a la antig¨¹edad cl¨¢sica. Sin embargo, aunque se trata de un hecho bien conocido y documentado, es seguro que la mayor¨ªa de los ciudadanos de los pa¨ªses occidentales ignoran por completo este juego de relaciones y, aun en nuestros d¨ªas, imaginan el mundo isl¨¢mico como enteramente exterior a las ra¨ªces europeas. Desde la educaci¨®n recibida, o desde la deseducaci¨®n proporcionada por las im¨¢genes que se otorgan contempor¨¢neamente a ese mundo, apenas es cre¨ªble la dependencia de nuestras matem¨¢ticas, de nuestra medicina, de nuestra astronom¨ªa con respeto a las conquistas all¨ª realizadas. Tanto los diferentes mitos de la identidad como el universal mito de la actualidad conducen al presente puro, desde el cual, m¨¢s all¨¢ de las buenas intenciones y de lo pol¨ªticamente correcto, es del todo imposible construir un universo de confluencias espirituales y culturales. Cuando la mente moderna se asent¨® en el historicismo, ya desde la Ilustraci¨®n, pero singularmente tras la eclosi¨®n rom¨¢ntica, lo hizo mediante una operaci¨®n fatalmente restrictiva. Cada naci¨®n, y Occidente como conjunto, trat¨® de contemplarse en un espejo impoluto donde la efigie del pasado apareciera admirablemente resplandeciente. La incre¨ªble imposici¨®n del mito ario, con su enorme envergadura y sus nefastas consecuencias, no es sino el fen¨®meno m¨¢s espectacular entre una gran variedad de manifestaciones excluyentes. La historia, sometida a la ideolog¨ªa, fue un instrumento de selecci¨®n. Pero nuestra actual amnesia, que comporta el generalizado olvido de la conciencia hist¨®rica, ha redundado en un peligro sim¨¦trico que con frecuencia coloca al ciudadano entre la presi¨®n demag¨®gica de los mitos fundadores y la tiran¨ªa de un presente puro en el que, con la exaltaci¨®n de las metas, se desprecian los caminos que han conducido a ellas. Si una ventaja tiene contemplar el siglo desde su pen¨²ltimo a?o, adem¨¢s de congratularse de que la humanidad haya sobrevivido a sus denodados esfuerzos por destruirse, es certificar que el desconcierto viene compensado por una cierta conciencia de complejidad. Intuimos, aunque confusamente, que la identidad es ¨²nicamente una suma de diferencias. De ah¨ª la importancia de que libros como los de Vernet y Goytisolo formaran parte de nuestra educaci¨®n, ya que ensayar la libertad en el futuro significa asumir tambi¨¦n la complejidad del pasado. El rostro de una cultura se refleja en mil espejos.
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